Publicado en ValenciaOberta.es
Si hay algo que tenemos en común los seres humanos es que todos nacemos vestidos con el mismo modelito. Quizá la cosa cambie con lo del polvo al polvo, que todo acaba en polvo, pero no es lo mismo roble que caoba, ni Armani que Cortefiel. Por el camino pueden pasar muchas cosas. Quizá morirse pobre no sea culpa totalmente de uno, pero desde luego que sí es su completa responsabilidad. Con los cuartos o con su ausencia carga cada cual, le guste o no.
Así las cosas, y por aquello de que la cosa tiene que durar y salir bien a poder ser, papis y mamis – y tantas veces los abus o incluso los titos – se ponen manos a la obra para que la prole esté bien surtida, no tenga problemas de gazuza y, si se puede, tampoco los tenga de playstations. Por si alguno no cae, conviene recordar que los nenes de este país y de cada vez más países pueden comer de caliente e ir al cole y al instiporque sus papis y los papis de sus papis y los papis de éstos, vienen creando riqueza desde antiguo en su patria, y ahorrando, de forma que hay suficiente capital para que los infantes puedan permitirse ir a educarse y no estar zascandileando por ahí, afanándose una manzana, de extranjis, en un puesto del mercado o en el colmado de la esquina, que hoy no he desayunado, oiga. Sin acumulación de riqueza y ahorro, nadie va a ejercer su derecho a la educación con su mochila Disney. Va a ver si pesca algo de comer.
El tinglado va como sigue, los adultos crean riqueza de formas variopintas: trabajando por cuenta propia o ajena, montando pequeños o grandes negocios, inventando los más diversos enseres sin los que ya no se puede vivir o incluso teniendo ideas cojonudas y fáciles de implementar que te hacen ganar un montón de pasta en poco tiempo. El mercado premia el valor añadido. Así ha sido siempre y así será, hasta el infinito y más allá. Ahora bien, mientras todo esto pasa los adultos se hacen viejos y los niños se hacen adultos. La condición humana es así de hijadeputa. Resulta que cuando te has dado cuenta, se acabó el insti, la uni o la facul y el máster y te toca a ti, perillán mío, ponerte a crear valor añadido. ¿Y cómo leches se hace eso? ¡Ah! amigo.
Para empezar nadie tiene la fórmula secreta. Desde el Moro Musa hasta hoy fortunas inmensas se han quedado en la nada. Es posible en estos tiempos consultar la lista Forbes cada cierto tiempo y ver como varían los ricachones. Además, hay un montón de gente por ahí con más hambre que tú, querido lector. Gente del Perú o de la India formándose, aprendiendo, investigando, buscándose la vida para ser capaz de crear valor, obtener renta y marcar la diferencia.
Si todo esto te parece poco, recuerda que gracias a esos inventos, investigaciones, valor y capital que se ha venido acumulando, vivimos más años. La esperanza de vida en el Siglo XIX rondaba los 30 años. La misma que en el Imperio Romano. Ahora ronda los 80. Casi nada, chato. Y si no queremos trabajar de viejos…. Vuelve al párrafo dos y cambia cosas de niños por cosas de abueletes.
Todo esto que acabo de exponer no tiene nada que ver con ninguna ideología. A mí me lo enseñaron mis padres y a ellos, los suyos. Mis padres y yo no pensamos igual. Esto, son hechos. Lentejas que nadie puede dejar de tragar. Me lo contaron hace muchos años a su manera – aquí, en negrita, mi agradecimiento a mis padres por ello – y yo lo cuento hoy a la mía. Y trabajaron duro para que fuera al mejor colegio al que pudieron llevarme, donde quedaba poco tiempo para que me contaran estas cosas. Había que cumplir el programa que marcaban desde arriba. Así que permitidme que no pueda dejar de soltar carcajada tras carcajada cuando leo en prensa las quejas de los padres por los deberes. Cuando oigo a los estudiantes con pelos en las piernas llorando por las reválidas. Cuando lo de Bolonia. Cuando la ley de educación. Cuando me hablan de Wert. O de ese Gran Pacto.
La vida es una reválida continua. Deberes sin parar. Exámenes de asignaturas para las que no has estudiado. Cada día. Cada hora. La vida es una putada muy gorda si no sabes por donde te llueven las bofetadas. Y aquí andamos plastificándonos el miembro con papel de fumar. Una cosa es una infancia feliz y otra tratar a los niños como gilipollas. Que no lo son. Son niños. Y si quieres que los niños salgan adelante o crear y mantener las condiciones para que los niños puedan ser niños, enséñales cuanto antes, querido lector, que todo el mundo puede crear valor, en mayor o menor medida, pero todos podemos crearlo. Como mis padres hicieron conmigo. Y enséñales todo lo demás que enumero. Que ser feliz no es tan complicado pero hay que saber dónde estamos. Qué es la vida. Y la vida es lo que es. Puta vida.
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