Un día cualquiera, sin previo aviso, mi mano diestra no me responde como debiera. Diría que no parece nada serio, posiblemente exceso de fatiga por estrés laboral, pero siempre resulta mejor descartar... ?Pues la prueba detecta algo que no debería aparecer ahí. Me temo que se trata de un tumor cerebral, así que hemos de operar lo antes posible; en cuanto se disponga de un quirófano?. Bofetada en toda regla y vida puesta boca abajo en un santiamén.
El periodista y escritor Daniel Pinilla se convirtió así, de la noche a la mañana, en paciente oncológico y hubo de enfrentar una intervención, una larga convalecencia y el reto de un tratamiento muy agresivo con radio y quimioterapia. El paquete completo le hizo mudar de piel y aflorar su mejor versión para sacarlo adelante. La irrupción de la pandemia y el confinamiento forzoso incidieron fatalmente en un proceso de idas y vueltas que se cerró con un ejercicio de introspección como única solución posible a la búsqueda de las causalidades y del sentido del dolor y la existencia. Pensar la muerte desde la serenidad se convirtió en un ejercicio sorprendentemente liberador. Su neurocirujano, sus oncólogos y su psicóloga celebran que no adoptase la pose de víctima y haya hecho el esfuerzo de plasmar de forma literaria una eventualidad de la que se puede, y se debe, extraer una lectura inspiradora.
Estas memorias oncológicas, a caballo entre el ensayo filosófico y el relato de una experiencia que te coloca al límite de tu capacidad de resistencia, es un documento animoso y doliente a la vez, vivificador y confortante, lúcido y revelador. Pinilla no se guarda nada de sus fantasmas interiores ni de las caídas y levantamientos constantes para entender un porqué que dote de sentido a tanto trauma. Sus conclusiones ponen muchas cosas en cuestión: dudar para entender la naturaleza de la enfermedad puede ser sanador.
Editorial: Samarcanda (2020)
Nº de páginas: 180
Formato: Tapa blanda / Versión Kindle
Precio: 14,17 € / 5,49 €
No se vayan a creer que me paso todo el día leyendo, no. Eso es incompatible con mi profesión. Pero leo mucho, sí, con una metodología difícil de explicar y reproducir. Es por ello que el número de reseñas que remito pueda parecer exagerado e incluso irreal. En esa caso estará usted errando pues leo todos los títulos que reseño (odio reseñar un producto que no he leído concienzudamente).
Dejando disquisiciones al margen, y haciendo gala de la palabra dada, le doy el turno a este libro de Daniel Pinilla (sí, otra vez él) y les explico en unas palabras la razón: me siento identificado con este curioso personaje, por su forma de escribir, por su humor y por su forma de tomarse la vida. En esta ocasión, diferimos en lo que a estado de salud se refiere pues, a raíz del diagnóstico de un tumor cerebral, su vida cambió para siempre. Podría tratarse de un libro triste (a veces lo es), pero su forma de afrontar los retos que supone el sencillo hecho de vivir le impulsan a... ¡Escribir un libro autobiográfico!
Es la monda, la pera o como quieran llamarlo. Para mi gusto está como una puta cabra (antes del tumor lo estaba) y justamente eso es lo que hace más interesante este diario de una enfermedad (memorias oncológicas) en que cuenta sus vivencias de un modo tan particular que incluso hay que reírse, la mejor de las terapias, qué duda cabe ante situaciones límites como aquellas a las que se ha enfrentado.
Como médico, empatizo con sus vivencias y difiero en algunos planteamientos, pero lo cierto es que desde la barrera se ven los toros más pequeños. Daniel Pinilla salta al ruedo sin traje de luces, desnudo, y adapta el lenguaje a cada situación de modo que es correctísimo e incorrectísimo a un mismo tiempo.
Es difícil reseñar un libro como el presente si no es desde el afecto y a mí me ha encantado. De hecho lo he incluido entre mis favoritos del 2020 por su agilidad, humor y eficacia. Pocos se hubiesen atrevido a dejar sobre el papel experiencia tan traumática. Por si fuera poco le cogió la pandemia durante su tratamiento así que... Muchos se identificarán con Dani, muchos más serán Dani tras la lectura, y podrán recomendar su adquisición a terceros, y estos a cuartos y después las campanadas.
Se trata esta de una reseña que realizo sin consultar al autor, al que conozco, pero no quiero sacarle el tema de su enfermedad ni siquiera en las reseñas. Prefiero sacar el tema deportivo, el lúdico y festivo o, simplemente, hablar de libros, nuestro nexo común. Creo que así llego a él del mismo modo que él llega a mí con sus escritos.
Ahora que el año se despide cargado de novedades y que comienza con una tónica similar (cuánto ha servido al confinamiento para que nazcan escritores), es importante señalar títulos que pueden no ser todo lo atractivo que luego resultan ser, y es ese el objeto de foros como este, en donde hay que seguir, según criterio propio, dos líneas de trabajo: la centrada en títulos comerciales y la que pone la punta sobre esos otros libros que a priori no se venderán por miles y que, sin embargo, pueden superar en muchas cosas a los primeros.
Como dice Dani, recemos por él y mantengamos en el recuerdo. Yo rezaré, pero eso de tenerlo en el recuerdo me niego a hacerlo. Coño, si parece una sentencia de muerte y el tío es un cachondo. No. Lo que voy a hacer es esperar a que saque un nuevo libro y a leerlo, y si no le gusta mi opción, que se joda.
Reseñado por Francisco Javier Torres GómezSi quieres hacerte con un ejemplar lo puedes hacer desde el siguiente enlace: Qué aprendes cuando te abren la cabeza: Memorias oncológicas