El sonido del mar en una concha... un hola y adiós tan simples como trascendentales, una pelea entre amigos sin sentido pero con gran importancia... Sí, de entre todos los seres que puedan existir el humano es, seguramente, el más simple y complejo a la vez. Y esto se refleja principalmente en una etapa donde los problemas (por más pequeños que sean) nos parecen enormes y el mundo (lo haga o no) gira para bien o para mal a nuestro alrededor, amplificando las experiencias: buenas y malas, tristes y felices y convirtiéndolas en algo que nos marca de por vida. Bueno, de eso va la historia de hoy, una obra (no tan) secreta de Ghibli, la tormentosamente intimista Puedo Escuchar el Mar.
|Director: Tomomi Mochizuki|
|Creadora: Saeko Himuro [Novela]|
|Drama, Romance, Slice of Life|
Puedo Escuchar el Mar es una historia de amor de secundaria ambientada en Kochi, Japón. Morisaku Taku y Matsuno Yutaka son mejores amigos cuando una chica de Tokio llamada Muto Rikako se transfiere a su escuela. Excluyéndose a sí misma de las actividades grupales, eventualmente es etiquetada como snob. Matsuno está enamorado de Rikako, por lo que no sorprende que se ponga un poco celoso cuando Morisaku y Rikako comienzan a pasar más tiempo juntos. Los rumores sobre la escuela empeoran, pero Morisaku aún insiste en que no hay nada entre él y Rikako.
También llamada Puedo Escuchar el Mar u Ocean Waves en su versión inglesa, Umi ga Kikoeru es una producción del célebre estudio Ghibli, siendo la 5ta en orden cronológico y además, la primera en no contar con la participación ni del maestro Miyazaki ni del maestro Takahata, contando en cambio con Tomomi Mochizuki al frente de la dirección y con Keiko Niwa en la elaboración del guion adaptado para la novela original de Saeko Himuro. También cabe resaltar que quizá esta película no suene tanto debido a su estreno directamente para televisión en 1993, siendo la primer obra del estudio lanzada exclusivamente para formato televisivo y con una trama bastante alejada de los cánones comunes del estudio. Afortunadamente hoy por hoy se puede ver a través de Netflix de manera internacional. Dentro de su staff podemos encontrar otros nombres como Naoya Tanaka en la dirección de arte, Yasuo Uragami en el apartado sonoro y Atsushi Okui al frente de la dirección de fotografía por mencionar a los principales.
La historia de Puedo escuchar el mar nos presenta a los amigos Morisaku Taku y Matsuno Yukata, 2 chicos de secundaria que comparten el día a día en el instituto y que además tienen esa camaradería típica de la adolescencia, siendo no solo amigos sino también confidentes respecto a las inquietudes y dudas uno del otro. Y a ellos se sumará una estudiante transferida llamada Muto Rikako quien, lejos de buscar encajar en su nuevo ambiente, vive permanentemente cerrándose a los demas, evitando hacer amigos o encariñarse con su nuevo hogar. Y esto no tendría mucho que ver con el par de amigos sino fuera por que Matsuno se enamora de la chica y al mismo tiempo, varias circunstancias hacen que sea Taku quien pase mayor tiempo con ella, aprendiendo no solo de su dificultada para aceptar su nueva vida sino también de los problemas y resentimientos que arrastra la chica...
Es así que situándonos en el Japón de fin de siglo, Puedo escuchar el mar nos sumerge en su historia sobre la amistad, las dificultades de crecer y sobre todo, la forma en que interpretamos esta etapa de la adolescencia, teniendo como marco el lento desarrollo de relación [no amorosa] entre los 2 amigos y la chica; por un lado Taku y su forma simple sí pero también bastante sensata de interpretar las acciones del resto, por otro Matsuno quien refleja un poco más ese despertar de la madurez y el posterior comienzo de las preocupaciones, a esta edad más bien dudas, y finalmente a la más compleja y quizá contradictoria de todas: Rikako y su reticencia a dar un paso adelante y buscar en cambio, volver a aquello que ya no volverá, en este caso la vida familiar con sus padres unidos. 3 maneras de enfrentar la madurez y de la misma forma 3 distintas pero a la vez tan cercanas formas de encontrar el lugar propio en el mundo, sintiendo las inseguridades que parecen insalvables a esa edad y comenzando a darse cuenta de que el mundo no necesariamente girara a nuestro alrededor.
