Revista Cultura y Ocio

Que el mundo sea más que nada y menos que el todo co...

Por Daniel Vicente Carrillo

Que el mundo sea más que nada y menos que el todo conlleva que el mundo no es totalmente nada ni totalmente todo. Luego es en parte nada y en parte todo.

Quien pretenda negar que el mundo es menos que el todo deberá probar una de estas dos proposiciones:

1. Que el todo puede padecer privación y alteración.

2. Que el mundo no padece privación ni alteración.

No podrá probarse la primera, ya que el todo por definición no está privado de nada, pues lo es todo, ni puede alterarse o cambiar, toda vez que cualquier cambio implica el paso del no-ser al ser, del ser al no-ser o de un modo de ser a otro. Donde se da el todo no se da el más ni el menos, y por tanto no se produce cambio alguno. Si el todo ingresa en el ser, fue nada; si ingresa en el no-ser, será nada; y si experimenta algún cambio en su modo de ser, padece privación, puesto que cambiar es adquirir o perder una cualidad, y tal es transitar de un estado de indigencia a otro de suficiencia o viceversa. 

Asimismo, si las partes del todo experimentaran alteración pero no así el todo en su conjunto, se predicaría de las partes algo que no podría predicarse del todo. Y, por consiguiente, el todo no lo sería todo, ya que sus partes tendrían algo que él no tendría.

Tampoco podrá probarse la segunda, al ser evidente que el mundo padece privación y alteración. Y ello por lo ya dicho: el mundo se mueve, luego cambia; luego está privado de aquello hacia lo que cambia.

En consecuencia, siendo imposible la oposición, quienquiera que enfrente este argumento deberá confesar que el mundo es menos que el todo y, por tanto, parte del todo.

Ahora bien, que el mundo sea parte del todo supone admitir que el todo existe y no es el mundo. Si alguien dijera que esto no es necesariamente así, ya que algo puede ser en parte blanco sin que estemos obligados a conceder la existencia del blanco absoluto, estaría valiéndose de una falsa analogía. Pues si el mundo es parte del todo y el todo no existe, entonces sólo el mundo existe, por lo que la parte es el todo y el todo existe. Lo que no sólo va contra la hipótesis del objetor, que postula que el todo no existe, sino que constituye un absurdo, dado que ha confesado poco antes que el mundo es menos que todo y pretende ahora que es igual al todo.


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