Los medios han divulgado últimamente con profusión los detalles del caso Charlie Gard, un niño con un trastorno mitocondrial sobre el que
se litiga para intentar un tratamiento. Se ha llegado a afirmar en algunos medios pro-vida
que quienes intentan dejarle sin tratamiento están cometiendo un infanticidio o una
eutanasia involuntaria.
El caso cae en la zona gris, muy frecuente, en que no está
claro si es preferible tratar o no; cuestión distinta es si ese no tratar incluye dejarle
sin alimentación e hidratación; pueden verse unas puntualizaciones de Elio Sgreccia, expresidente de la Academia
Pontificia para la Vida, (versión original en italiano aquí) aclarando los puntos que hay que
tener en cuenta en el debate ético de este caso.
En definitiva, yo diría tres cosas: Se trata de un caso límite, en el que la última palabra deberían tenerla los padres de Charlie; por otra parte, la hidratación y alimentación artificial nunca pueden considerse como un medio desproporcionado, y, por último, en caso de duda, apostemos por la vida.