En Chicago, años 30, llegaban los gánsteres muy amables a una tienda y le preguntaban a los dueños que cómo eran capaces de vivir sin seguridad alguna estando el mundo lleno de gánsteres que podrían dejarles sin nada, o matar a toda su familia.
“Fíjense lo que podrían hacer con ustedes los malos”, decían sonrientes los racketeers, mientras ponían sobre el mostrador una lata de gasolina y con dos pistolones apuntaban a la cabeza del hijo pequeño, que estaba por allí.
“Nosotros queremos ayudarles, por lo que les conviene contratar nuestra mutua de seguridad. Así, nadie les agredirá”.
España, 2012. En las televisiones aparecen conocidos presentadores de ambos sexos. Sus rostros, ahora, transmiten preocupación.
Miran fijamente a la cámara e inician su mensaje con dramatismo: “El último lugar donde cualquiera querría estar solo es en su propia casa, porque inesperadamente puede aparecer allí un asaltante, o una banda, que usará una violencia desmesurada contra usted”.
El televidente, hipnotizado, se asusta con esa posibilidad. Hay que imaginarse el terror de una anciana o anciano de los innumerables que viven solos en España ante ese anuncio de su presentador o presentadora más respetados.
Se agitan. Su casa siempre fue su refugio seguro, pero ahora no. Todos creían que la inseguridad estaba en la calle, en un barrio peligroso, entre drogadictos o bandas callejeras, pero, no: el hogar es el lugar más peligroso que existe.
Ese mensaje, realmente, asusta incluso a tipos de 1,90 de altura, poderosos músculos y practicante de artes marciales.
“Pero se puede recuperar la tranquilidad contratando la compañía de seguridad que tiene un sistema que conecta la casa con esa empresa y con la policía”.
Y entonces uno ve a sus locutores predilectos como a los racketeers de Chicago. @cronicasbrbaras
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SALAS