Punk Bach da la nota

Uno de los planes pendientes en mi agenda antes de acabar 2013 era visitar Punk Bach. Había leído mucho (bueno y malo) y tenía verdadero interés en tener mi propia opinión.

Nada más llegar al sitio (Castellana 74) y tras pasar la cortina de terciopelo te sientes como si viajaras en el tiempo y en el espacio con la música como acompañante.

 

La decoración de Lázaro Rosa Violán es espectacular mires donde mires (suelos, techos, paramentos…). Lo primero que atrae la atención son las vitrinas llenas de botellas forrando las paredes casi al completo que dan a entender que los caldos de su bodega son una parte muy importante del lugar. Lo curioso es que a pesar de tanto cristal y tanto espejo el local es realmente acogedor.

Aquí la iluminación con los tonos dorados juega un papel fundamental, así como las mesas y las cómodas sillas y sofás dispuestos alrededor de la gran barra central donde preparan un Dry Martini comme il faut.

Otro de los puntos a favor de esta brasserie es el servicio. Camareros encantadores y bien vestidos por Lander Urquijo se desviven por hacerte pasar un buen rato (desde las 12 hasta las 2 am).

La carta de Iñaki Rodaballo, aunque no demasiado larga, presenta platos apetecibles más tirando al lado Bach que al lado Punk: entrantes (anchoas de Santoña, alcachofas gold fritas, eggs bennedict…), de cuchara (verdinas con almejas y cigalas), arroces, ensaladas, pescados y carnes. El único plato con el que no estoy de acuerdo eran las gambas de Huelva a la plancha, porque como diría mi padre, no porque fuese mi padre sino porque ha sido uno de los mejores comedores de marisco que he conocido jamás: “una buena gamba de Huelva como está buena de verdad es cocida”.

Mi elección fue la merluza de pincho en salsa verde con cocochas que estaba realmente buena y un solomillo al foie con patatas fritas y piquillo. Me gustó la alternativa de la ½ ración ya que te da la oportunidad de probar varios platos en una misma visita así como la opción de platos aptos para celiacos, ecológicos, el agua del grifo y la vajilla de Chichinabo (una marca que me encantaría tener en mi ilovepitita) con simbología punk.

El lado punk y canalla se encuentra en el baño, con una decoración más transgresora pero cuidando al máximo los detalles que lo mismo arranca un frunce de ceño como una sonrisa al que lo visita por primera vez.

Un sitio para ver y ser visto que os animo a visitar para sacar vuestras propias conclusiones pero que para mi da la nota en todos los sentidos.

Love, Pitita.