Hoy regresa esta sección al blog. Hoy leemos a Oliver Kozlarek y mas exactamente a Anibal Quijano. "Que dice" es una sección en la que en muy cortas palabras resumiré lo que buscan presentarnos diversos autores en sus textos. Normalmente usaré capítulos de libros o artículos de revista, es importante que sepas que en estos post les introduciré a los textos que señale y les haré un abrebocas sobre el mismo llegando también a las conclusiones a las que llega el autor, si consigo versión online les agregare links en los que puedan leer el texto completo que yo reseñe. Recuerda, el análisis es general pero útil si deseas saber rápidamente de que habla un texto del cual necesites información y no tengas mucho tiempo, pero en ningún momento reemplaza a la lectura completa de los textos.
Oliver Kozlarek es Doctor en ciencias sociales y filosofía. Profesor de la Universidad Michoacana de San Nicolás Hidalgo, en México. Ha realizado trabajos notables en filosofía y lanzado libros como “Modernidad como conciencia del mundo”. En el siguiente trabajo del cual se hace informe de lectura actúa como coordinador sin embargo escribe también un capitulo. Los demás escritores dentro del libro son: Carlos A. Bustamante, Nelson Maldonado-Torres, Aníbal Quijano, José Manuel Romero Cuevas, Boaventura de Sousa Santos y Farzin Vahdat. Es precisamente Aníbal Quijano del cual hablaremos puesto que el capítulo “Don Quijote y los molinos de viento en América latina” ha sido escrito por él. Aníbal es un destacado sociólogo y teórico político peruano. Actualmente es director de la cátedra América Latina y la Colonialidad del Poder en la Universidad Ricardo Palma, en Lima y profesor del departamento de sociología de la Universidad de Binghamton en Binghamton, Nueva York, Estados Unidos. Sus trabajos se circunscriben como vemos en la colonialidad y lo que esto representa para el mundo. Quijano inicia su texto aludiendo a América latina como base indudable del patrón que domina el sentido en que hoy se concibe a la modernidad y la globalidad. En sus propias palabras: “América Latina fue tanto el espacio original como el tiempo inaugural del período histórico y del mundo que aún habitamos. En ese específico sentido, fue la primera entidad-identidad histórica del actual sistema-mundo colonial/moderno y de todo el período de la modernidad.” La relación entre el territorio de ultramar y la vieja Europa repercute en la visión final que se le atribuye a América latina, entendida desde aquella perspectiva que le asimila como el territorio dominado y necesitado de dominación por parte del viejo mundo. Ese yugo de poder que impera sobre las nuevas tierras conocidas va a regenerarse en nuevas formas a través del tiempo. Una idea central al inicio del texto por parte de Quijano es que pese a que América se convierte en la proveedora de gran material de recursos que benefician a Europa en su búsqueda del desarrollo no logra que todas estas nuevas potencias europeas afloren y lleguen a la modernidad y el desarrollo. En sus palabras “ni todas las nuevas potencialidades históricas alcanzaron su pleno desarrollo en América Latina, ni el período histórico, ni la nueva existencia social en el mundo llegaron a ser plenamente modernos. Ambos, en fin, se definieron entonces y se reproducen hoy como colonial/modernos.” El autor realiza una analogía entre El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra y el nuevo patrón de poder que representa América para el viejo mundo. Entendiendo a los molinos de vientos contra los que Don Quijote lucha como nuevas corrientes que vienen a querer quitar su lugar y preminencia a tradicionales reglas a las que se les daba un carácter fehaciente y valido para todos. Bajo este argumento América viene a romper dinámicas que se gestaban en el mundo y que se creían sólidas. Luego de su aparición en la escena global viene no solo a representar un nuevo fundamento económico sino además político, el papel de América desempeña un rol básico para la nueva noción del mundo. Aludiendo a la frase “lo nuevo no ha terminado de nacer y lo viejo no ha terminado de morir” Quijano plantea como pese a que el modelo económico que significa América en el mundo mercantil acontece y crece no deja de tener presencia junto a la vieja noción más señorial que se erigió como una hegemonía económica, esta pese a que va perdiendo presencia y cede, continua en una especie de batalla existencial. Pese a que ambas ideas convergen para Quijano no se da una dualidad en la que ambas actúan como cómplices, sino que independientemente de que sean marcadamente diferentes y enredadas en una amalgama de pragmatismo mercantil deben existir para que a su vez la otra tenga lugar, algo así como decir que la una actué como contrapeso de la otra y viceversa. Continuando con el hilo del texto llegamos a un punto en que el autor reflexiona y nos habla del paso que da España al expulsar a moros y judíos de su territorio, este hecho catalogado como devastador para al autor confluye en gran manera con que España pase de ser “el centro del mayor poder imperial hasta el duradero atraso de una periferia, en el nuevo sistema-mundo colonial/moderno.” Esta idea se argumenta nuevamente a la analogía de Don Quijote y los molinos de viento si entendemos que aunque España recibía recursos y minerales en demasía de las colonias americanas con mano de obra negra e indios siervos no pagados no emergió como potencia luego de expulsar a moros y judíos, obviamente la expulsión es solo una variante de muchas causas que hoy sabemos cómo el hecho de que España actuaba como filtro de lo que iba a parar en manos extranjeras pero es un punto notable para el autor. Quijano hace una alusión a las reformas borbónicas y como curiosamente sirven como precedente para futuros sentimientos nacionalistas. En un siguiente aparte que titula “La producción histórica de América Latina y la destrucción y la redefinición del pasado” critica que desde nuestros pueblos latinoamericanos no se busque reivindicar nuestro pasado (a excepción de pocos movimientos afroamericanos e indigenistas). Cuestiona