Es algo que estuve pensando durante mucho tiempo y por fin decidí hacerlo. Quizás muchos de ustedes no usan Wattpad, o no quisieron entrar, o no la vieron, o "x" motivo a mi novela, así que pensé dejarles el primer capítulo por acá, que lo leyeran, vieran que les parece y si quieren seguir leyéndola en Wattpad o prefieren que la suba por acá... Cómo ustedes quieran. Estoy totalmente abierta a opiniones, eso sí ojo, esta novela la escribí hace un año y aún no la he releído completa para corregir errores que no he visto en el pasado. Subiré los primeros tres capítulos esta semana para que le den una probadita y... desde ya me despido. Disfruten de la lectura, saludos, Vani.
Capítulo 1¿Quién demonios es ese chico?
—¿Estás lista?— le pregunté a mi amiga Margaret mientras me alisaba el vestido.
—Sí... ¡No! Espera un segundo— gritó mientras corría hacia el baño. Rodé los ojos.
Estábamos arreglándonos para el cumpleaños de nuestra mejor amiga Narella. Había venido hacia su casa para prepararnos juntas. Ambas nos habíamos encerrado en su habitación hace horas. Lo que amaba de su habitación era su enorme espejo. Toda una pared era un espejo. Margaret bailaba y practicaba en su habitación. Era increíble tener algo así en tu propio cuarto. Su cama estaba más allá y sus cosas por ahí. Lo que más le importaba a ella era tener espacio libre para bailar. Era apasionada en eso.—Bueno, ahora sí— dijo Margaret y yo me di la vuelta para mirarla saliéndo de mis pensamientos—. ¿Cómo me ves?La miro de arriba a abajo mirando desde su pelo lacio color caramelo pasando a sus colgantes y por su vestido rojo apretado hasta sus tacos altos.—Sexy—contesto al fin. Sonríe.—Bien. ¿Tú ya estás?Me miro en el espejo. Solo tengo que girar la cabeza ya que ocupa todo un lateral de la habitación. Hago lo mismo que hice con ella. Empiezo mirando mi pelo planchado y mi flequillo hacia al costado, mi maquillaje, mis ojos y mis gafas. Paso por mi vestido negro con volado rosa de tela de gasa y termino en mis zapatos de tacón negro. Asiento.Margaret me hace lo mismo. Es una cosa que hacemos nosotras para tratar de estar perfectas.—¿Qué me dices?— le pregunto.—Pues, Lia, para mí estás ardiente—responde sonriendo y dándome una mirada picarona. Está loca. Ella y yo nos conocíamos hace unos cuantos años y ambas íbamos a la escuela juntas. Desde entonces fuimos amigas. Tuvimos química enseguida. — ¿Tú qué piensas?—Bien— me miro de nuevo—. Me gusta — sonrío.—Perfecto, entonces vámonos.Luego de eso nos subimos a un taxi y partimos a la fiesta.La casa quinta de los tíos de Nare no quedaba muy lejos así que llegamos bastante rápido. La fiesta se celebraría en el patio, al aire libre.El lugar era bastante espacioso, tenía decoraciones con globos, cintas, guirnaldas, entre otras cosas, de colores rosa, gris y negro. El césped estaba bien cortado y se me hacia fácil de caminar con los tacones. La música sonaba fuerte. Ya había gente en el lugar, bailando y tomando bebidas de las únicas mesas que habían ubicadas.Encontramos a Nare al fondo del patio.—¡Feliz Cumpleaños!— grité abrazándola.—¡Gracias! ¿Tomamos algo? Me muero de sed, no paro de ir de acá para allá. — Nare llevaba puesto un simple vestido plateado sin tirantes que le llegaba por arriba de la rodilla. Estaba bellísima esta noche con ese vestido, le resaltaban sus curvas—. Dios, si tan solo no hubiera desaprobado matemáticas papá me hubiera pagado mozos— se quejó. Su familia era bastante adinerada por lo que podía tener lo que ella quisiera, pero el caso no era así. Darío, su padre, no permitía que ella fuera una niña malcriada, entonces si Nare quería algo tendría que ganárselo y con pucheros, no iba a ningún lado.