Victoria del empresario bananero
La memoria es corta en América Latina. Cortísima. Tanto que, algunas sociedades parecen olvidar no solo lo que les ocurrió hace años, sino lo que les ocurre día a día. La victoria de Daniel Noboa en las presidenciales del Ecuador es prueba de ello. Un país gobernado actualmente por el banquero Guillermo Lasso, quien les llevó a una de las crisis institucionales más grave en años, con tasas de inseguridad y violencia estratosféricas, reactivación de la migración por razones económicas, acuerdos nocivos con potencias y una política de sumisión internacional que “culminó” con un juicio político que el mismo Lasso se encargó de detener invocando la disolución del Parlamento a través de la activación del artículo 148 de la Constitución, la llamada “muerte cruzada” con la que se convocó a elecciones anticipadas.
Con la elección de Noboa, se cumple el sueño de la familia más rica del Ecuador de ostentar la primera magistratura del país, pues su padre, Álvaro, intentó hacerse con la presidencia en cinco oportunidades, siendo derrotado abultadamente en todos los casos. Daniel, el querubín, ha vivido una vida de privilegios absolutos, producto de la riqueza familiar, amasada en años de explotación laboral de la famosa Exportadora Bananera Noboa S.A, que reporta deudas millonarias al fisco ecuatoriano y al Instituto de Seguridad Social, pues no cumple con sus obligaciones patronales. El hoy presidente electo demostró lo “cerca” que está de las masas populares al celebrar los resultados en una mansión de campo a la que solo se puede llegar en helicóptero, rodeado de un fuerte anillo de seguridad y música en vivo. Por este personaje votó hoy el pueblo ecuatoriano.
Más allá del viejo debate izquierda vs. derecha, el problema es, como siempre, de clase. La clase trabajadora y explotada eligió al representante de la minoría explotadora creyendo quizá que si vota por un presidente millonario, este no va a necesitar robar. Todas las “ingenuidades” producto del engaño y de la falta de conciencia de clase se conjugan en estos casos, dejando en evidencia la debilidad de los Gobiernos progresistas que, durante sus años de gloria, descuidaron o directamente no practicaron la formación político ideológica de sus cuadros y de su militancia. La Revolución Ciudadana confió erradamente en que un Gobierno eficiente y más justo en la distribución de los recursos sería suficiente para cambiar la mentalidad de un pueblo sometido a años de expolio y maltratos. Además, su líder, en vez de apostar por la reelección en su momento, decidió marcharse y confiar en un cuadro que terminó traicionando a todo el país e iniciando el sendero de la debacle que hoy se ratifica con la elección del representante de la oligarquía.
La memoria es corta. Cortísima. Un traidor, un banquero y ahora el empresario bananero que apenas y puede expresarse adecuadamente, con una vicepresidenta antiderechos y una esposa influencer de rutinas de maquillaje de alta gama. Por eso votaron en Ecuador, porque la falta de conciencia de clase hace que un pueblo crea que el rico no lo va robar, que se va a preocupar por él, que le cuidará como un padre y que protegerá sus derechos. Mejor eso a que vuelvan los correístas a robar, repetían, todo menos volvernos Venezuela, repetían. Y ahí el resultado. Así luce un pueblo poniéndose la soga al cuello. Y es triste, muy triste.
Mariel Carrillo García