Revista Historia

Pseudomona syringae, la bacteria capaz de hacer llover

Por Ireneu @ireneuc

Cuando observamos la naturaleza con un poco de calma y detenimiento (por ejemplo durante las vacaciones), no deja de sorprendernos la cantidad de seres vivos que interactúan entre si y como llegan a crear unas relaciones totalmente increíbles... sobre todo si nos toman por el alfiletero de un sastre ( ver Una solución al mosquito tigre). Los científicos, cotillas profesionales como son, con el pasar de los años de observación de la naturaleza, han descubierto que la relación entre los seres vivos y el planeta puede llegar a ser tan brutal que el mundo que nos rodea no sería el mismo si todos esos seres no hubieran existido ( ver Cuando el hombre y los pedos de mamut produjeron una glaciación: el Dryas Reciente ). No obstante, a cada día que pasa, los investigadores hallan nuevas interacciones aún más sorprendentes y vitales para la vida en el planeta. Tal es el caso de la bacteria Pseudomona syringae, la cual podría tener un papel clave en el funcionamiento de algo que nunca relacionaríamos con un microorganismo: con provocar lluvias.

Que la relación entre la biosfera y la atmósfera era más íntima que la de la gente en un vagón de metro en hora punta, es algo que se conoce desde hace mucho tiempo ( ver El insólito fertilizante del Amazonas llamado polvo del Sahara). Sin embargo, lo que no se sospechaba ni remotamente era que había bacterias que eran capaces de hacer llover y utilizar la lluvia para dispersarse por el ambiente para, de esta forma, poder llegar a zonas donde no llegarían yendo por la tierra. Un sistema de transporte ciertamente peculiar.

Los investigadores, mientras que estudiaban los efectos de las heladas sobre las plantas de cultivo, vieron que algunas bacterias del género Pseudomona, bien conocidas por crear manchas en la superficie de las plantas, tenían la capacidad de hacer subir la temperatura de congelamiento del agua. Ello significaba que, en vez de congelarse a 0 grados, se congelaba por encima de este nivel hasta los +1.8º, gracias a la interacción con una proteína específica que estas bacterias con forma de croqueta con cola tienen en su superficie, y que les permite ordenar las moléculas de agua de tal forma que favorecen la creación de hielo. ¿Y para qué esta facultad? Pues para comerse las plantas. Sencillo.

Efectivamente, la Pseudomona syringae, especie de gran virulencia infecciosa que afecta a tomates, remolachas y diferentes cereales, aprovecha su capacidad de hacer cristalizar el agua por encima de 0º para hacer daños sobre la superficie de las hojas aún antes de producirse la helada, y así poder infectar la planta. Lo más gracioso es que, para distribuirse por el ambiente, esta bacteria aprovecha los aerosoles (digamos las microgotitas) que se forman cuando choca una gota de lluvia contra el suelo para "montarse" en ellas y dejarse llevar por el viento hasta zonas muy alejadas. Pero no acaba aquí la interacción con la lluvia.

El microorganismo, de esta forma, al estar volando dentro de una microgota de agua, tiene la capacidad de congelar el agua a su alrededor, creando un núcleo de hielo a partir del cual se genera o bien una gota de lluvia (en caso de temperaturas relativamente altas) o un núcleo de granizo (con temperaturas bajas y corrientes de aire fuertes), con los cuales desplazarse y colonizar nuevos territorios.

Así las cosas, la presencia de Pseudomona syringae en la atmósfera estaría directamente implicada en la producción de lluvia y de granizo en numerosas partes del mundo, ya que actuarían como núcleos de concentración de humedad permitiendo una precipitación que, de otra manera, no se habría producido. No en vano, se han encontrado en grandes cantidades en el núcleo del granizo, mientras que prácticamente no hay en su superficie.

Total, que por mucho que nos creamos que conocemos al dedillo todo el mundo que nos rodea y que somos los " putos amos" de la Creación, jugando con nuestro medio ambiente como nos sale de los mondongos, la verdad es que es mucho más lo que ignoramos que lo que conocemos de él. Un desconocimiento que, fruto de la soberbia y falta de humildad humana, puede llevarnos a generar un "efecto mariposa" tal que, en vez de ser los beneficiados, seamos los principales afectados.

Y es que la ignorancia, siempre, siempre, es atrevida.

Demasiado.


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