Todo esto debe ser considerado como algo dicho por un personaje de novela —o más bien por varios—. Pues del imaginario, materia fatal de la novela y laberinto de los esconces por los que se extravía el que habla de sí mismo, se encargan varias máscaras (personas), escalonadas según la profundidad del escenario (y sin embargo no hay nadie —ninguna persona— tras ellas). El libro no elige, funciona por alternancias, avanza mediante bocanadas de imaginario simple y accesos críticos, pero estos propios accesos no son más que efectos de resonancia; no hay imaginario más puro que la crítica (de sí mismo). La sustancia de este libro es pues, a fin de cuentas, enteramente novelesca. La intrusión, en el discurso del ensayo, de una tercera persona que no remite, sin embargo, a ninguna criatura de ficción, marca la necesidad de remodelar los géneros: que el ensayo confiese ser casi una novela: una novela sin nombres propios.
Roland Barthes
Roland Barthes por Roland Barthes
Traducción: Julieta Sucre
Editorial Paidós
Foto: Roland Barthes
