Lo que hasta el momento se había manifestado en lo general como un fin de semana inmaculado para la NFL en su regreso -después de un receso poco menos que tumultuoso-, terminó trayendo consigo una nota invariablemente triste. Esto, tras conocerse el fallecimiento de Frank Gifford (por lo que se reportaron como causas naturales) el domingo 9 de agosto de 2015, a los 84 años de edad.
Oriundo de California, y egresado de la Universidad del Sur de California ( USC), el que fuera All-American como colegial a comienzos de la década de 1950 sí que le sacó el máximo provecho a sus más que efectivas condiciones como jugador de fútbol americano. Y es que desempeñándose principalmente como corredor, pero también como defensivo secundario, receptor, pasador y hasta miembro de equipos especiales, fue como Gifford pudo hacerse de múltiples nombramientos a las escuadras de All-Pro y de Pro Bowl, a lo largo de una carrera profesional que duraría 12 temporadas. Acopiando 11 de 14 posibles en un sobresaliente periodo de 7 años (1953-1959), camino a consolidarse como uno de los más grandes jugadores que han vestido el uniforme de los N.Y. Giants - si no es que el mejor. Con los cuales ganó el premio al Jugador Más Valioso, en el lejano año de 1956.
Pero si la versatilidad bien lo caracterizó, también lo hizo esa particularidad de estar presente en momentos importantes. Ya que además de ser partícipe en el equipo de los Giants que ganaría el campeonato de la NFL en 1956, Gifford también fue actor en 2 instancias que aún destacan en el archivo histórico de la Liga:
1) El famosísimo Juego de Campeonato de 1958 que disputaron los neoyorquinos ante los Baltimore Colts; y que, tras una jugada controversial en la que Gifford no alcanzaría a amarrar el juego para los Giants en los minutos finales del último cuarto, terminaría siendo considerado como el juego más grande de la historia en ese momento, en virtud de la remontada final en tiempo extra de los Equinos. Y por supuesto...
2) La tacleada que le hiciera Chuck Bednarik durante el juego que enfrentó a los Giants y a los Philadelphia Eagles en la semana 9 de la temporada de 1960. Esa misma que lo sacaría de circulación por más de 1 año, y que produciría una de las fotografías deportivas que más vueltas le ha dado al mundo. Y que pueden ver acá.
Después de ponderarlo tranquilamente, Gifford se recuperaría de ese trauma para conseguir el reconocimiento como Regreso del Año en 1962; así como su última nominación al Pro Bowl en 1963. Y tras su retiro voluntario en 1964, Gifford emprendió una carrera en los medios de comunicación, que lo llevaría a integrar a partir de 1971 lo que sería un revulsivo en el panorama deportivo, no solo estadounidense sino mundial: la franquicia del Monday Night Football. Que al relacionarlo primero con Howard Cosell y Don Meredith, y posteriormente con personajes como Al Michaels y Dan Dierdorf principalmente, le seguiría facilitando una conexión con el deporte por 27 años más. Primero como narrador, y después como analista. Sumando en el proceso un logro más, al ser reconocido con el Pete Rozelle Award por sus contribuciones.
(Con motivo del juego número 500 de Lunes por la Noche -en el marco de una visita de los Oakland Raiders a los Denver Broncos en la semana 10 de la temporada 2002-, Frank Gifford se reúne con Al Michaels para revivir viejos tiempos, y anunciar el juego más grande de esta serie nocturna.)
Dicho esto, Gifford no fue un santo y vaya que si tuvo andares controversiales. Pero la razón por la que se ha manifestado un pesar generalizado en la Liga por su partida, es porque nadie puede negar el tipo de impacto que el que fuera selección de 1ra. ronda en 1952 tuvo en el juego. Y que sirve, puntual y apropiadamente, para explicar la verdadera naturaleza de su legado.
Porque más allá de los atributos físicos que sin duda le ayudaron sobremanera a encontrar un nicho en el lado promocional del emparrillado, y a realizar una suave transición a la televisión, lo que definió al que fuera encumbrado al Salón de la Fama en 1977, fue ese compromiso en su desempeño. Y es que si a Francis Newton Gifford se le olvidaron esas ideas de dimitir de los Giants cuando las cosas no eran de su total agrado; o si se le consideró como el ícono de una generación catalogada como inocente; o se pudiera reponer del incidente con Bednarik, cuando tal escenario se consideraba bastante difícil en aquellos tiempos; o se convirtiera en el elemento estabilizador que necesitaba la pantalla; o se le pudiera señalar como uno de los bastiones para que el fútbol americano eventualmente suplantara al béisbol como deporte preferido entre los estadounidenses, es porque el tipo se puso a trabajar. Y a trabajar bien.
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Sufrido pero fiel aficionado de los Jefes de Kansas City al igual que Ulises Harada (la razón de su empatía), Enrique Siu escribe en BobGretz.com, blog especializado en los Jefes, comandado por el ex-votante del Salón de la Fama, Bob Gretz. Puedes seguirlo en Twitter en @EnriqueSiu