Revista Opinión

Pruebas de alcoholemia y políticos. Y otros agravios comparativos

Publicado el 13 septiembre 2016 por Elblogderamon @ramoncerda

Las pruebas de alcoholemia son cada vez más habituales. Insisten desde Tráfico en que el único objetivo es nuestra seguridad, pero es evidente que supone una importante recaudación que luego no revierte en esa seguridad de la que hablan. Las multas se tendrían que destinar a las mejoras de las carreteras, y si algo es evidente en estos últimos años, es que no se está invirtiendo nada.

Los políticos también sufren las pruebas de alcoholemia

#Pruebas de alcoholemia

Pruebas de alcoholemia. ¿Las sanciones son distintas dependiendo del infractor?

Se podría pensar que cuando paran a algún conocido podrían hacer la vista gorda (yo supongo que eso todavía ocurrirá, aunque dependerá de diferentes factores), pero es evidente que con los políticos no están haciendo muchas distinciones porque está siendo bastante habitual ver en las noticias que tal o cual político ha dado positivo en algún control.

Voy a comentar los dos últimos casos y lo que yo pienso al respecto:

La vicepresidenta de la Junta de Castilla y León, doña Rosa Valdeón dio positivo con 0,72 (el permitido es 0,25). Enseguida saltó la noticia a los medios. Y qué decir de las redes sociales, donde de inmediato se pedía la cabeza de esta señora y se exigía su dimisión inmediata. Personalmente no estoy en absoluto de acuerdo con eso. Dar positivo en 0,72 tiene unas consecuencias tasadas legalmente (pérdida de puntos o carnet y multa). Nada se dice en la normativa de que existan distintas penas en función de la importancia del personaje. Si me pillan a mí y me quitan el carnet ocho meses además de ponerme una multa de 1.000 euros (es un ejemplo porque no sé exactamente cuál es la sanción), eso mismo es lo que le tendrían que hacer a esta señora. Pedirle que además dimita, no me parece procedente. ¿O tendría yo que dimitir de mi cargo en la empresa?

Creo que nos exaltamos demasiado y pedimos mucha sangre, como si estuviéramos en un circo romano. Estoy de acuerdo en que al tener un cargo público se debe ser especialmente cuidadoso en las formas y hay que procurar dar ejemplo; eso no lo voy a discutir, pero de ahí a querer eliminar del plano político a una persona por una prueba de alcoholemia, va un trecho muy importante.

Voy a decir algo que sé que no se lo va a creer nadie, pero es la verdad: Ni siquiera sé de qué partido político es esta señora, o sea que mi opinión es totalmente imparcial. Opinaría lo mismo si hubiesen pillado a Rajoy, Rivera, Sánchez o Iglesias.

Se nos llena la boca diciendo que la ley tiene que ser igual para todos… ¿Por qué en un caso así queremos que sea distinta y peor para ellos? ¿Acaso es menos peligroso que bebamos nosotros a que beban ellos?

Al final ha dimitido y quienes pedían sangre estarán satisfechos. Yo no lo estoy.

Otro caso reciente y muy polémico ha sido el de José Antonio Moreno. En mayo triplicó el índice de alcohol en sangre y Ciudadanos decidió apartarlo de sus listas. Curiosamente ahora milita para el Partido Socialista. Yo solo tengo que decir una cosa:

A las personas hay que juzgarlas por su capacidad profesional para ejercer un determinado cargo. Pretender que finalice para siempre una carrera que podría ser exitosa por una prueba de alcoholemia no es justo.

Y no ocurre solo con lo de la alcoholemia. Soria ha tenido que renunciar a su cargo en el Banco Mundial porque no se le considera apto para representar a España porque tenía unas sociedades en Panamá. Unos días después se anunció que Almodóvar iba a representar a España con su última película. ¿Agravio comparativo? ¿Por qué uno sí que es válido para representarnos y el otro no? Y no, no estoy pidiendo que se retire a Almodovar de las nominaciones. Solo digo que no somos muy justos a la hora de determinar qué nos interesa y qué no.

El odio que se destila en las redes sociales no es positivo para nadie.

Todo esto me recuerda a una anécdota de cuando trabajaba en el concesionario de coches. A veces era inevitable que en el transporte de los vehículos nuevos alguno recibiera un pequeño golpe; o bien por el propio transportista, o incluso por las personas que los descargábamos. En cierta ocasión, un cliente que estaba esperando el suyo y que había llegado con una pequeñísima abolladura en la aleta trasera izquierda, se empeñaba en que lo devolviéramos a fábrica. Supongo que su intención era que se fundiera y se volviera a fabricar. Un completo desatino.

Pues algo parecido se está haciendo con los casos que he comentado; hay una pequeña abolladura que se puede reparar sin ningún problema y muchos preferirían la pena de muerte (o al menos la pena de muerte política).

Ramón Cerdá


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