Esta entrada podría ser la segunda parte de la de ayer.
Restaurante finolis muy conocido de Madrid, recién abierto un local nuevo, vamos a comer, invitados por mis padres, un sábado a mediodía. Nos asignan un salón para nosotros solos y viene el maitre muy dispuesto. Se pone a hacerle gracias al niño (me pongo en guardia), le toca los mofletes (me empiezo a poner nerviosa) y... ¡le saca del carro y le coge en brazos! (¡leches!, ¡esto no me lo esperaba!).
Yo me quedé atónita y mi marido paralizado. Nos tenían que haber sacado una foto. Por supuesto, a los dos segundos mi hijo pasó de la sonrisa al llanto más desesperado.
Por no liarla, me callé y no dije nada aunque mi cara de indignación era evidente. Porque si no hubiera ido con mis padres, me levanto y me largo del restaurante, por mucha clase que se suponga que tiene el sitio. ¿Pero quién se ha creido un tío desconocido para coger a mi hijo en brazos?.
Con ocasión del Salón del Gourmet que se ha estado celebrando en IFEMA estos días escuché decir que estaba empezando a haber carencias en los restaurantes de lujo de personal de sala y maitres realmente capacitados para desempeñar su trabajo, que es algo más que entregar las cartas y tomar nota. Creo que, sobre todo, es tener educación y respeto al cliente y hacerle sentir cómodo.
Os podeis imaginar cómo pasamos el resto de la comida, con el niño además todavía cabreado, mirando al tío con recelo cada vez que se acercaba a la mesa.
Esto demuestra que, a veces, por muy buena que esté la comida, te atienden mejor en locales mucho más humildes... ¡y tanta gente formada y preparada sin trabajo!.