Revista Tendencias
Es curiosa la capacidad de retener que tenemos los seres humanos. De mantener un recuerdo vivo durante años. Quizás recordemos una mirada, una sonrisa, unas palabras. Quizás recordemos un pequeño detalle que nos alegró uno de esos días grises. Aunque lo que más vivo permanece son los momentos difíciles. Esos momentos que duelen, que tenemos clavados como una espina dentro de nuestro ser.
No sé cuantas veces los habré recordado ya. No sé cuantas veces los habré revivido. Y sé que es por eso por lo que me distancié tantísimo de personas que parecían indiferentes sobre mí. Personas que estaban en mi día a día. Personas que creían que era inferior a ellas. Personas que, en un momento u otro de mi vida, me dañaron y me clavaron una puñalada por la espalda. O por el pecho. Porque si atacaban, lo hacían donde más dolía.
Años después parece que lo hayan olvidado, todo. Aún así, me siento extraña entre esa gente del pasado. Quizás haya algún momento que pueda llegar a sentirme como una más. Quizás haya momentos en los que me olvide de todo lo pasado. Pero entonces llega ese instante en el que vuelvo a sentirme inferior, en el que vuelven a atacar. Quizás inconscientemente, quizás no saben lo que me duele. Aunque lo dudo.
Pero curiosamente, hay algo peor que sus ataques. Y es el momento en el que una persona que ha sido tan esencial en tu vida, parece un completo extraño. Desgarra saber que, con el paso del tiempo, una relación casi fraternal se haya convertido en lo que es ahora. Y lo que duele es que ese pasado, esa infancia y ese mundo que dos personas habían compartido, se haya acabado reduciendo a cenizas. Se haya acabando reduciendo a nada.
Y es en ese preciso instante en el que me cuestiono si quizás fui yo la que me equivoqué. La que no supo arrancar esa espina de su corazón. Porque aunque ambos pasamos por lo mismo, parece que tan solo yo no sea capaz de olvidar ni de perdonar.
Quizás es mejor vivir en la ignorancia. Quizás sería más feliz si intentara olvidar. Pero no puedo, me sigue doliendo demasiado lo que hicieron en el pasado. No puedo, porque tras cada encuentro sigo llorando a escondidas. No puedo, porque lo consideraría traicionarme a mí misma.
No puedo, porque creo que quizás es la hora de que merezca algo mejor.