Revista América Latina

Punto y seguimos | Traiciones

Publicado el 31 octubre 2024 por Jmartoranoster

¡Ay, Brasil! A los traidores no los quiere nadie…

La Venezuela bolivariana ha sufrido numerosas traiciones internas y externas. Algunas más dolorosas que otras, por supuesto. La más reciente, a manos de Brasil, de Lula Da Silva, para más señas. Pocos imaginarían hace veinte años que uno de los baluartes de aquella coalición histórica de América Latina contra el ALCA, a nuestros ojos amigo sincero del país, alguien que se nos hizo familiar y a quien le profesamos un respeto sincero, terminaría siendo el responsable de impedir a Venezuela la entrada en los Brics, el bloque emblema de la multipolaridad mundial.

Más allá de la primera reacción visceral de indignación, vale el ejercicio de pensar, de analizar cómo es esta acción una prueba más de la debacle del llamado «progresismo» continental, uno que se desmoronó de manera progresiva —hay que decirlo— sin el empuje de Hugo Chávez. Parte del descalabro es evidente cuando se niega mezquinamente este hecho en cualquier análisis que desde «la izquierda» se hace, contradiciéndose y negándose a sí misma con ello. Fue la Venezuela chavista la locomotora de aquellos años de despertar. Fue Venezuela la que empujó a aquellos otros gobiernos que no se atrevían a tocar lo que parecía intocable, la que alentó, la que hizo creer a pueblos fuera de nuestro territorio que otro mundo era posible. Sin quitar ningún mérito, toca decir la figura de Lula Da Silva, con su carrera de sindicalista a cuestas, estaba llamado a ser central en Brasil, pero si además brilló como líder continental, como lo hizo después, fue porque hubo un Hugo Chávez que se atrevió a decir lo que solo decía Fidel, solito, por años. Un Chávez que además convocó, tramó y convenció. Un Chávez que los juntó a todos, porque solos no lo hubieran podido lograr.

Al pueblo de Chávez es al que Brasil le acaba de lanzar una puñalada trapera, impidiéndole la entrada al grupo que es la alternativa al dominio occidental que encabezan los EE. UU. y Europa, quitándole legitimidad a su propio discurso en el proceso. El veto de Brasil en los Brics dice más de Brasilia que de Caracas. Deja ver las costuras; hace caer los disfraces. Muestra los precios que estuvieron dispuestos a pagar por volver al poder. Muestra que tenían un precio. Quizá Venezuela no ingresó formalmente a los Brics en esta oportunidad, pero Brasil —y Lula— demostraron que tienen deudas por pagar, deudas que implican no solo faltar a los principios de no injerencia y respeto a la soberanía de los países, sino traicionar el proyecto de integración, de independencia, de construcción del mundo multipolar.

¿Valdrá la pena? ¿Logrará Brasil sus siempre presentes delirios de pequeño imperio que nunca desaparecieron en Itamaraty? Quién sabe qué otras peligrosas concesiones hicieron. ¡Pensar que nos quejábamos de Bolsonaro, de quien hoy se aprecia la frontalidad!

Nos duele Lula. Hay una expresión argentina que dice (y va con voz de decepción): ¡se nos cayó un ídolo! Sí, se cayó a un lugar del que no va a poder volver. Venezuela seguirá dignamente en su trabajo por un mundo más equitativo, en el que los países no estén sujetos a las sanciones de imperios y sus aliados, pero Brasil… Brasil está peligrosamente cerca de pasar a la historia como el país que retrasó y saboteó la alternativa más clara para hacer frente al abuso histórico de Occidente contra el resto del mundo.

Anabel Díaz Aché

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