Decía Voltaire, uno de los auténticos padres de la libertad, más o menos, porque no tengo tiempo ni ganas de buscar la cita exacta, que “detesto lo que usted dice pero daría mi vida para que usted pudiera seguir diciéndolo”. ¿Donde hay que firmar? Esta sí que es la verdadera libertad y no ésa de mentirijillas en la que cada uno de nosotros se instituye como juez-coño, la maldita palabra-de todos los demás y les dice lo que deben o no deben de hacer. Y esto a propósito de Público que me ha vuelto a censurar un post más. ¿Y van? Reconozco paladinamente que el post es fuerte, muy fuerte, y no sólo por el contenido sino también por el lenguaje. Se trata de ése que colgué ayer en mis dos blogs, bajo el título de “Una nueva rebelión de las masas, y nada orteguiana, por cierto”. Que en él se incite a los oprimidos a terminar como sea con toda esta gentuza que nos gobierna hoy y con sus asquerosos, repugnantes, coautores, porque son algo mucho más que cómplices y encubridores, a seguir la suprema lección de Hamlet, cuando nos enseñaban que lo más noble es acabar con las injusticias, como sea, si hay que matar a la propia madre, se la liquida y en paz, y el dictamen jurídico de 2 de los más afamados juristas históricos, los padres Vitoria y Suárez, que justificaban plenamente sublevarse y matar al tirano cuando los crímenes de éste superaban ciertos límites, puede parecer exagerado pero no lo es, yo creo que es todo lo contrario, es el primer deber de todo hombre que se considere un ser humano y piense, como yo, que nada humano le es ajeno. Y los canallas y sus cómplices dirán "¿sí, pero quién es el que le pone el cascabel al gato, quién es el guapo que dice dónde coño están los límites y da las órdenes para que comience la masacre?". Y yo, que soy ya demasiado viejo y que, por ello, lo he visto ya todo, y que estoy lo suficientemente loco para no temer ya nada porque a la cárcel ya no puedo ir porque tengo casi 84 años y ayer mismo sufrí una angina de pecho de la que tuve que ser atendido en “urgencias” de un puñetero hospital, digo tajantemente que yo estoy dispuesto a asumir ese ingrato papel de decir que esta gentuza que dice gobernarnos y sus cómplices psoístas “et alteri” han traspasado ya todos los límites tolerables y, por lo tanto, ya no hay más solución que la insurgencia, pase lo que pase y cueste lo que cueste. Esto, en cuanto al fondo. Pero quizá la forma era aún peor porque hablaba de follar y de cojones porque lo exigía cada una de las frases en las que estas palabras, admitidas por el DRAL, se utilizaban y no era el caso de andarse con remilgos estéticos al denunciar la intolerabilidad de lo que nos está sucediendo, precisamente porque la ética ya no nos permite ni un instante más seguir soportando este crimen que se está cometiendo contra nosotros. Y entonces va el jodido Público, el diario defensor de todas las libertades y no permite que mi honorable e intachable panfleto, que como tal es perfectamente admisible, aparezca por sus impolutas páginas. Coño, no. O somos o no somos. O somos libertarios, que no liberales, o nuestra postura no es más que una más para cubrir un hueco existente en el jodido espectro de estas falsas libertades bajo las que se amparan todos los que están machacando a la pobre gente, desde los ancianos a los que nos están empujando descaradamente hacia la muerte y los niños y jóvenes a los que están condenando a la más perversa de las ignorancias y, por lo tanto, a la más completa indefensión los canallescos Rajoy, Wert y compañía. ¿Es que no se puede decir esto así, como mandan los cánones de la escritura, tal como nos enseñaron Lope de Vega y Quevedo, cuando dijeron aquello de "que pues lo paga el vulgo es justo hablarle en necio para darle gusto"? Sólo que ellos que vivían en otros tiempos no tan canallescos como éstos, los nuestros, pudieron ser más comedidos en sus expresiones. Hoy, no, hoy no podemos seguir ni un instante más cogiéndonosla con papel de fumar porque esto no hace sino provocar las risas descaradas de nuestros asesinos. Hoy todo aquel que se considere un hombre y crea que por ello nada humano le puede quedar ajeno, tiene que tomar armas contra la injusticia hasta acabar con ella, como nos dijo Shakespeare, a través de su criatura más famosa. Y a Público, mientras tanto, que le vayan dando, por hipócrita.