Por: Berta Loret de Mora
“El verdadero dolor es indecible. Si puedes hablar de lo que te acongoja estás de suerte: eso significa que no es tan importante. Porque cuando el dolor cae sobre ti sin paliativos lo primero que te arranca es la palabra” (Rosa Montero, 2013)
¿Y cuál es el destino de estas palabras no dichas? Se convierten en un silencio que forma nódulos de dolor que crecen más con el tiempo.
Es por esto que los psicoanalistas pensamos que hablar de lo que nos sucede tiene un efecto reparador. Ya hace más de cien años que el doctor Sigmund Freud creó “la cura por la palabra” a la que llamó psicoanálisis.
El sufrimiento que permanece sin expresarse se manifiesta más tarde en síntomas neuróticos, enfermedades psicosomáticas por medio de las cuales el cuerpo expresa lo que nuestra mente no ha podido pensar. O puede manifestarse como crisis de ansiedad, mal de nuestros tiempos. Pero también el dolor toma la forma de depresiones crónicas en las cuales se pierde el sentido de ser alguien con un destino esperanzador.
Es por esto que es importante en la vida cotidiana darse un tiempo para pensarse a sí mismo. Hablar de la propia historia para escapar de ese lugar que nos determina que es la infancia a través de narrar al niño que no tuvo una escucha. Validar su palabra y permitirle existir.
Se acusa al psicoanálisis de quedarse atrapado en el pasado. Sin embargo, en nuestra mente el pasado es un constante presente, es lo que somos y lo que estamos siendo. El pasado está vivo y encarnado en el sufrimiento neurótico. Pero las palabras que curan no pueden ser dichas al viento. Hablamos siempre para otro. Buscar curarse hablando solo es como querer volar jalándose del pelo.
Entonces nos preguntaremos, ¿a quién tienen que estar dirigidas estas palabras para que tengan un efecto curativo? A otro que escucha, pero no de cualquier forma. Elpsicoterapeuta ha desarrollado una escucha transformadora que promueve el encuentro consigo mismo. A través de hablar a quien sabe oír podemos regresar a escucharnos más a nosotros mismos. La escucha psicoanalítica nos devuelve nuestra propia imagen enriquecida por la dinámica de un diálogo comprometido, sin juicio crítico, empático y respetuoso. Es por esto que el más adecuado para oír el sufrimiento es un psicoterapeuta entrenado en el arte de escuchar.
El psicoterapeuta ha de haber pasado a su vez por un largo camino de formación que incluye un proceso terapéutico propio, un conocimiento de la teoría psicoanalítica, a la vez que muchas horas de supervisión que le ayudan a reconocer sus puntos ciegos. Además, ha de estar formado en la ética que lo lleva a asumir el fuerte compromiso de ponerse al servicio, sin abusos y con todo su conocimiento, de un ser humano que sufre y por esto se encuentra en un estado de fragilidad.
Esta preparación promueve un autoconocimiento que fomente ser seres humanos íntegros con una profunda comprensión del dolor psíquico de los demás.
Vivimos en un mundo de mensajes breves, de contactos casuales. En muchas ocasiones nos involucramos en pláticas estériles en las que nos sentimos más solos, más aislados y menos humanos.
Frecuentemente las palabras no cuentan historias sino son apenas el título de un relato. Cada vez nos decimos menos, nos narramos menos, nos extraviamos más de nuestra genuina naturaleza. Es por esto, y no lo digo en broma, que en cada ciudad, en cada colonia, cerca de cada parque, en cada plaza tendría que poderse encontrar a otro ser humano dispuesto a escucharnos y preparado para hacerlo.
Sólo en la relación con los otros, en el diálogo creativo podemos recuperarnos, podemos encontrar las palabras perdidas y vivir sin miedo en nuestro interior.
*) Coordinadora de la Maestría en Psicoterapia Psicoanalítica de la Universidad Marista de Mérida.
Fuente:http://yucatan.com.mx/imagen/religion-imagen/en-busca-de-las-palabras-perdidas
Editado por : Raquel Ferrari
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