Editorial Sorel
& Bascombe. 52 páginas. 1ª edición de 2014.
Eugenio Navarro Torres (Granada, 1978) me escribió un mensaje en
facebook, proponiéndome el envío de su nuevo poemario. En ese momento yo aún no
conocía su nombre, porque siempre había interactuado con Eugenio bajo su
pseudónimo de “El Céfiro”. Somos amigos en facebook (de esa clase de “amigos”
de red social que nunca se han visto en persona) y en alguna ocasión habíamos
intercambiado algún pequeño comentario en facebook, donde me enteré de que
Eugenio había leído mi poemario El bar de Lee.
Puertas de atrás me llegó
al buzón de mi casa hace algunas semanas. Me gustó la edición, muy sobria y
elegante, y ese nombre que no conocía: Sorel
& Bascombe Ediciones, con el apellido de dos ilustres personajes
literarios ya despertó mis simpatías.
Como el mismo Eugenio nos cuenta
en una nota autobiográfica final, publicó su primer poemario Sombras
y olvido en 2009; en 2010 publicó junto a Juan E. Martín un nuevo poemario titulado Azeótropo. Después se ha
embargado en más proyectos relacionados con la poesía y otras disciplinas
artísticas (cine, imagen…). Así que Puertas de atrás es su tercer
poemario, o segundo en solitario.
Al abrir el libro nos encontramos
con tres poemas de composición y contenidos clásicos. Destaco de ellos el
segundo:
LA NOBLEZA DEL VENCIDO
Hay una exigua luz que va animosa
en la ajada nobleza del vencido
como crepúsculo que elude el
sueño
empeñado en blanquear cada rincón
de noche negra y de memoria
frágil
para que nunca sepas con certeza,
para que siempre albergues el
recelo
y que su duelo te lleve por vida
a no saber jamás si fue tu gloria,
ganada en realidad por derecho
o tal vez solo me dejé perder.
En estos poemas –sirva de ejemplo
el que reproduzco- ya se marcan algunas de las obsesiones del poeta: el paso
del tiempo, la derrota, la reflexión desde la inmovilidad…
Lo cierto es que me gustan más
los poemas que completan la primera parte (titulada La luz que pretendemos),
porque se encuentran más cercanos a mi propia poética: el autor sale de sí
mismo y observa la realidad que le rodea; siendo aquí destacable la pincelada
certera y urbana, muy del gusto de un poeta como Karmelo Irribarren, del que Eugenio se declara admirador en la nota
final. De este grupo de poemas, destaco el siguiente:
SEPTIEMBRE
El aire de la tarde
huele a tierra mojada.
Las hojas se arremolinan,
juegan a estar vivas de nuevo
aunque en su baile se adivine
la tristeza hueca de los días.
Un viejo recorre con su mirada
las piernas de las jóvenes madres
tras los carritos que encaran
el camino de vuelta a casa;
y hay un pato impermeable
y solitario
que emite sonidos guturales
desde el lago.
Septiembre, el tiempo, la vida,
como si nada.
En la segunda sección del libro,
titulada Esopo contra Descartes, nos encontramos con nueve poemas en
prosa. En uno de estos poemas podemos leer: “un verso de Brines mariposeando en
la cabeza y mucho frío” (pág. 31). Hace años leí algunos poemas de Francisco Brines; ahora gracias a la
pista que me deja este verso he leído alguno más. Me percato de que mi
intuición era correcta: la poesía sosegada y reflexiva de Brines se puede
considerar una referencia clara de esta sección del libro, o de todo él.
Destaco este poema, en el que podemos apreciar otro de los temas tratados, el
del amor ido:
VENTA DE LA CEBADA
Los inútiles ventanales
anunciaban un miedo antiguo por entre sus huecos. Todo el vidrio roto en
pedacitos desparramado por el suelo soñaba en componerse para nuestros ojos. Y
mientras la luz y el silencio. Aquel desvencijado butacón de sky vuelto contra la ventana. Huérfano
rojo tapizado de polvo y perplejo. Como si alguien hubiese estado contemplando
la fiesta desde su asiento y hasta la noche más larga. Se veía la playa. La
sierra. Una torre. Casi pisamos aquel gato raquítico y huidizo que movió los
cartones antes de salir disparado. Después nosotros.
En la tercera sección, titulada Contra
el sexto mandamiento, nos volvemos a encontrar con una voz más
coloquial, más directa, que rememora recuerdos sexuales de carácter más
celebrativo que en composiciones anteriores; y que pueden hacernos pensar de
nuevo en los versos de Irribarren. De ellos reproduzco aquí el primero:
ANA
Lo típico, nos presentó una amiga
en común
una anodina mañana cualquiera de
Otoño.
Luego nos vimos en la cabalgata
de reyes,
en la facultad y en bares
repletos de gente.
Los acontecimientos que te
cambian la vida
a menudo pasan por cosas
intrascendentes.
La quinta sección se titula La
muerte era algo distinto, y el tono es similar al de la sección
anterior, con poemas más coloquiales, que reflejan observaciones y reflexiones
sobre el día a día, pero a diferencia de la sección anterior, sobre recuerdos
sexuales celebrativos, aquí la visión del mundo del poeta es más sombría,
entrando en juego los pensamientos sobre la muerte. Destaco el último de la
sección, y por tanto del libro:
LA MUERTE ERA ALGO DISTINTO
Ella hacía correr la arena
entre sus dedos
una y otra vez
y mi mente se estremecía
con las bandadas de caballos
y pájaros salvajes.
Supe entonces que la muerte
era algo distinto, que la arena
y los animales seguirían
deslizándose
en el tiempo invariablemente.
Entonces me zambullí
una última vez en el agua
antes de volver a tierra
y a lo que allí me estuviera
esperando.
Como el lector habrá podido
observar en este breve recorrido por Puertas de atrás -del que he tomado
como muestra un poema de cada sección-, Eugenio Navarro Torres ha jugado en su
libro a ser más de un autor y a dejarse llevar por más de una influencia y una
corriente estética. Lo cierto es que a mí me gustan más los poemas del libro que
son más cercanos, urbanos y narrativos (descripciones de encuentros amorosos,
reflexiones sobre recuerdos, constatación de instantes observados…) frente a
los más contemplativos y abstractos (texturas de la luz, del aire de la
derrota…); pero, por supuesto, este comentario es puramente personal: a mí me
gusta más la primera poesía descrita y con ella me siento más cómodo. Tal vez
en el futuro, Navarro Torres se incline más por una corriente estética y sus
próximos libros sean más compactos; éste, como muestra de inquietudes y búsquedas,
resulta atractivo.