¿Cuál es la medida para la crueldad?
Treinta mil muertos. Esa es la cifra divulgada en los medios y redes. Treinta mil fallecidos palestinos en cinco meses. Los números están acompañados de imágenes: imágenes de explosiones, edificios en ruinas, cadáveres cubiertos de polvo y sangre, cuerpos de niños, miles de niños fríos, en hospitales abarrotados, en calles destruidas o en brazos de personas aún más destruidas. Se escuchan testimonios de personas con ira, miedo, trauma, desesperación, dolor. Hay fotos de ojos vacíos, no de sus cuencas, sino de luz, pues muchas veces son ojos de personas vivas. ¡Bah!, «vivas». Ojos de heridos de guerra. Ojos de víctimas de genocidio en el siglo XXI.
Treinta mil muertos. ¿En qué cifra se detiene? Israel la tiene clara: en cualquiera que implique cero palestinos restantes. Son animales humanos, dicen. Deben desaparecer, dicen. No merecen existir, dicen. Y no solo lo dicen, se aseguran de hacerlo. Sus autoridades, sus soldados, sus ciudadanos, todos lo gritan a los cuatro vientos.
Son cínicos. Están convencidos de lo que dicen y de lo que hacen; lo disfrutan y no piensan parar. Son guapos y están apoyados. Hace unos pocos días dispararon contra una muchedumbre, en una playa, contra refugiados que iban desesperados corriendo a abalanzarse sobre una mísera carga de ayuda humanitaria. Como en una trampa para ratas. Y parece que, al fin, a algunos les pareció «un exceso».
¿Cuánto es excesivo para la crueldad? ¿En qué unidad se mide? No lo sabemos, pero esta «ida de las manos» les llegó a algunos al límite de lo que se puede tolerar públicamente. Treinta mil muertos no, pero, de alguna manera, la trampa para ratas pareció mucho. No le puedes disparar a gente hambrienta que corre hacia la salvación. Eso es una barbaridad. Todo bien con el inviolabilísimo derecho de los poderosos a defenderse, pero hay maneras. Digamos que con esto es muy difícil esconder que la cosa va más allá de la defensa, ¿no? Poner nombres a las bombas, volar hospitales y escuelas, bombardear 24/7 es algo, y otra cosa es filmar cómo se acribilla a personas en busca de comida. La misma comida que el mundo asegura enviar masivamente, pero que no le llega a nadie.
El domingo 3 de marzo, la vicepresidenta de EE. UU., Kamala Harris, pidió un cese al fuego temporal en Gaza de
… al menos seis semanas (…) Esto es lo que permitirá sacar a los rehenes y que entre una cantidad significativa de ayuda. Nos permitiría construir algo más duradero para garantizar que Israel está seguro y respetar el derecho del pueblo palestino a la dignidad, libertad y autodeterminación.
¡Ah, miren lo que puede lograr la opinión pública cuando se indigna! Y hay que alegrarse. Hay que alegrarse del humillante asalto a la dignidad humana que contemplan declaraciones con este nivel de cinismo, porque quizá, quizás, el pueblo palestino tenga un «descanso» de seis semanas.
Esta es la degradación de la guerra. Funciona rompiendo a todo y a todos. No deja nada intacto. La desfachatez con que los genocidas reparten oprobios es solo una parte de lo que, como sociedad, estamos tolerando, pero no para siempre. Cada vez hay más gente en las calles, gobiernos que se atreven a decir algo, «famosos» que postean en Instagram, gente que grita, escribe y marcha como puede, pidiendo el fin de tanta barbaridad. Ojalá nuestros intentos signifiquen algo, antes de que sea demasiado tarde y ya no queden palestinos por defender.
Mariel Carrillo García