Revista Creaciones
Mis abuelas criaron a ocho y a seis hijos, respectivamente. Ambas combatieron el frío de los Pirineos; una el catalán, la otra el aragonés. Rodeadas de montañas, abrigadas por mil capas de lana y con la piel roja por el aire gélido; trabajaron en el campo y con los rebaños para alimentar a sus hijos. Eso no debía ser trabajar por aquel entonces, como mujeres, fue sobrevivir. De sol a sol, junto a sus maridos, mis abuelos. Mujeres luchadoras, valientes, que no dudaban en salir al hielo aun yendo cargadas de sabañones. Mujeres que vivieron la guerra, más una que la otra, y quedaron con la huella de ese tiempo para siempre. Madres que bajaron al llano buscando el amparo de los campos de ciudad. Ansiaban vidas nuevas y afincaron sus herencias para ofrecer un futuro mejor a sus hijos. Sin dejar de luchar. Empieza el post con este poema de Sara Herrera Peralta, recurrente ya por aquí. Y es que es mi poeta de herencias por excelencia. Quien mejor habla de nuestras generaciones, quien me hace pensar en esos legados tristes. Pienso en mis abuelas, en la necesidad de no parar para salir adelante. Pienso que tal vez hubieran querido hacer suerte en otros lares, conocer mundo, tener otra profesión, haber estudiado. Quizá no hubieran querido casarse o tener hijos. Puede ser. Pero parecía que todo estaba ya planeado, dispuesto para ellas desde antes de nacer. El pueblo mandaba y no podían escapar de ese futuro ya escrito, ni que no fuera con el que iba a buscarlas a su ventana. Por eso siempre están conmigo, porque parece que yo sí puedo decidir, que tengo la fuerza para hacerlo. Mis abuelas vivieron ver morir a alguno de sus hijos, ambas padecieron pérdidas insuperables. No se rindieron, tampoco entonces. Han sido mis ejemplos de lucha, los recuerdos para con ellas nunca se adormecen, siempre están ahí. Por eso cada año el día de la mujer llegan a mí con su bata, sin medias, con la piel dura y la esperanza paciente. Para recordarme todo lo que debo defender en su nombre y también en el mío. Este año teñido de rosa. Porque parece que el mundo de la modernidad, del futuro y del saber hacer ha conseguido un giratiempo como el de Hermione y ha vuelto muy, muy, atrás en los derechos de género, de procedencia o de religión; derechos humanos al fin y al cabo. Así que Krista SuhyJayna Zweimancreyeron que debían crear un símbolo y así inundar el mundo con un mensaje, con un grito en color rosa. Ambas tejedoras, reivindicativas, nada silenciosas, crearon el Pussy Hat Proyect. Proyecto que ha dado la vuelta al mundo. Tejer un gorro rosa, con orejas de gato, como muestra de lucha y de ruptura del silencio. No nos calla nadie. Las últimas semanas hemos visto a actrices, personalidades importantes de la política o de la sociedad, no solo americana, con sus gorros rosas levantando la mano a las políticas de Trump.
No podía ser menos y tejí mi pussy hat. Utilicé este rosa neón de Phildarcon agujas de 5mm y seguí el patrón oficial del proyecto que podéis encontrar en su web. Es muy sencillo, por lo que aún estáis a tiempo para el miércoles. Tejido como hecho reivindicativo, ni que sea en la distancia, para gritar por mis abuelas. Para que ese símbolo rosado y enérgico haga eco donde habite el recuerdo y les llegue como una señal, como una herencia inversa de nieta a abuelas.Nuestro ilustradorde cabecera ha vuelto a sorprendernos dibujando nuestro particular proyecto pussy hat. Me dibujó con Vic. Lo cierto es que la gatita tiene su gorro tejido, pero no ha habido manera de fotografiarla con él. Así que, siempre atento a nuestras peticiones, nos ha ilustrado emulando el cartel original. Grato recuerdo queda entonces de esta lucha. Queda en familia así el grito en pro de la mujer, y sobre todo el recuerdo a la valentía de nuestras abuelas. Ellas que hubieran buscado en su arcón lanero hasta encontrar la lana rosa para tejer el pussy hat. Seguro. Coronadas con sus gorros hubieran salido a la calle, alzando el puño y gritando sin hacer ruido como ya les tocó en el pueblo.