—¿Me ayudan con la comida?— preguntó.Margaret y yo asentimos y la seguimos a la cocina de la quinta. —¿Y qué tenemos que hacer?— preguntó Mar.—Solo agarren esas bandejas y colóquenlas en las mesas de afuera, mil gracias chicas.—¡De nadaa!— gritamos mientras salíamos con las bandejas en nuestras manos.Nos pasamos más de quince minutos llevando todas las bandejas a la mesa antes de poder disfrutar de la fiesta.Poco tiempo después todo el lugar estaba repleto de gente. Perdí de vista a Margaret. Era imposible caminar sin chocarse con alguien. Había visto a mis amigos del colegio por allí, pero un segundo que parpadeé y ya los había perdido de vista.—¡Lia!— llamó Nare. Me di vuelta buscándola y la encontré en la multitud tratando de llegar a mí. Recorrí el camino faltante.—¡¿Me ayudas con las bandejas vacías?!— gritó por arriba de la música.Me empujó de la multitud hacia las mesas y empezó a entregarme bandejas. Una vez que tuve más de cinco bandejas en mis manos me dio la vuelta y me empujó en dirección de la cocina.—Ahora lleva eso. Gracias.—De nada — dije mirándola molesta. Podía ayudarla pero tenía que ser de buena manera.—Lo sientooo— me respondió entendiendo mi mirada.Seguí caminando hacia la cocina cuando alguien me chocó bailando y casi se me caen todas las bandejas con restos de comida sobre mí. Me enderecé despacio acomodando las bandejas. Suspiré y cerré los ojos un momento mientras caminaba cuando me choqué con alguien. Abrí los ojos rápidamente para encontrarme con unos ojos verdes que lo acompañaban con un ceño fruncido hacia mí. —¿Se puede saber por qué caminas sin mirar?— gritó enfurecido una voz masculina.—Yo… lo siento. ¿Estás bien?— le pregunté al chico con quien me había chocado. Lo examiné para ver si se había hecho daño y… dios. Este chico sí que se la pasaba horas en el gimnasio. Sus músculos resaltaban bajo esa camisa de manga corta y sus bíceps… Madre mía.—Sí, estoy bien. Pero casi me manchas la camisa de comida por un descuido tonto — respondió fulminándome con la mirada. Dios, esa fulminante mirada verde me hacía sentir inferior— ¿Tan ciega eres?— lo miré con incredulidad.— ¿Qué? ¿Esas gafas no te bastan? Revísalas.Dicho eso, me empujó para poder pasar y se marchó. Joder. ¿Quién demonios era ese chico? ¿Y qué demonios le pasaba? ¿Por qué la necesidad de insultarme?—¿Lia? ¿Qué haces aquí parada?— me preguntó la voz de Nare.Mierda. Me había quedado parada en donde ese extraño chico me había corrido. Y había estado pensando en él. ¿Por qué pensaba en él? Él era frustrante y me había insultado. Deseaba no volver a cruzármelo. Y si me lo cruzaba, esperaba tener el valor para darle un buen bofetazo. Se lo merecía.—¿Lia? —repitió Nare agitando una mano sobre mi cara.— ¿Te vas a quedar allí parada?—¿Qué…? No, no, solo me había quedado pensando… No importa.Seguí con mi camino y dejé las bandejas.La fiesta siguió con su curso normal, chicos y chicas de mi edad bailando por todos lados. Me encontré con mis amigos del colegio y a Margaret. Nos movimos hasta más no poder, terminamos agotadas y sedientas. —¿Puedes esperarme un momento? Demasiado líquido, necesito ir al baño— le dije en el oído a Nare para no tener que gritar por encima de la música. Era innecesario que todo el mundo se enterara de ello.Nare asintió y me escabullí entre la gente dirigiéndome al baño.Como era una casa quinta, no teníamos baño público como los salones de fiesta, así que rezaba por no tener que encontrarme