Revista Opinión
Víctor d'Hondt
En concepto riguroso y técnico, un Golpe de Estado, según el DRAL, es“1. m. Actuación violenta y rápida, generalmente por fuerzas militares o rebeldes, por la que un grupo determinado se apodera o intenta apoderarse de los resortes del gobierno de un Estado, desplazando a las autoridades existentes”.Ampliando el concepto en Wikipedia, leemos:“Atendiendo a la identidad de sus autores, suele presentar dos formas: el golpe de palacio o golpe de estado constitucional, cuando la toma del poder es ejecutada por elementos internos del propio gobierno, incluso de la misma cúspide gubernamental; el golpe militar o pronunciamiento militar, cuando la toma del poder es realizada por miembros de las fuerzas armadas. El pretorianismo es la influencia excesiva del poder militar en el gobierno civil, que en muchos de los casos lo llevan a cabo mediante los golpes de Estado o pronunciamientos.1 Más recientemente se ha usado el término golpe de mercado para referirse a los cambios institucionales producidos por presiones de grupos económicos, utilizando mecanismos de desestabilización y caos en la economía.”.En sentido figurado, nosotros nos atrevemos a intentar una nueva definición según la cual un golpe de Estado pacífico y político sería aquel en el que uno o varios partidos, mediante un acuerdo extraparlamentario, se confabularían para subvertir el orden propiamente democrático, que proclama el gobierno legítimo de la mayoría del pueblo, para el pueblo y por el pueblo.Esta definición está basada en la etimología de la palabra democracia: demos, pueblo, y cratos, poder, poder del pueblo y, de acuerdo con ella, no tendría más remedio que configurarse el gobierno de un país sino estableciendo unas reglas para que el pueblo acceda a dicho gobierno a través de condiciones igualitarias, lo que en modo alguno sucede en España, donde los genuinos representantes de la oligarquía gobernante durante 40 años de franquismo, con alguna que otra incrustación de sedicentes progresistas, como coartada, establecieron una Constitución que consagra, prácticamente, para siempre, un sistema de elección de los representantes del pueblo que viola radicalmente la norma más elemental de la democracia: un hombre, un voto, que significa, si no se utiliza ninguna clase de subterfugio, que todos los partidos que concurran al arco parlamentario precisarán, para tener un representante en el parlamente nacional, el mismo número de votos.Esto es tan así, dejando aparte los capciosos razonamientos que una derecha canallesca y tramposa impuso cuando se pactó la Constitución, a fin de que las circunscripciones electorales donde se concretan los veneros sagrados de la ultraderecha gozaran del injustificado privilegio de que las gentes que allí habitan necesiten, para la elección de sus representantes, mucho menos votos que los de las periferias de las grandes ciudades que son el ámbito en el que se amontonan los viveros de la izquierda, lo que da el aberrante espectáculo de que los partidos progresistas precisen para la obtención de un diputado decenas de miles de votos más que las circunscripciones en las que residen los votos tradicionales de la derecha.Por eso, no es en vano que los componentes de ese M15M, recojan en sus manifiestos, como 1ª exigencia, la abolición de la famosa Ley D`Hondt que favorece descaradamente los intereses de los partidos retrógrados en evidente perjuicio de los progresistas.Es por eso que titulamos, hoy, nuestro trabajo "Golpe de Estado permanente del Psoe y del PP", porque estos partidos gozan de la mayoría de las Cámaras suficiente para proponer y sacar adelante una ley que variara este estado de cosas.Pero no lo harán nunca, si no por otra cosa, por aquello de que nadie tira piedras contra su propio tejado.