Revista Sociedad

Que el ritmo no pare… Ni en verano

Publicado el 26 julio 2022 por Salva Colecha @salcofa

 
 

¿Te has parado a pensar en que nos han abandonado en un mundo que gira cada vez a más y más velocidad? Antes, cuando los periódicos eran de papel, estos días notábamos como reducían su grosor y se transformaban en verdaderos panfletos con un par de hojitas. Eran los días de las “serpientes de verano”, noticias que se repetían cíclicamente y que servían para entretenernos y vender papel porque, aunque más de media redacción se largaba de vacaciones, seguimos teniendo el mal hábito de comer todos los días y los anuncios necesitaban un papel donde imprimirse. Ahora ya ni eso, no hay piedad. Vamos de una guerra a un incendio pasando por la emergencia sanitaria de la viruela del mono a unas velocidades propias de la Enterprise en Star Trek.  

Está visto que eso de la calma veraniega era antes, porque ahora el ritmo no afloja en ningún lugar. Es más nos continúan apretando el acelerador. Parece que vivamos en plena competición de Fórmula 1 en la que cada décima cuenta, pero cuenta ¿para quién? -No será para los que vivimos al límite -.  Igual que no baja el ritmo en las redacciones donde corren para contarnos las barbaridades que salen del cerebro de un consejero que culpa a los ecologistas de los incendios, tampoco lo hace la exigencia en el puesto de trabajo, en ninguno de ellos, aunque la presión lleve a la muerte por golpes de calor del currante. Parece que este año los días calurosos y “pastosos” del verano no lleguen con las siestas, los días amables, las terrazas ni nada que se le parezca. Seguimos igual, con una extraña impresión de andar desesperados, agotados, agobiados y con esa sensación, más que real, de que parece que trabajemos más que antes pero no llegamos a nada mientras no hacen más que anunciarnos nuevos desastres para este invierno – ¿verdad que no son manías mías? -. Es como si no hubiese verano. 

Y es que es todo así, nos hemos instalado en la prisa, en el “corre-corre” interminable que nos hace consumir y olvidar, cada vez más rápido, como si se tratase de una hamburguesa de cualquier franquicia. Se ha reducido todo a eso, miramos, nos impresionamos, olvidamos… en un ciclo cada vez más rápido, cada vez más exagerado y más efectivo para que acabemos tragando con cualquier cosa y que no nos dé tiempo a darnos cuenta de que aquí los sacrificios siempre acabamos haciéndolos los mismos. Te cuento un ejemplo; Me he dado cuenta más que nada en una tragedia que sigo bastante de cerca. ¿Te acuerdas de la guerra de Ucrania? Antes se hablaba hasta en la sopa pero, poco a poco, se va diluyendo entre todas las noticias y sandeces que van aconteciendo y así, como nos tienen acostumbrados al “fast food”, nos olvidamos. Si, nos olvidamos de que los tiros continúan y de que puede que las cosas no vayan como nos dijeron. Algunas cosas, como las guerras, se hacen para que duren y que poco a poco se vayan perdiendo entre el maremágnum del día a día para que acaben siendo un recuadro perdido y dejen de importar. Es entonces cuando empezará el negocio y descubriremos, de vez en cuando, que los muertos siguen muriendo, el dolor sigue vivo y no va reduciéndose como el tamaño de las letras. 


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