Por Arthur González
En 1998 el asalariado de Estados Unidos Oswaldo Payá Sardiñas, quien encabezó el controvertido Movimiento Cristiano de Liberación, escaso en membresía y no bien visto por otros grupos contrarrevolucionarios fomentados por Estados Unidos, presentó un proyecto de ley titulado Proyecto Varela.
Dicho engendro producido en territorio norteamericano, pretendía alcanzar reformas políticas en la isla, especialmente en el tema electoral.
La promoción no le faltó en los principales medios occidentales e incluso el ex presidente James Carter en su visita a La Habana, le dio apoyo, al pronunciar su discurso en el Aula Magna de la Universidad de la Habana, transmitido en vivo por la Tv cubana.
Ninguna de las maniobras diseñadas por los especialistas yanquis dio resultado; la causa fundamental fue la falta total del apoyo de los 11 millones de cubanos que respalda a la Revolución y los beneficios sociales que esta le proporciona al pueblo, a pesar de que el esquema de guerra económica impuesta por Estados Unidos desde 1962, busca precisamente cortar ese apoyo a partir de las limitaciones económicas.
Transcurridos 19 años de ese fiasco total, Rosa María Paya Acevedo, hija del fallecido Payá Sardiñas, recibió instrucciones en Miami de desempolvar el viejo guion del Proyecto Varela, con el sueño de aprovechar el próximo proceso electoral cubano donde el actual presidente Raúl Castro Ruz, dejará su cargo.
Rosa María reside en Miami como “refugiada política”, aunque visita periódicamente La Habana, donde jamás ha confrontado represiones ni peligros para su vida, incluso conserva la casa familiar en el barrio del Cerro.
En la capital de la mafia terrorista anticubana,
El presidente Barack Obama ordenó que los funcionarios federales de EE.UU. se espíen entre sí y denuncien ante las autoridades estadounidenses a los colegas que les “resulten sospechosos de traición”.
De acuerdo con el rotativo estadounidense ‘McClatchy’, la iniciativa de Obama se materializó en una orden ejecutiva en octubre de 2011, como parte de un plan de bajo perfil mediático llamado Insider Threat Program (ITP, programa contra amenazas internas).
El ITP cubre cada agencia federal de EE.UU., incluyendo los Cuerpos de Paz, el Departamento de Educación y otras instituciones sin relación alguna con documentos clasificados como confidenciales. La orden entró en vigor después de que se conociera la noticia sobre las filtraciones del soldado Bradley Manning y otras de las llevadas a cabo por WikiLeaks.
¿CÓMO Y A QUIÉN ESPIAR?
En virtud de esta orden, a millones de empleados federales y contratistas se les pide que presten especial atención a los estilos de vida, actitudes y comportamientos -como problemas financieros, horarios laborales extraños o viajes sin explicación- de sus compañeros de trabajo, como forma de predecir si podrían resultar “un peligro para EE.UU.”.
Bajo el paraguas de dicho programa, cada vez que un trabajador es señalado por otro colega como potencial “amenaza para la seguridad nacional”, automáticamente se abre una investigación contra el sospechoso. Aquellos contra los que se abra una investigación de este tipo podrán enfrentarse a sanciones laborales o incluso a cargos criminales, según revela la mencionada publicación.
ALARMA SOCIAL
Sin embargo, incluso los propios asesores científicos de la administración Obama han cuestionado esta medida. Los expertos señalan que la eficacia de esta técnica para predecir riesgos en EE.UU. no está probada y que, bien al contrario, puede fomentar prejuicios étnicos y raciales, comportamientos ilegales y violaciones de la privacidad.
Las revelaciones sobre el Insider Threat Program coinciden con la crisis de confianza de la opinión pública estadounidense en el Gobierno, agravada después de que el excolaborador de la CIA Edward Snowden informara a la prensa sobre el programa ultrasecreto de espionaje global de Washington.
Dicho programa de vigilancia, denominado PRISM, abarca a unos 35 países sobre todo de Europa y América Latina y, según los expertos, va en contra de varios preceptos de la propia Constitución norteamericana.
Fuente: Russia Today
Rosa María, ausente de trayectoria como “opositora” en vida de su padre, falta de carisma como líder y quien tras la muerte de su padre negoció visa de “refugiada política” con diplomáticos de la misión de Estados Unidos en La Habana, al prever que ella, su madre y dos hermanos quedarían sin el dinero que mensualmente recibía Payá Sardiñas.
Como moneda de cambio, se comprometió a desarrollar una campaña contra Cuba, culpando a sus autoridades de ser responsables de la muerte de su padre, la cual ocurrió en un accidente automovilístico cuando viajaba por todo el país repartiendo dinero para acciones subversivas, enviado por Esperanza Aguirre del Partido Popular Español.
El auto era conducido por el español Ángel Carromero, juzgado en Cuba delante del embajador de España y el Cónsul General, los que declararon que “el juicio fue transparente y justo y Carromero el culpable por conducir a exceso de velocidad”, situación ratificada por los tribunales españoles.
