Poco me importa las cuestiones relativas a la fe, poco tengo que decir sobre temas teológicos. Simplemente no tengo fe, así es que allá cada uno con sus creencias. Y nada me haría hablar de la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana si no fuera porque su jerarquía se inmiscuye constantemente en temas políticos y sociales de gran transcendencia, y además, en España, lo hacen utilizando recursos que provienen del Estado, en un país que dice llamarse, según su apolillada Constitución, aconfesional.
Ya he dado mi opinión sobre el Papa Francisco. Un hombre que se enfrenta a una tarea gigantesca como es renovar esa Iglesia caduca, trasnochada y cavernícola. O al menos eso parece por sus declaraciones. Desde luego, sus manifestaciones dictan mucho de ser como las de sus antecesores o las de la mayoría de los obispos.
Se trata de un hombre con ideas progresistas y así lo ha manifestado en casi todas sus intervenciones. Y que conste que me refiero a las que me pueden afectar, o sea a temas sociales y políticos de primera magnitud.
Pues bien, ha llegado el momento de que este Papa demuestre que de verdad quiere cambiar la Iglesia Católica. Sus palabras razonables ahora se pueden empezar a convertir en hechos. Porque ya saben aquello de que las palabras –aunque sean papales— se las lleva el viento.
Me refiero concretamente a contestar con contundencia a las acusaciones que la ONU ha denunciado sobre los temas de pederastia que se han dado dentro de la Iglesia. Tiene que demostrar que de verdad quiere que la Iglesia que rige cambie e inicie una nueva etapa donde, entre otras cuestiones, se denuncie y no se esconda a los pederastas que hay en ella.
Entiendo perfectamente que no es fácil. La curia romana, conservadora y acomodaticia, prefiere esconder sus delitos a denunciar a los culpables, pero ese es el cambio de timón que hay que dar, y Francisco tiene ahora la ocasión de demostrar que el movimiento se demuestra andando.
De momento la nota de respuesta del Vaticano no puede ser más continuista con su política ancestral, y al respecto del informe de la Comisión sobre los derechos de los niños de la ONU ha respondido que “lamenta ver en algunos puntos del informe un intento de interferir en las enseñanzas de la Iglesia católica sobre la dignidad de las personas y el ejercicio de la libertad religiosa”. ¡Toma ya! No está mal para empezar. O sea que pedir denuncias sobre actos pederastas es interferir en la Iglesia.
Juan Pablo II protegió a uno de los mayores pederastas de la Igleisa, Marcial Marciel el fundador de los Legionarios de Cristo. Posteriormente Ratzinger conocedor del problema no hizo nada para castigarlo ni tan siquiera para pararlo, y miró para otro lado. En todo caso, lo único que se ha conseguido hasta ahora ha sido gracias a los juzgados que han obligado a que la Iglesia en USA haya tenido que pagar indemnizaciones millonarios por sus delitos, o que los curas pederastas hayan sido trasladados de parroquia, localidad o función para disimular y hacer olvidar su delito. Jamás ha habido una denuncia por parte de la Iglesia por un delito tan execrable como la pederastia, en el que obispos y sacerdotes abusaron de niños y niñas.
Esta puede ser la primera piedra de toque importante para Francisco. Sin duda, ahora puede ejercer y llevar adelante su doctrina social, que en este caso no es sino denunciar y poner en manos de la Justicia, los casos de pederastia conocidos de la Iglesia y abrir las ventanas para que entre aire limpio y al mismo tiempo se investigue estos episodios tan odiosos. Veremos si este Papa, por fin, supera esta prueba de fuego.
Salud y República