Pintura: La noche estrellada (1889), de Vincent van Gogh.
En general la gran mayoría coincide en observar que el devenir diario de nuestros quehaceres es una causa efecto de aquello que estamos sembrando en nuestras vidas, nos pasamos la vida sembrando causas más o menos acertadas y recogiendo sus frutos.
Muchos son también los que ven el juego de la vida como eso mismo un juego y aunque en los juegos en los que participamos siempre existe un ganador que consigue el objetivo marcado, en el juego de la vida, ese ganador y ese perdedor no está tan claramente definido, incluso como pasa en los buenos juegos de estrategias será necesario quedarse parado o retroceder para llegado el momento poder avanzar el doble o el triple o simplemente el paso que era mejor no precipitar. El conocimiento adquirido tanto en el desarrollo de la actividad como por conocimientos adquiridos previos que sirven para tener una base, forman igualmente parte de nuestro trofeo particular de saber más, al tener más herramientas que poder usar, herramientas que nos permitirán crear nuevas estrategias, nuevas formulaciones para emprender otras metas. Todo esto nos va a permitir ser más competitivos en el terreno del juego, lo que lejos de ser malo por aquello de la mala prensa de éste concepto, es realmente algo muy bueno. Pues nos va a permitir ser unos estupendos jugadores, deseados en los grandes equipos. ¿Entonces dónde está realmente la parte ganadora y la parte perdedora en el juego que nos plantea el vivir diario en todos y cada uno de los ámbitos en que nos movemos?.
Parece ser que entonces la fiera (competitividad) no es tan fiera como la pintan, sino más bien una mascota cuyo deseo en el juego es de acompañamiento para evitar situaciones poco agradables que suceden al querer evitar participar y aprender. Y si va a ser cierto que el juego promueve una competitividad sana que permite a todos aprender más y mejor, gracias a la interactividad con los demás creando estrategias, buscando fórmulas y haciendo uso de las herramientas dadas para conseguir el ansiado objetivo marcado.
Dentro del mundo del arte la competitividad sirve para continuar investigando, es decir una vez estrenada la obra artística, ésta no acaba en el estreno, lo que termina es un proceso de desarrollo del trabajo que se ha llevado a cabo, teniendo en cuenta las circunstancias y los datos de ese momento, pero el proyecto realizado está dispuesto para ser renovado tantas veces como se desee. Entre otros muchos motivos éste es hace que las herramientas y estrategias que utiliza el arte para transmitir mensajes sean los mejores comodines para no perder de vista el horizonte.