El desarrollo sostenible es el equilibrio entre un crecimiento económico que satisface las necesidades del presente y la preservación del medioambiente que asegura el bienestar futuro.
Por tanto, aspira a una sostenibilidad económica, social y ambiental para que las siguientes generaciones disfruten las mismas o mejores condiciones de vida. La sostenibilidad económica comprende la generación de ingresos que sustenten a la población, la social incluye la garantía de derechos como la salud, la seguridad o la educación, y la ambiental consiste en que los ecosistemas puedan seguir produciendo recursos y absorbiendo desechos.El desarrollo sostenible supone una ampliación más al concepto de desarrollo. Las visiones economicistas lo entendían como un crecimiento económico medido a través del PIB, la industrialización o el progreso tecnológico. Después vino el “desarrollo humano”, que buscaba ir más allá de la acumulación de capital. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), este consiste en crear “un entorno en el que las personas puedan desarrollar su máximo potencial y llevar adelante una vida productiva y creativa de acuerdo con sus necesidades e intereses”. El adjetivo “sostenible” añade la preocupación por el medioambiente, al defender que preservarlo es clave para que exista ese entorno de bienestar.
Un concepto novedoso
Heredero del término “ecodesarrollo” de los años setenta, “desarrollo sostenible” apareció por primera vez en la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo de 1987, dentro del conocido como Informe Brundtland (Nuestro Futuro Común). El término recibió respaldo político internacional al tipificarse en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro de 1992. Su documento más importante, la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, puso al ser humano en el centro, defendiendo su derecho a una vida saludable y en armonía con la naturaleza.
Las sucesivas Cumbres de la Tierra de 1997 y 2002 perfilaron la implantación del desarrollo sostenible con un seguimiento de los objetivos marcados en 1992. Pero fue en la de 2012 cuando se acordó continuar los Objetivos de Desarrollo del Milenio —aprobados en el 2000 para acabar con la pobreza extrema, la no escolarización y la desigualdad de género, mejorar la salud mundial y proteger el medioambiente— con una estrategia más ambiciosa. Así, la Asamblea General de la ONU adoptó en 2015 la Agenda 2030, que establece diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) con 169 metas. Bajo el lema “no dejar a nadie atrás”, buscan enfrentar varios desafíos globales para lograr un futuro sostenible.
La tarea no es sencilla: pasa por construir un modelo de producción y consumo lo menos contaminante posible. Esto requiere no solo reducir la dependencia hacia los combustibles fósiles; también revisar la actividad de sectores como el textil o el alimentario, que tienen un grave impacto sobre el medioambiente, así como cambiar hábitos y modos de vida individuales. Es un proceso que irá a distintas velocidades, ya que los países menos desarrollados tienen menos capacidad de cambio que los ricos.
Logros, retos y críticas
La conceptualización de “desarrollo sostenible” refleja décadas de preocupación por el medioambiente sin renunciar al crecimiento económico. Además, la Agenda 2030 ya se ha dejado ver en acciones políticas como el Pacto Verde Europeo, el Ministerio español de Asuntos Sociales y Agenda 2030 o la Política Nacional de Producción y Consumo Sostenibles 2018-2030 de Costa Rica.
No obstante, si bien ya hay avances en algunos ODS, muchos otros están estancados o incluso en retroceso. El reto más inmediato es la covid-19, que amenaza con revivir problemas ya superados en muchas regiones, como la pobreza extrema o dificultades de acceso a la educación. Pero el obstáculo principal es la acción limitada o ineficaz de los Gobiernos, en especial con respecto a la crisis climática. Según el Informe de Naciones Unidas sobre los ODS de 2021, el compromiso del Acuerdo de París de mantener la temperatura global por debajo de los 1,5 grados extra respecto a niveles preindustriales está lejos de cumplirse. De hecho, 2020 fue el tercer año consecutivo más cálido desde que se tiene registro.
Todo ello ha hecho cuestionar si la Agenda 2030 es viable o suficiente, así como el propio concepto de desarrollo sostenible. La crítica más frecuente es que el término es un oxímoron: si el desarrollo es ilimitado, por definición no es sostenible ni conjugable con la protección medioambiental. Hay propuestas para reemplazarlo, por ejemplo, con el concepto de “decrecimiento”, que busca asegurar el bienestar reduciendo la producción material y el consumo energético. Otras posiciones argumentan que es un término demasiado flexible, lo que facilita que se trastoque su significado original o se vacíe de contenido, adaptándose a intereses que poco tienen que ver con la triple sostenibilidad.
Fuente: elordenmundial.com