O más bien que nos dieron en el tendón de Aquiles
Los Juegos Olímpicos de París, a realizarse el próximo mes de julio, nos tenían emocionados. ¡Llevamos lomito!, porque no es la norma, sino la excepción, contar con un prodigio en alguna disciplina, uno que se disfruta no solo por su representación nacional, sino por la belleza que otorga a lo que hace. Cualquier amante del atletismo o cualquier admirador del deporte goza viendo competir a Yulimar Rojas. Verla correr y saltar es simplemente emocionante, sobre todo cuando se tiene alguna idea del trabajo y del sacrificio que acompaña al talento.
Las redes sociales nos han permitido atisbar cosas que antes quedaban fuera del alcance de las mayorías, como por ejemplo, imágenes de los entrenamientos de atletas de alto rendimiento. En sus cuentas oficiales en X e Instagram, Yulimar y su equipo nos dejaron ver episodios de su preparación a París 2024. Una barbaridad. Ejercicios de resistencia, equilibrio, flexibilidad y fuerza que de solo mirarlos ya se quedaba una sin aire. ¡Cuánta disciplina! ¡Cuánto esfuerzo! No es soplar y hacer botellas, aunque haya algo de divinidad otorgada por la naturaleza.
Saber –aunque sea por stalkearle la cuenta a nuestra atleta favorita– de la magnitud del trabajo hecho para llegar a los Juegos a defender su título y a intentar romper su propio récord en el salto triple hace mucho más dolorosa la noticia de su lesión. No es solo el gancho al hígado para la delegación venezolana que pierde a su estrella más brillante y a una de las más seguras posibilidades de medalla de oro, sino el sentimiento de pérdida de un país entero que empatizó inmediatamente con su Yuli y sintió que también se le rompía el tendón de Aquiles.
¡Tanto sacrificio! Y aún, ella se disculpaba con la gente por su impedimento, dejándonos ver su calidad humana, pero también la presión que conlleva ser la mejor atleta de la historia de su disciplina y la mejor atleta en la historia del deporte venezolano. Culpa. Como si realmente nos debiera algo. Afortunadamente, a pesar de la innegable tristeza y decepción que supone para Venezuela e incluso para los mismos Juegos Olímpicos el no contar con el espectáculo de su presencia, lo cierto es que la mayor parte de las reacciones han sido dignas y a la altura de la campeona. Mensajes de apoyo y cariño, que es lo menos que podemos darle, esperando su recuperación y que, a pesar de los largos tiempos del ciclo olímpico, pueda volver a competir, sin ninguna culpa y disfrutando de volar como solo ella puede hacerlo.
Y aunque ya no esté presente en los Juegos, todavía tenemos razones para estar emocionados y esperando medallas, especialmente en halterofilia, así que, agarrando aire y respirando, que pa´lante es París.
Mariel Carrillo García