Existen las dos Españas de las que hablaba Machado.
Y es que se debe elegir entre Cola cao o Nesquick.
Entre Pepsi y Coca Cola.
Entre café o té.
Y entre gato o perro:
Las dos Españas se dividen entre los que prefieren gato y los que prefieren perro.
Aquellos que pertenecemos al grupo de fans de los gatos somos, definitivamente, el grupo menos popular. Tenemos a la industria audiovisual en contra, con todas esas películas de Disney con gatos malvados que persiguen a adorables ratoncitos (señores de Disney, ¿desde cuándo un ratón es adorable?, ¿DESDE CUÁNDO?). Tenemos al poderoso lobby de los amantes de los perros empeñados en decir que los suyos son más leales y más cariñosos y son lazarillos y encuentran droga en los aeropuertos y todas esas cosas tan útiles. Y tenemos a los tópicos en contra, diciendo que los gatos son maliciosos, ariscos y presuntuosos. Desmontemos mitos:
Los gatos son inteligentísimos.
Falso. Los gatos parecen inteligentes porque son muy elegantes. Pero no. Son como Nati Abascal. En cuanto pasas un rato con ellos te das cuenta de que todo es fachada. Los gatos son vagos, torpes, dormilones y no especialmente brillantes. Se resbalan contra la pared que han visto todos los días de su vida cuando se emocionan y corretean por el pasillo. Se piensan que tu pie moviéndose bajo el edredón de la cama es un ser misterioso al que deben cazar. Y ni siquiera reconocen su imagen en el espejo. Desde luego, serían incapaces de encontrar droga oculta en ninguna maleta, al estilo de un perro policía. En todo caso serían capaces de localizar un paquete de jamón york, para comérselo.
Los gatos son bipolares.
Verdadero. Un gato duerme. Duerme. Duerme. Abre un ojo. Cambia de postura. Duerme. Duerme. Y de repente se despierta, se despereza, y empieza a correr por la casa como si hubiera caído en la cuenta de que tenía que pagar el gas y le va a cerrar el banco. O está en el sofá hecho una ensaimada y haciendo el vago cuando, de repente, ve una sombra que le parece sospechosísima y la ataca, cuando es una sombra y nada más que una sombra (leer punto número 1).
Los gatos son cazadores y depredadores
Falso. Eran cazadores y depredadores. Ahora, como casi todos los hombres mayores de 30 años de nuestra generación, son niños grandes. Acostumbrados a la calefacción central, a la comida que aparece mágicamente en su platito sin necesidad de cazar y a los mimos indiscriminados, los gatos se han olvidado de su instinto. Os aseguro que yo cazo moscardones con más eficacia que mi gato.
Los gatos no quieren a nadie
Falso. Mi gato me adora. A mí y a la tabla que está encima del radiador cuando está caliente, y al sofá. Nos quiere a los tres muchísimo. Lo que pasa es que su manera de querer no es la de un perro. Si un perro fuera humano lo denunciaríamos a la policía por acosador. Sería peor que Glen Close en "Atracción fatal" porque, ¿es sana una relación tan dependiente en la que uno de los dos miembros de la pareja se mea de la alegría cuando vuelves a casa? Eso no puede ser bueno. Mientras que el gato, como mucho, se despierta de su siesta y va a recibirte al pasillo.
PD: en realidad lo de las dos Españas no es tan radical. Yo soy una talibán del café. Prefiero la Coca Cola a la Pepsi y los gatos a los perros, pero entre el Cola Cao y el Nesquick, tengo el corazón dividido, ¿y vosotros? ¿a cuál de las dos Españas pertenecéis?