Estados Unidos ante la ausencia de líderes contrarrevolucionarios jóvenes, apuesta por Rosa María para trasmitir el mensaje de la supuesta existencia de una “oposición” entre la juventud cubana, pero comete un gravísimo error al ser ella residente permanente en Miami y no en Cuba, carecer de prestigio por negociar con la muerte del papá y mantener relaciones amorosas con Orlando Pardo Lazo, cubano que eyaculó encima de la bandera cubana y lo divulgo por Internet.
El presidente Barack Obama ordenó que los funcionarios federales de EE.UU. se espíen entre sí y denuncien ante las autoridades estadounidenses a los colegas que les “resulten sospechosos de traición”.
De acuerdo con el rotativo estadounidense ‘McClatchy’, la iniciativa de Obama se materializó en una orden ejecutiva en octubre de 2011, como parte de un plan de bajo perfil mediático llamado Insider Threat Program (ITP, programa contra amenazas internas).
El ITP cubre cada agencia federal de EE.UU., incluyendo los Cuerpos de Paz, el Departamento de Educación y otras instituciones sin relación alguna con documentos clasificados como confidenciales. La orden entró en vigor después de que se conociera la noticia sobre las filtraciones del soldado Bradley Manning y otras de las llevadas a cabo por WikiLeaks.
¿CÓMO Y A QUIÉN ESPIAR?
En virtud de esta orden, a millones de empleados federales y contratistas se les pide que presten especial atención a los estilos de vida, actitudes y comportamientos -como problemas financieros, horarios laborales extraños o viajes sin explicación- de sus compañeros de trabajo, como forma de predecir si podrían resultar “un peligro para EE.UU.”.
Bajo el paraguas de dicho programa, cada vez que un trabajador es señalado por otro colega como potencial “amenaza para la seguridad nacional”, automáticamente se abre una investigación contra el sospechoso. Aquellos contra los que se abra una investigación de este tipo podrán enfrentarse a sanciones laborales o incluso a cargos criminales, según revela la mencionada publicación.
ALARMA SOCIAL
Sin embargo, incluso los propios asesores científicos de la administración Obama han cuestionado esta medida. Los expertos señalan que la eficacia de esta técnica para predecir riesgos en EE.UU. no está probada y que, bien al contrario, puede fomentar prejuicios étnicos y raciales, comportamientos ilegales y violaciones de la privacidad.
Las revelaciones sobre el Insider Threat Program coinciden con la crisis de confianza de la opinión pública estadounidense en el Gobierno, agravada después de que el excolaborador de la CIA Edward Snowden informara a la prensa sobre el programa ultrasecreto de espionaje global de Washington.
Dicho programa de vigilancia, denominado PRISM, abarca a unos 35 países sobre todo de Europa y América Latina y, según los expertos, va en contra de varios preceptos de la propia Constitución norteamericana.
Fuente: Russia Today
No obstante, sufragan sus costosos viajes a congresos internacionales, entrevistas con altos dirigentes políticos extranjeros y es asidua visitante a los senadores Marco Rubio y Bob Menéndez, acusado por corrupto, y los representantes Ileana Ros-Lehtinen y Mario Díaz-Balart, ambos hijos de testaferros del dictador Fulgencio Batista, prueba de que es una figura fabricada a la carrera para sus campañas contra Cuba.
Desde Estados Unidos creó un supuesto movimiento denominado Cuba Decide, para crear la ilusión de que hay una oposición política en la isla, pero otra vez la falta de quórum y apoyo del pueblo cubano la condenan al fracaso.
El descalabro de la política yanqui contra Cuba está precisamente en no aceptar que el pueblo decidió caminar por un rumbo diferente en 1959 y que ni guerra económica, ni mediática han logrado remover las bases populares de apoyo a la Revolución.
Los cubanos no olvidan los cientos de actos terroristas ejecutados por la CIA, incluida la guerra biológica que tantos muertos ha causado, como fueron los 101 fallecidos en la explosión del buque francés La Coubre, en marzo de 1960, los 73 pasajeros muertos como resultado de las bombas colocadas en un avión cubano en 1976 y menos aún los 158 cubanos que perdieron la vida en 1981, debido a la introducción por la CIA del Dengue Hemorrágico, epidemia que aun afecta a la población.
Las falsas acusaciones de Rosa María sobre inventadas represiones a sus seguidores en Cuba, son replicadas en las redes sociales, hechos que nadie ve, ni comprueba, pero son ampliamente divulgadas para construir situaciones virtuales, por las que en su momento ella tendrá que aclarar ante los tribunales cubanos por ser constitutivas de delito, algo también condenable en los Estados Unidos.
A pesar de las campañas mediáticas, el proceso electoral cubano se completará como siempre, los contrarrevolucionarios que pretendan auto proponerse como delegados de base en el Poder Popular, no tendrán respaldo alguno, primero porque ningún trabaja, son asalariados de Estados Unidos y en segundo lugar porque quien apoya a una potencia extranjera para mantener la guerra económica contra el pueblo sabe que jamás tendrá un solo voto.
La historia se repite unas veces como tragedia y otras como comedia, pero el Proyecto Varela II, irá a parar al mismo basurero.
Razón tenía José Martí cuando afirmó:
“¡Los flojos, respeten: los grandes adelante!”
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