Revista Cine

¿Qué culpa tiene el niño?

Publicado el 15 mayo 2016 por Diezmartinez
¿Qué culpa tiene el niño?Desde que apareció en la red el tráiler de ¿Qué culpa tiene el niño? (México, 2016), a fines de 2015, el atractivo avance prometía una suerte de remake del clásico de la comedia nacional El Inocente(González, 1955), con Karla Souza suplantando –brincos diera- a la extraordinaria Silvia Pinal de la cinta original.Por desgracia, todo se quedó en promesa. El quinto largometraje de Gustavo Loza (Atlético San Pancho/2001, Al otro lado/2004, Paradas continuas/2009) no solo se queda años luz de la película protagonizada por Pedro Infante y la Pinal sino que, incluso, es menos lograda que la exitosísima Nosotros los Nobles(Alazraki, 2013), cinta con la que inevitablemente demanda ser comparada, no solo por la presencia de Karla Souza sino por la apuesta del rescate de las viejas fórmulas del cine nacional de la época de oro.La premisa es similar a la de la cinta dirigida por Rogelio A. González: después de embriagarse por despecho en la boda de una amiga, la ricachona hija de diputado gritón (Jesús en su gustado papel de Ochoa), la postgraduada ejecutiva Maru (Souza, productora también del filme) termina encamándose con un tal Renato “la rana” (el debutante en cine Ricardo Abarca), un bueno-para-nada y “jodido” de 21 años que no ha terminado la prepa ni tiene trabajo. Como el señor diputado Ochoa está en campaña para el senado, obliga a su hija a casarse con el pobretón de marras y ya sabrá lo que sigue usted: la fórmula de la remarriage-comedy de origen hollywoodense de principio a fin. Es decir, lo que en un inicio es un matrimonio a fuerzas, se convertirá en amor puro y desinteresado, en más de un sentido.Voy a desentenderme de los aspectos formales, que son los menos interesantes –la edición interruptus de Camilo Abadía que corta las escenas antes de que el gag termine de funcionar o después que se cebó, el apenas funcional manejo del espacio de parte del cinefotógrafo Carlos Hidalgo que después de la toma aérea de Maru parada en el balcón del hotel no tiene nada más que mostrar-, para concentrarme en la historia escrita por el propio director Loza y en su ideología. (Ah, va un spoiler fundamental, así que sobre aviso no hay engaño).Al final de cuentas, cuando Maru ha medio doblado las manitas y ha aceptado a Renato como lo que es –un pobre pero honrado que le está echando ganas: quiere terminar la prepa, consigue trabajo como repartidor de pizzas-, finalmente la muchacha pare al chamaquito, al tan anhelado “ranita".Para sorpresa de todos, los rasgos del recién nacido dejan claro que su papá no es Renato, sino un honorable miembro del país del Sol naciente. A través de los flash-back espásticos de rigor, el misterio queda resuelto: Maru se encamó en realidad con algún oriental solovino y Renato, pobre pero noble como es (ya ni Pedrito, me cae), de todas formas acepta ser el papá del japonesito.Esta vuelta de tuerca podría haber servido para un agudo comentario socarrón sobre la dizque santidad de la familia mexicana –al estilo de la inalcanzable Matrimonio a la italiana (De Sica, 1964)-, pero cualquier tentación subversiva de ¿Qué culpa termina el niño? termina ahogada por una lamentable complacencia cómico-dramática. Las screwball-comedies y su variante ya mencionada, la remarriage-comedy, nacieron en Hollywood para mostrar una versión real –o deseada- de la guerra de los sexos, en la que la mujer ocupaba un papel central. Las mujeres en este tipo de cintas tomaban decisiones, eran fuertes y decididas, no se dejaban mangonear por los hombres que las rodeaban y, al final de cuentas, terminaban convertidas en auténticas parejas de sus enamorados. En sus iguales, pues.En contraste, en ¿Qué culpa tiene el niño? el guion de Loza termina traicionando a Maru, a esa reventada mujer independiente, trabajadora y con postgrado. Al final de cuentas, resultará que ella no es la protagonista de la película, sino el noble jovencito machín Renato. Él será pobre, pero es honrado, sincero y no le importa darle su nombre a un hijo que claramente no es suyo. ¡Esos son hombres, carajo! ¡Qué harían las mujeres sin nosotros!

Volver a la Portada de Logo Paperblog