esa suplantación de lo europeo sobre lo nativo americano y como en nuestra historia poco se habla de los 100 millones de habitantes aproximadamente que vivían en nuestro territorios y fueron subyugados al dominio extranjero, más de la mitad fueron asesinados y su memoria ha querido ser olvidada por aquellos que no se apropian de una cultura milenaria de la cual su raíz fue truncada por la entrada dominante del viejo mundo sobre costumbres y practicas propias. Un tercer aparte titulado “La producción de un nuevo patrón de poder: Raza y dominación social global” nos habla de la raza como la primera categoría social de la modernidad. Nuevamente la visión europea se adueña del sentir americano y se atribuye a sí misma como la raza de más alto rango, la blancura de la piel se torna no solo en un símbolo de cierto status sino de poderío sobre la cual se han de regir las demás razas. Quijano critica además al encasillamiento en una sola raza llamada “indios” a gran cantidad de civilizaciones como la maya, la azteca e incas. Para el autor es una inconsistencia que pese a buscar diferenciar a clases sobre otras desconoce identidades y memorias separadas la una de la otra y por ende convergerlas en un solo grupo es sin lugar a dudas desconocer su riqueza cultural y particularidades. En el cuarto aparte titulado “El nuevo sistema de explotación social” nos habla del trabajo como diferenciador social y excluyente. En cuanto es articulado al capitalismo y basado en la obtención de ganancias pese al desgaste físico. Los "negros" eran, por definición, esclavos; los "indios", siervos. Los no indios y no negros, amos, patrones, administradores de la autoridad pública, dueños de los beneficios comerciales, señores en el control del poder. Y desde mediados del siglo XVIII, con el crecimiento de los "mestizos" era precisamente el "color" y el matiz de "color" de la piel, lo que definía el lugar de cada individuo o cada grupo en la división social del trabajo. Un quinto aparte se titula “Colonialidad y globalidad en el nuevo patrón de poder” define al capitalismo como el primer sistema global de explotación de la historia. En el sexto que lleva por nombre “Eurocentramiento del nuevo patrón de poder: capital y modernidad” critica la visión eurocentrista de la aparición de América en la escena mundial. Afirma que sin América ninguna dinámica del capitalismo y crecimiento económico se hubiese dado, algo que dista de la visión europea que le coloca a este continente como el verdadero causal del crecimiento. En sus palabras: Sin la colonialidad del poder fundada en América, es decir sin América, todo aquello no podría ser explicado. Sin embargo, la versión eurocéntrica de la modernidad oculta o distorsiona esa historia. Un séptimo aparte nombrado “Los fantasmas de América Latina” reflexiona sobre vacíos históricos en América latina. Menciona los más densos a su ver como la identidad y modernidad. Para muchos la forma de intentar empezar a llenar esos vacíos es la democracia y la concepción del estado-nación como muestra clara de ambos vacíos, sin embargo la democracia es a su entender también un vacío, al cerrar esta aparte presenta entonces los vacíos o fantasmas de América latina que según él finalmente son: la identidad, la modernidad, la democracia, la unidad y el desarrollo. El octavo y último aparte se titula “Colonialidad, modernidad, identidad” en este intuye que no hay sorpresa en que América admitiese y aceptase la ideología eurocéntrica sobre la modernidad. Curiosamente es en manos de blancos americanos con mirada occidental que se busca invisibilizar a la gran cantidad de razas que conviven en este continente. Aun después de asumir las identidades nacionales el autor percibe que parte de esta sociedad blanca americana busca ser una extensión de Europa uniéndose a preceptos de allí. En sus palabras: En otros términos, la colonialidad del poder implicaba entonces, y todavía hoy en lo fundamental, la invisibilidad sociológica de los no europeos, "indios", "negros" y sus "mestizos", es decir, de la abrumadora mayoría de la población de América y sobre todo de América latina. Al asociar la modernidad con lo europeo este punto llega a otra arista y es la de preguntarse entonces que pasa con las sociedades americanas mestizas o no blancas que no se insertan a la ideología europea. Es curioso puesto que la noción de modernidad llega con la aparición de América pero se convierte en un modelo europeo, acogido y propagado por el viejo continente. El autor cierra mostrando la importancia de la visión americanista de indígenas y afrolatinoamericanos como contrapeso a la ideología eurocentrista, esta visión cuestiona a la europea y plantea su propia racionalidad como alternativa a la modernidad-racionalidad europea. Estos movimientos niegan la legitimidad teórica y social de la clasificación "racial" y "étnica", proponiendo de nuevo la idea de igualdad social. Niegan además la pertinencia y la legitimidad del Estado-nación fundado en la colonialidad del poder. Las palabras con las que Quijano culmina a forma de reflexión son las siguientes: Es pertinente señalar, contra todo ese trasfondo histórico y actual, que la cuestión de identidad en América Latina es, más que nunca antes, un proyecto histórico, abierto y heterogéneo, no sólo, y quizá no tanto, una lealtad con la memoria y con el pasado. Porque esa historia ha permitido ver que en verdad son muchas memorias y muchos pasados, sin todavía un cauce común y compartido. En esa perspectiva y en ese sentido, la producción de la identidad latinoamericana implica, desde la partida, una trayectoria de inevitable destrucción de la colonialidad del poder, una manera muy específica de descolonización y de liberación: la des/colonialidad del poder. Aquí tienes en un link el texto completo por si deseas leerlo, descargarlo y/o llevarlo contigo: PDF(da click sobre PDF)
para citar texto:
“Don Quijote y los molinos de viento en América Latina” en Kozlarek, Oliver (coord.). De la Teoría Critica a una crítica plural de la modernidad _, Buenos Aires, Biblos, 2007, 79 – 105.