En muchos procesos para encontrar un nuevo trabajo, dar un nuevo rumbo a nuestras vidas o reinventarnos, leemos o escuchamos consejos tales como:
Pon en valor tus talentos, tus habilidades, tus pasiones. Conócete a ti mismo. Conecta con tu esencia. Descubre tus sueños. Sé quién realmente eres,…
Los doy yo mismo a personas a las que aprecio, y que me piden consejo. Y recuerdo perfectamente cuándo a mí me lo aconsejaban. Todo ello queda muy bien, es bonito, pero… bueno, y esto, ¿cómo se hace? se puede preguntar alguien. Concretamente uno de mis profesores más admirados insistía hace unos años: ¡pon en valor tus talentos! Tengo grabada perfectamente la pregunta de una compañera de clase a la que aprecio muchísimo, excepcional persona y excelente coach en la actualidad, que al cabo de unos pocos días se interrogaba: “Sí, los pondré en valor, ¿pero cuáles son mis talentos?” Una pregunta directa que no dejaba de ser la misma que me hacía yo para mí. Y ahora, soy yo el que pregunto al lector: ¿sabrías hacer una lista con 5 de sus talentos naturales? ¿Tal vez alguno más? ¿Estás satisfecho con las respuestas? ¿Te gustaría profundizar, tal vez “descubrirlos”?
Antes que nada me gustaría recordar para qué es importante conocer nuestros talentos. Cuando realizamos determinadas tareas, un trabajo en los que hacemos un uso intensivo de ellos, si además este se centra en un área de nuestro interés, podemos observar que este trabajo nos puede resultar más interesante y motivador. Va con nosotros, las dificultades se convierten en retos ilusionantes, perdemos el sentido del tiempo (fluimos), con lo que dejamos de estar pendientes del reloj. Dejamos de esperar nuestros días de descanso con auténtica desesperación. O esos domingos (o el día que sea) por la tarde, en que ya nos entra el mal humor pensando en que hay que volver a trabajar. Nos levantamos con ilusión, y resulta más fácil ser mejores profesionales. Y otras muchas cosas más. ¿Y alguien sospecha que trabajar en aquello que nos permite aplicar nuestros talentos innatos, nos ayuda a “ganarnos” mejor la vida?
¿Y qué nos puede ayudar a descubrir, o redescubrir, aquellas habilidades naturales, aquello que nos acerca a quién realmente somos? Habrá diferentes formas, cada uno tendrá sus favoritas.
Hoy me gustaría apuntar algunas:
- Volver a nuestra infancia y adolescencia. De niños, sabemos mucho mejor quienes somos, y lo expresamos de una forma natural y automática. La ciencia viene a reforzar la idea de que esas preferencias y características, suelen ser relativamente constantes en toda nuestra vida, y ya las manifestamos a los pocos años de vida. Es cuando entramos en nuestra juventud cuando, algunas personas, empezamos a olvidar lo que nos dicta nuestro corazón, y le damos más importancia a lo que nos viene de fuera. La presión de nuestro entorno, lo que nos parece o nos dicen que es más razonable. Tantas cosas que conducen a que acabemos viviendo, en algunos casos, realmente las vidas que no son las nuestras. En esa etapa empezamos a “enterrar” algunos de esos talentos como expresiones de nuestra sana individualidad. Para ello un gran ejercicio es preguntar. Preguntar a nuestros padres, hermanos, familiares, amigos, compañeros del colegio, antiguos profesores… que hubieran dicho ellos que hubiéramos sido de mayores. Qué recuerdan de nosotros. Qué nos caracterizaba. Hagamos este ejercicio con la mente abierta, con sana curiosidad y ganas de aprender a conocernos. Relacionemos. Busquemos el substrato de todo ello. Anotémoslo.
- Dibujemos la línea de nuestra vida. En una hoja de papel grande o en una pizarra, tracemos una línea horizontal. Ese eje indicará el tiempo. En ella podemos escribir, en orden cronológico, todos los hechos relevantes que recordemos de nuestra vida, desde que tengamos recuerdo, hasta el día de hoy. Previamente dibujaremos también un eje vertical. Este indicará placer, entusiasmo, plenitud. Cómo le queramos llamar. La parte superior por encima de la horizontal indicará mayor entusiasmo, y la inferior, menor nivel de entusiasmo. A cada hito que recordemos, le indicaremos un nivel de placer. Tomemos nuestro tiempo. Varios días quizás. Nos irán viniendo recuerdos a la cabeza. ¡Apuntémoslos! E indiquemos si estábamos arriba o abajo en la línea de entusiasmo. En qué grado. Una vez acabado, podemos unir todos los puntos, en orden cronológico. Nos resultará fácil reconocer en qué momentos estábamos en mayor plenitud. Para cada uno de esos momentos será útil escribir una pequeña descripción de qué es lo que pasaba. Dónde estabas. Con quién. Finalmente sugiero extraer puntos en común de esos momentos en los que estábamos mejor. Qué acciones se repiten, qué intereses, qué actividades.
- Obsérvate. Obsérvate en tu día a día. Durante una buena temporada. En diferentes momentos: trabajando, en casa, con otras personas, paseando, en tus ratos libres, en vacaciones… Con qué te distraes más fácilmente. En qué “se te va la olla” a la mínima. Qué es lo que te tira. En qué estarías horas. Intenta describir qué pasa, cuándo, con qué acciones, qué se repite, comportamientos, con quién,…
Pues bien, como ya habremos focalizado nuestra mente en conocernos mejor a nosotros mismos, y le añadiremos todo este trabajo e información, estoy seguro que nuestro cerebro consciente e inconsciente no parará de trabajar, día y noche, relacionando y obteniendo pautas, conectando experiencias y elementos en común que, finalmente, nos ayudarán a conocer mejor nuestros talentos. Es una gran experiencia, observar y entender tantas cosas sobre uno mismo.
Veamos un ejemplo personal. Descubrí que uno de mis talentos, uno de mis puntos fuertes, es aprender. No lo puedo remediar, disfruto aprendiendo. Si además es en alguna área de mi interés, ¡cómo disfruto! ¿Cómo tomé conciencia? Aunque podía parecer evidente, no lo había visto con claridad nunca. Además de recibir feedback de las personas a las que pregunté, fui relacionando (¡y aún sigo!) momentos de mi infancia, de mi juventud, de mi vida adulta. Infinidad de recuerdos de todo tipo. Desde qué es lo que me gustaba hacer cuando salía algún fin de semana de niño con mi familia, a lo que me gusta hacer cuando viajo sea al lugar que sea, mis costumbres cotidianas, en que tareas del trabajo disfruto más,… lo que me parecía simple curiosidad a primera vista, observé que tenía un trasfondo más concreto: la actitud de aprender.
Y ahora ¿qué hago con este descubrimiento? ¿Cómo lo aplico? Pues es una información poderosa para plantearte que hay de eso que acabas de descubrir en tu trabajo o en tu vida actual. Cómo podrías lograr más. En qué nueva profesión o negocio puedo aportar mi talento: tal vez un puesto en que necesites adquirir conocimiento constante, trabajar en un sector muy cambiante, una profesión que te obligue a estar en constante crecimiento, como emprendedor conocer tus ventajas competitivas… Desde luego es una información muy valiosa para aquellos que no saben todavía que es lo que les gustaría en la vida, o que quieren llevar una existencia más plena. Y a los que sí, nos ayuda a tomar decisiones. Rápidamente y sin dudar.
Y ¿cuáles son tus talentos?