Los socialdemócratas vuelven al poder en Suecia, gobiernan en Francia e Italia, en Alemania están en coalición con la derecha cristianodemócrata, y en todos esos lugares hacen políticas capitalistas.
La marcha del mundo les ha hecho olvidar el igualitarismo radical y, como dice Jean-Christophe Cambadélis, el primer secretario del Partido Socialista francés, “no hay un solo socialista a favor de la ruptura del capitalismo”.
Quedan lejanos los tiempos en los que, definiéndose marxistas, defendían la “dictadura del proletariado” enunciada por Marx, aunque rechazaban la vía de Lenin y demás dictadores comunistas que provocaron cien millones de muertos, de hambre o asesinados.
Creado el Estado del Bienestar en el siglo XX por cristianodemócratas, liberales y socialdemócratas, en el XXI esas ideologías se enfrentan a tres grandes cambios en la política, la economía y la historia mundiales.
1.- Emerge China comunista como ferozmente capitalista.
2.- Lenta retirada de EE.UU. del exterior al autoalimentarse y exportar hidrocarburos con las explotaciones de esquisto sin necesitar perentoriamente del de medio Oriente.
3.- Eclosión del terrorismo islamista.
En esta situación la única salida para las socialdemocracias europeas sigue siendo mantener el capitalismo suave, algo menos duro que el derechista, porque esa derecha contiene liberalismo y humanismo cristianodemócrata, versión deísta del socialismo ateo.
Lo demás, o es nacionalismo peligrosamente cercano al nazismo, o es como Izquierda Unida y Podemos en España, la vuelta a las ideologías despreciadas ya por China, el último faro comunista.
La clase obrera explotada es la china, competencia barata de la occidental y la que lleva al paro y reduce su nivel de vida, como en España.
O capitalismo, o el líder socialista Pedro Sánchez fracasará como los desorientados socialistas franceses, una luz que lanzaba ideas y que se apagó al quedarse sin energía.
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SALAS