Este puente sobre el río Iregua fue utilizado hasta el siglo XIX para el camino de Cameros a Logroño, conectando en la actualidad la carretera de Soria a Logroño con el camino de Nalda y Viguera, formando parte de la antigua ruta comercial entre las ciudades riojanas y la capital de la provincia castellana.
Considerado de origen medieval, se reconstruyó en el siglo XVI y tal y como consta en documentación en el siglo XVIII mostraba cuatro ojos conservando en la actualidad tres de ellos. Se supone que el que falta puede estar oculto por una manguardia y contrafuerte construido en la margen izquierda.
El arco central se alza majestuoso, de mayor tamaño que los otros dos que forman arcos de medio punto rebajado, mostrando un perfil ligeramente apuntado lo que proporciona al conjunto una estilizada esbeltez y realizado en la parte de la bóveda con sillería de piedra calcárea y conglomerados. Sobre las tres ménsulas en las que se apoya dicha bóveda en su extremo izquierdo, se observa cinco mechinales para el apoyo de las cimbras utilizadas en su construcción, hecho que también se aprecia en el otro lado pero en menor número.
Presenta un tablero muy alomado, con dos pendientes en rampa, en “alforja”, más inclinada en la margen derecha, con pretiles rehechos en mampostería revestidos con cemento y coronados con una pequeña albardilla también del mismo material. Muestra un tajamar de sección ojival aguas arriba y espolón rectangular aguas abajo que sube hasta el tablero dando lugar a un descansadero.
Sus medidas llaman la atención: tiene una longitud de 75 metros y una anchura variable de 3,94 metros sobre el arco central y 7,70 metros a ambos lados de reposo del puente, sobresaliendo sus más de 10 metros de altura. Su uso en la actualidad es peatonal.
Pese a considerarse una obra del siglo XVI como hemos comentado sobre una reconstrucción probablemente de época bajomedieval, y las reimitaciones hechas en el siglo XVIII tras las sucesivas riadas , se plantea que en origen fuera romano pese a que su aspecto no lo indica. Hay varios indicios, restos de una vía romana, así como sus medidas, muy aproximadas a las de construcciones romanas: su longitud que equivaldría a 250 pies romanos de 30 centímetros o su luz que se acercaría a los 66 pies romanos, (utilizadas habitualmente en la construcción de estos puentes en la época). Consideran algunos estudiosos que pudiera haber sido perfectamente simétrico en sus arcos y en su morfología externa originaria (romana), así como otros detalles más prolijos de explicar.
Lo que no cabe duda es de qué se trata de una buena obra de ingeniería.
Texto: Rosi Cuevas
@Imagen: Juan Sánchez
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