Alejandro sentía una vergüenza inmensa por tener que llamar al número 7 de la calle San Martín de Porres en el centro de Murcia, junto a la plaza de la Universidad. No se imaginó que su situación llegara a tal punto de necesitar una ayuda profesional. Era adicto a la cocaína. Había intentado dejar la adicción con sus propias fuerzas y con la ayuda de su mujer. Ya eran demasiados fracasos como para permitirse uno nuevo. Se armó de valor y se atrevió a llamar a ese número 7, casi escondido en una pared sin más señas de identidad.
Ahora Alejandro no deja de valorar el coraje que tuvo para dar ese paso. Después de un año asistiendo a los grupos del Programa Nocturno, está convencido que el programa que él está a punto de acabar, lo tendría que hacer mucha más gente, aunque no tuviera problemas de adicciones, para aprender a madurar, a vivir con otro sentido. No solamente ha dejado atrás la cocaína, sino que ha aprendido a vivir con conciencia de lo que está haciendo. Está empezando a sentir que la vida es mucho más que la limitada visión que tenía hasta hacía un año.
Alejandro trabaja en una empresa como cuadro intermedio. Hasta ahora había podido disimular su adicción, escondiéndose tras una imagen de profesional responsable (de puertas para afuera, claro). Esa imagen distorsionada era la que le reforzaba la idea de que él no necesitaba acudir a un centro como el de Proyecto Hombre.
Luisa, vino acompañada de su madre, con un problema de alcohol que no había conseguido atajar por más intentos que había realizado. Apenas tenía más apoyo que el de su madre, ya anciana, pues había perdido la familia propia, el trabajo, los amigos. Ya no tenía ninguna esperanza de poder dejar el alcohol de lado. Por eso le costó tanto llamar a ese número 7.
Dos años después, ha recibido el Alta Terapéutica en el Programa Base, tras pasar por la fase residencial de la Comunidad Terapéutica. Ella ha recobrado la esperanza, su autoestima y a muchas personas que había ido dejando por el camino de su vida.
Alejandro, Luisa, como Toni, con tan sólo 17 años, fumador de hachís, o como Sergio adicto a las máquinas tragaperras… han encontrado en Proyecto Hombre una vía de salida al callejón en el que habían entrado casi sin darse cuenta, como jugando, como queriendo saltarse las pequeñas o grandes dificultades que la vida les ponía por delante.
Proyecto Hombre, con sus diferentes programas quiere servir de punto de apoyo, tanto a los que aún creen que su problema no es tan grave como para pedir ayuda, como a aquellos que se siente desbordados.
En 1995 abrimos el Programa Base, para aquellas personas que precisan un acompañamiento más intenso, con una dedicación casi exclusiva para su recuperación. En 1997 le siguió el Programa Nocturno, para personas como Alejandro, que prácticamente mantienen casi intactos los resortes de su vida: trabajo, familia, amigos…
En 1999 quisimos dar un tratamiento diferente a los menores de 21 años, con consumos muy incipientes de sustancias. Así en el Programa de Jóvenes son atendidos personas como Toni, que en su mayoría son consumidores de cánnabis.
Posteriormente fuimos añadiendo a estos tres programas básicos, los recursos transversales, como el Programa de Ludopatía, de mujeres, de atención a las familias, de orientación laboral, atención penitenciaria. Y por supuesto, sin olvidar los diferentes programas de prevención escolar, familiar, laboral.
En nuestros 20 años de andadura, hemos aprendido a dar respuestas diferentes a demandas diferentes. También Alejandro, Luisa, Toni, Sergio… eran diferentes. Entre ellos no se conocían, ni se han cruzado por un mismo pasillo, pero ahora, todos coinciden en una visión más optimista para sus vidas. Todos se han cruzado con un mismo destino: el de recuperar la dignidad, que para ellos tenían perdida. En esa encrucijada les hemos acompañado, y junto con ellos, estamos aprendiendo a buscar la respuesta más adecuada a cada llamada a ese número 7 de nuestra puerta.