Revista América Latina

Punto y seguimos | Leer sin comprender…

Publicado el 10 enero 2024 por Jmartoranoster

El flagelo de las infancias latinoamericanas

Niños y niñas de América Latina no alcanzan el mínimo de comprensión lectora.

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A mediados del año 2022, el Banco Mundial y la Unicef publicaron un informe sobre la comprensión lectora en los niños y las niñas de América Latina y el Caribe, que pretendía determinar el impacto de la pandemia de covid en este proceso básico del aprendizaje en edad escolar. El resultado fue alarmante no solo por reflejar el daño que la pandemia causó, sino porque dejó en evidencia que la misma aceleró exponencialmente el deterioro que ya venía presentando la educación inicial en la región.

Según el documento, cuatro de cada cinco niños de sexto grado no alcanzarán el nivel mínimo de comprensión lectora, lo cual implica un retroceso de diez años en ese aspecto. Este atraso significa la profundización de las desigualdades, la reducción de las capacidades de acceso a trabajos mejor remunerados y una disminución del bienestar general y la calidad de vida de toda una generación, que no desarrolló las competencias críticas básicas necesarias que otorga la comprensión lectora para enfrentar la vida adulta.

Semejante desgracia ya se vislumbraba, puesto que estudios previos determinaban que la competencia de la lectura en los niños de América Latina y el Caribe venía decreciendo de forma sistemática antes de la pandemia. Otros informes de los citados organismos advertían que, comparativamente hablando, nuestra región solo era superada por el África Subsahariana en la incapacidad de comprensión de un texto simple.

El golpe del covid adelantó una catástrofe anunciada, pero además demostró cuán imprescindible es la escuela para el desarrollo humano. No asistir a las aulas (a pesar de todas las fallas que el sistema educativo pueda tener) equivale a infligir daño permanente a generaciones enteras. La comprensión lectora, la escritura, las habilidades matemáticas fundamentales y la socialización no son temas «menores» que puedan ser resueltos en casa por los padres; y esto es cierto en todas las clases sociales, aunque mucho más pernicioso en el futuro de los que menos tienen.

Cabe preguntarse si el continente, ante estos números, aplicará medidas de emergencia para intentar salvar a esos millones de niños y adolescentes que serán los adultos responsables de nuestros países en los próximos quince a veinte años. ¿Qué clase de independencia pueden buscar quienes ni siquiera pueden reconocer y entender esa palabra? Resuena Bolívar —como siempre— en el oído: «Un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción».

Mariel Carrillo García

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