Porque he aquí que nuestro eje narrativo es precisamente ese debate interno de los personajes, ese "poco me importa el resto del mundo y poco le importo a los demas..." tan marcado en la chica y que sin embargo se permite reflejar el otro lado más frágil de la misma. Poderosa y encantadora idea al mismo tiempo, que hace que la cinta se vuelva algo mucho más intimista al previsible drama romántico y que lejos de ello, recarga el mensaje en sus 3 individuos, dando forma, lugar pero quizá no tiempo ni espacio para su desarrollo, siendo que contrario a Susurros del Corazón , aquí no son las diferencias las que dan paso a conocerse mutuamente sino más bien un puente directo [y algo acelerado] a la remembranza y la nostalgia futura.
Y es precisamente aquí donde creo que radica la mayor falla de la cinta: su corte tan intimista, o mejor dicho, su ejecución tan contenida porque, donde se acerca al espectador gracias a su cotidianidad y mensajes no hablados, los pierde un poco cuando después entrega una acción que no continua y salta a un resultado que aunque posible, no convence del todo, dejando [en demasía] la tarea de interpretar al espectador. O lo que es lo mismo, representa la vida tal cual es en la adolescencia pero en ese proceso se pierde y aquello que debió reflejar lo épico de esa etapa se vuelve en algo críptico y que no logra emocionar del todo, siendo algo menor a la ya mencionada Mimi wo Subaseba... También hay algunos puntos que, lejos de dotar de naturalidad a la película, ponen el foco de atención y desvían innecesariamente de lo central, siendo frases como "Estoy en mi periodo" líneas que aunque no incomodan [ni deberían] tampoco permiten enfatizar el hecho de la complejidad de los problemas de Rikako por ejemplo. Esto no arruina la obra pero sí la hace algo que tardas en captar y que puede alejar a varios.
Es en el aspecto técnico donde la cinta mejora, teniendo un diseño de personajes a cargo de Katsuya Kondo, quien nos entrega siluetas al estilo clásico de Ghibli, con un trazo medio que carga de simplicidad y fluidez a la vez, dejando el detalle para los escenarios y a cambio dando personajes bien definidos y con un buen trabajo de vestuario. Quizá el uso de expresiones faciales se queda algo corto y eso no ayuda a transmitir el críptico mensaje de la trama pero poco se puede reprochar de una producción con escenarios eso sí espectaculares y que reflejan esa obsesión por el detalle por parte del estudio, dando naturaleza por aquí y por allá como contraste al Japón de los 90 que nos presentan como escenario. No siendo tan apabullante como por ejemplo Kiki, la cinta juega bien sus cartas y deja lo mejor para escenas cumbre, como la puesta de sol con los amigos protagonistas.
Pasando al aspecto sonoro, la película tiene un trabajo a cargo de Shigeru Nagata, entregándonos piezas instrumentales por aquí y por allá que, aunque sumamente sutiles, logran acompañar la mayoría de las secuencias de manera agradable, con tonadas alegres, melancólicas o en algunos casos de remembranza, sí que se puede echar en falta alguna insert song. En cuanto a las piezas principales nos encontramos ante el ED"Umi ni Naretara" ("If I Can Be an Ocean") interpretado por la cantante Youko Sakamoto, tratándose de una pieza suave, que evoca otras épocas y que, a falta de un gancho potenciador, recurre a la armoniosa voz de su interprete y su juguetón piano.
Puedo escuchar el mar es una obra tremendamente intimista y esa es quizá su perdición. Con una narrativa lenta, quizá un poco densa al expresar acciones y sobre todo que busca con esto reflejar las vicisitudes de la adolescencia y posterior madurez; la película tiene momentos tan peculiares como cotidianos que atrapan y hacen reír e identificarse al espectador, alejándolo tristemente ya hacia el final. Apartado técnico pulido y efectivo aparte,Puedo escuchar el mar es un ensayo que no se siente forzado pero sí quizá demasiado personal para lograr un gancho con el espectador, una historia agridulce así como la propia vida que busca reflejar...