Los catorce eurodiputados socialistas españoles, en especial Ramón Jáuregui y Elena Valenciano, capitalizan estos días el debate con la Gestora del PSOE sobre el futuro de la socialdemocracia en España y en la UE, que ven con creciente pesimismo.
Desde sus balcones en Bruselas y Estrasburgo vivieron la paulatina caída de la influencia socialista en todo el continente, y aunque siguen siendo la segunda fuerza parlamentaria, los populismos, que son ultras de derechas e izquierdas, se les acercaban rápidamente.
Unos y otros, como los eurodiputados del Frente Nacional francés que abandera la familia Le Pen o los del Podemos español, reclaman la salida del euro y la ruptura de la UE.
Los eurosocialistas españoles lamentaron en un comunicado oficial el pasado 26 de octubre que Unidos Podemos, su nombre actual, mantuvieran esa postura que ambos tratan de airear mínimamente en España.
Esa coincidencia de las ideologías ultras en la lucha contra la Europa Unida, creada el principio para evitar nuevas guerras europeas, daña a quienes, como los socialistas, defienden que la libertad comercial es imprescindible ahora para la prosperidad de todos.
Y en eso los socialistas coinciden, lo mismo que en las grandes doctrinas económicas, con los partidos conservadores.
La socialdemocracia le impuso a los partidos conservadores europeos sus mejoras sociales, con propuestas laborales y sociales progresistas.
Ese triunfo es la causa de su presente derrota, quizás provisional: ambas ideologías sólo difieren en matices.
El problema del PSOE ya no es quién lo liderará tras el fiasco de Pedro Sánchez, que acercándose a Podemos terminaría proponiendo igualmente la salida del euro y de la UE.
Es el de toda la socialdemocracia europea, que carece de variantes identificativas frente a la derecha moderada. Mientras, los populistas prometen suicidios rituales, pero emocionantes.
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