Ha pasado poco más de un año de las protestas vecinales del barrio burgalés de Gamonal. Unos hechos que para unos pocos no fue más que vandalismo injustificado y para muchos otros la respuesta ciudadana a las provocaciones de quienes ostentan y gestionan los poderes públicos. Con las protestas de las humildes familias y personas de Gamonal y su lucha ante el despilfarro económico que quería hacer el ayuntamiento sin pararse a pensar sobre las necesidades reales de sus vecinos quedó demostrado que cuando el pueblo permanece unido, se sabe poseedor de la razón y no desfallece en su reivindicación se pueden conseguir grandes cosas, en el caso de Gamonal paralizar las costosas obras de un bulevar. Gamonal fue un punto de inflexión al pasotismo habitual ante la convicción de que las protestas pocas veces servían para algo.
Hemos sido testigos durante muchos años de los excesos, los abusos y los delitos de quienes supuestamente eran y son nuestros servidores públicos sin que en la mayoría de casos hiciésemos nada para poner freno a sus antidemocráticos y poco legales comportamientos. Ha habido por parte de la ciudadanía una total connivencia con lo que estaba ocurriendo. Era más cómodo verlo todo desde el sofá de casa, tener una actitud crítica de boquilla y confiar en que fueran otros los que arreglaran los problemas o lucharan contra las ilegalidades y excesos del poder.
Hace mucho tiempo que tengo la plena convicción de que la forma en que estamos siendo gobernados en este país, como seguramente sucede en muchos otros de nuestro entorno, no es democrática. Pensando en incluso en las lecciones de historia de mi infancia es mucho peor que ese despotismo ilustrado que estudiamos, pues este aunque no contase demasiado con el pueblo se proponía gobernar para el pueblo y por el pueblo, cosa que en la actualidad no pasa pues se gobierna para el capital, por los mercados y por último, si no molesta a los grandes poderes y algunas veces con una clara intención de maquillar la realidad, se le da alguna migaja al pueblo –algún subsidio, una rebaja fiscal, etc.
Por activa y por pasiva he repetido hasta la saciedad que con votar cada cuatro años a una determinada lista de personas que en la mayoría de casos ni conocemos no hay bastante, la democracia es más que eso. El sistema y nuestra constitución incluso nos otorga unos supuestos derechos de participación pero que en el momento de la verdad de poco o nada sirven –ILPs, referéndums-. Y puesto a poner en tela de juicio que vivamos en democracia volveré a hacer referencia a ese principio básico de toda democracia que en nuestro país no se está cumpliendo, la separación de poderes. ¿Dónde está la separación de poderes si el poder ejecutivo puede controlar el poder legislativo en el momento que cuenta con el apoyo mayoritario de las cámaras y tiene la potestad de nombrar las más altas instancias del poder judicial (Tribunal Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial y con ello garantizarse el tener controlado y elegir los miembros del Tribunal Supremo y la Audiencia Nacional)?
La democracia ha de nacer en las calles y desde ellas se debería hacer la política, es para eso que debemos continuar luchando. Debemos luchar e intentar hacer ver a las personas de nuestro entorno cual es la cruda realidad, hemos de conseguir abrirles los ojos y hacerles entender que las calles son nuestras y hemos de ser nosotros los que hagamos política y decidamos cuales han de ser las reglas que nos han de regir. Por lo tanto volviendo al recuerdo de Gamonal si las calles son nuestras ¿por qué no lo debería ser el derecho a hacer política y decidir la forma de ser gobernados?
Queda claro que para recuperar el verdadero significado de la propia palabra democracia –«demos» pueblo y «krátos» poder o gobierno- hemos olvidarnos de actitudes pasivas e individualistas, y hemos de empezar a trabajar todos juntos dejando en el olvido ese maldito hábito de delegar en otros. No podemos confiar de manera total la gestión de nuestro destino y el de nuestros hijos en los representes de unas determinadas formaciones políticas, que a fin de cuentas no dejan de ser unos extraños, y que han demostrado de manera reiterada que son inmerecedores de nuestra confianza. Sólo si nos implicamos y conseguimos que la política nazca desde las calles, desde las asambleas ciudadanas y que quienes elijamos para ser nuestros representantes comprendan cual ha de ser su labor, trabajar para las personas y no para los mercados o el capital, conseguiremos vivir en democracia y tener un país más justo.
MSNoferini