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Hierba inmóvil yaces como felino hiedra insomne es tu ovillo de plata; pubescente piedra un niño te llora, helado de tumbas, luz de verano.
Tus ojos, erótico color cielo, hacia arriba, mi voz, te llega adentro; huerta translúcida de los frutales estrella que sangra el firmamento.
Tu esternón, caja de una resonancia orgánica humana, plena de savia, eco de laberintos medievales; siglos enteros medrando la rabia scripta música, benedicta planta.
Sin esas cruces de la Jerusalén celeste, con esta pata de oca, aguja urbanita; con la Virgen Blanca, tú, la Pulchra leonina. Sin la Regla, ya sólo nieva en la montaña, con la fría huella de Marialba en la ribera.
Chema García