con una pareja haciendo sus cosas en el baño. El baño quedaba en las habitaciones de arriba, al final del pasillo.Pocos metros antes de llegar escuché gemidos. Oh. Dios. Por favor, no. Una y otra vez me repetía en la cabeza que los gemidos salgan de la habitación de al lado. Poco a poco me fui acercando a esa habitación y apoyé la oreja en la puerta. Silencio.Me separé y seguí caminando. Escuché los gemidos de vuelta junto con un gruñido varonil. Dios, que asco. A mis diecisiete años, aún siendo virgen, no entendía que le veían al sexo. En serio. Era todo sudoroso y pegajoso. Pero había personas que lo necesitaban como respirar. Igual, eso no quiere decir que no me atraigan los hombres, y que no disfrutara de sus músculos varoniles. De todas maneras, todavía no había conocido a ese chico que me hiciera querer hacer esa cosa que hacían aquellos dos en el baño; ni quería conocerlo.Al acercarme mucho más, definitivamente deduje que los gemidos salían del baño.Mierda. Mi vejiga estaba a rebozar y por más asco que me produjera pensar lo que estaban haciendo minutos antes, necesitaba ese baño. No iba a hacer mis necesidades detrás de un árbol allá fuera.Pegué mi oreja a la puerta y escuché. Sip. Definitivamente estaban teniendo sexo allí dentro. Se oían gemidos, gruñidos, y hasta un ¡Plap! que identifiqué como una palmada. Lamentaba tener que cortarles el rollo, pero hubieran elegido una habitación, no el único baño de la casa.Toqué a la puerta. No le hicieron caso. Joder, me iba a mear encima. Toqué otra vez. Tampoco. Poco tiempo después de mi tercera tocada, escuché un muy grave gruñido varonil y movimiento. A los minutos se abrió la puerta y salió una chica a la que no reconocí arreglándose el vestido y detrás de ella el extraño chico de antes.—Vaya— dijo él cruzando los brazos sobre su pecho y apoyándose en el marco de la puerta
— Tú otra vez. ¿Acaso no escuchabas que estaba ocupado el baño? ¿Qué? ¿Aparte de no ver, no escuchas?—No… no hay… — ¿Por qué balbuceaba?— No hay necesidad de insultarme— dije más firme.—Oh, lamento si te hice sentir mal. Yo solo decía la verdad.Demonios. ¿Cuál era su problema? Tenía ganas de darle el bofetón que me había imaginado antes. Pero no tuve agallas suficientes para hacerlo por lo que sólo pregunté enfadada:—¿Cuál es tu problema?—Que me molesten cuando estoy ocupado. Ése es mi problema. — dijo severamente.—Oh, sí, señor. Lo lamento mucho, pero yo necesito usar el baño—me mofé. Él no se movió— ¿Harías el favor de correrte?— grité sumamente molesta. Mi paciencia se estaba acabando.—Oh, sí, claro. Espera un segundo, olvidé algo— dijo y volvió a entrar en el baño. A los segundo salió con una caja de condones en la mano sacudiéndolo delante de mí como si quisiera mostrarme lo que se había olvidado. — Todo tuyo.
Y con una arrogante sonrisa se fue. ¿Pero qué diablos? ¿Por qué salió con esa caja a la vista? Con un gruñido de frustración entré en el baño y cerré la puerta. Pasé más tiempo del necesario en el baño pensando. Este chico era frustrante. ¿Por qué me insultó así? Lágrimas picaron mis ojos. ¿Por qué quería llorar? ¿Por qué ese imbécil me hizo sentir mal? No. No iba a dejar que me afectara. No estuve esforzándome todo este tiempo en reforzarme a mi misma para que algo como esta tontería pudiera lastimarme. Yo soy fuerte. Aprendí a serlo. Me lavé la cara con cuidado de no estropear el maquillaje para refrescarme y me dirigí a la puerta. Ahora tendría que cantar. Oh, mierda, que nervios. Hay más gente de la que esperaba. Con un suspiro, salí del baño. Tenía algo que hacer.