Revista América Latina

Psicosoma | Restaurar: Blancanieves

Publicado el 03 enero 2024 por Jmartoranoster

Reparar, recomponer o reconstruir el alma, el cuerpo, el espíritu o las energías es a lo que nos lleva el silencio y la reflexión durante estos días que nos regala la Navidad, así como el término del año 2023 y el inicio del 2024, para los creyentes del mundo cristiano.

En cada religión, las creencias abogan por la tan ansiada felicidad, con sus modos y estilos diferentes. Sin embargo, en el fondo, ellas solo reflejan el temor a la finitud de la vida. Realmente, es casi imposible aceptar el «día luminoso» o el «callejón transparente».

Voy al encuentro del posible desprendimiento, del último viaje. En estas fechas muchos nacen y mueren en la sana siembra de la Pachamama. Es el ciclo del retorno que nuestras ancestras y ancestros nos enseñan, mientras siguen viviendo o muriendo todos los días en la cabecera de los ríos al cuidado de nuestra Pacha, en las estaciones del alma y los equinoccios y solsticios del cuerpo humano.

Una magia, un milagro, un extraordinario sentimiento me produce el conocer a «Blancanieves», cuyo verdadero nombre es Carmen Lidia. Ella se une al recuerdo de mis abuelas, mis tatas, con esa melancolía familiar que se me quita en un nanosegundo gracias a las selfies. Siempre quise conocerla y soñé muchas veces con ella, pero nunca me atreví a pedir permiso para verla, hasta el 7 de diciembre, cuando la visito con ese propósito. Llueven fotos de perros y de mi hermanita. En pleno mediodía, Blancanieves reluce con su melena nívea y bella. En verdad, siento las últimas despedidas y vienen a mi memoria las imágenes de mi papá. Entonces estrecho delicadamente a la madre de mi amiga del alma.

Le digo azorada a las personas que la cuidan que la llamen Blancanieves. No sé de dónde me brota eso, y me muerdo la boca, pero ya es tarde. Menos mal que se ríen. Doña Carmen Lidia tiene cinco hijos, como mi madre y yo. Dormita. ¿Qué sueña? Despierta sonreída y continúa hablando. La veo y reconozco la difícil vida que tuvo al tener que sacar adelante a su familia, sola, y restaurarle el alma, en su vejez, a cada hijo e hija. Digo esto pensando también en mi madre, que me cuida y regaña en las videollamadas.

Un alma noble es la de la cantautora Katia Castro, a quien cuido (si no es al revés). Ella es «mi curruña», una cantante invidente de mis cuitas «adolescentes». Me hace recordar a mi familia y a mi padre, contento, cuando dijo, al marcharse: «Voy de viaje, mi negra». Siento su último beso en la frente, su mirada y un fuerte abrazo que me hace crujir los huesos. Eso fue en el año 2018.

Nunca entendí de restauraciones ni renacimientos al estar escapada de mi familia con la explosión del Cono Sur. Siempre quise regresar, y me costó entender que eso es también un sueño. «… el vivir solo es soñar… toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son». En ese tránsito conocí el amor y fui amada. Comprender y sentir que todos los días morimos, y algunas veces renacemos mejores, nos haría distintos, y los traumas de la primera infancia serían mejor comprendidos. En cambio, nos venden la absurda incomprensión, y encapsulan todo en la idea de las «familias tóxicas», «disfuncionales», mientras decretan los deseos y alegrías con «luces de bengala», luces por doquier, en plena oscuridad y carnicería humana.

Trabajar en la restauración familiar, estudiar el lugar que se ocupa en la familia, en la relación con la madre y el padre y el analizar la época del amor y la reproducción fueron algunas de tantas formas de remendarme con agujetas o crochet. Cuesta estar consciente y sintiendo para no repetir los errores. Algo que ayuda es no juzgar y aprender a agradecer a la familia la vida biológica que nos dio, pues es fácil culpabilizarlos, convertirse en víctimas o tener ideas suicidas. Ayuda más sentir amor hacia el ser humano, iridiscente y errático…

Cada época tiene sus formas de crianza y cada madre y padre hizo lo posible y repitió estilos de sus historias familiares. La previa del embarazo, la gestación y el parto, así como la primera infancia, siguen siendo etapas neurales en el proceso del desarrollo biopsicoemotivo, lo cual no quiere decir que se corten atajos y se alquimicen procesos para restaurar el alma y el soma.

Dejemos de culparnos y aprendamos a tener mejor disposición todos los días.

«Blanca nieves»,

mi abuelita tica de Santa Ana, te conocí

y despedí

un viernes ventoso familiar.

Eternidad tibia de una tez transparente.

Gracias por tus instantes infinitos en el cielo celeste.

Me abrigas con tus caricias y sonrisas.

Rosa Anca

Psicosoma | Restaurar: Blancanieves

Volver a la Portada de Logo Paperblog