El mundo de las series policiales, de misterio o crímenes en Gran Bretaña, es tan amplio que cualquiera diría que la mayor cantidad de asesinos seriales y pervertidos sexuales se encuentra ahí, en las tierras de la corona inglesa, y no en el cliché norteamericano. Lo cierto en que en una de sus más valiosas expresiones culturales, que irónicamente es la televisión, se encuentra todo un mundo interesantes historias.
Otro punto a favor es la duración de muchas de ellas, miniseries en su máxima (o mínima) expresión. Así encontramos algo como Public Enemies, emitida este año en la pantalla de la BBC y con apenas tres capítulos, que resulta una buena experiencia televisiva para el espectador ávido de misterios no resueltos y un poquito de tensión sexual, ya que estamos.
Public Enemies tiene un punto a favor ni bien empezar: el reparto. Encontramos a Ana Friel (Pushing Daisies) y Daniel Mays (Outcasts) en los roles de una agente del programa de reinserción de ex convictos y un homicida recientemente liberado, acusado de haber asesinado a su novia diez años atrás.
Con la liberación del personaje de Mays se abre una breve pero intensa historia en la que se mezclan los debates morales al interior del personaje de Friel, y la tortuosa psiquis del ex preso, que construye más que bien un personaje entre frágil, infantil y perverso. Sin dudas el trabajo de Mays es el más destacable de la serie, con unos buenos picos dramáticos que logran que el televidente pase de confiar en él a repelerlo, con la misma rapidez que lo hacen la propia agente y la familia de la víctima de una década atrás.
No obstante, no son todo color de rosas en la calidad de la serie, aunque claro, siempre entra la apreciación personal. Para el nivel de desarrollo que tiene la trama en su primera mitad, el final quizás sabe a poco. O, al menos, a un desenlace demasiado complaciente con el espectador, cuando las series británicas muchas veces se destacan por ir a resoluciones un tanto más escabrosas o profundas.Sin adelantar datos del final, como tampoco de los primeros giros de la trama (justamente por el tema de la brevedad con que se desarrolla) cabe decir que la serie tiene puntos flojos, pero también una buena construcción de climas, que sin colocarla en un lugar sumamente destacado para un género de por sí muy brillante en ese país, sale airosa como un buen producto, construído con buena mano.
Por el lado del personaje de Friel, si bien psicológicamente no parece tan atractiva como el torturado Eddie de Mays, tiene buenos giros morales, interesantes. Básicamente partimos de la base de que la agente está bajo el atento ojo de las autoridades de su departamento ya que en su última intervención supervisó la probation de un ex convicto que se ganó su confianza y terminó asesinando. Con ese tono denso, en el que todo amenaza con irse al diablo en cualquier momento, es que entramos en el juego mental del que también ella es víctima, con un Eddie errático que, más allá de todo lo inocente que pueda parecer, es un completo manipulador.
Esa delgada línea entre el personaje débil y amable y el psicópata oculto es lo que mantiene la tensión de la historia. Una tensión resuelta a tropezones, pero tensión al fin.