No sé cuántos de vosotros conocéis este concepto. Me imagino que es
probable que aquellos que son fanáticos de las series estén más
familiarizados con él pero, para hacerlo común a todos, os lo explicaré.
El cliffhanger lo podríamos definir como un shock
para el que lo sufre. No es más que aquella última imagen o frase de un
capitulo de una serie, libro, videojuego, etc. que genera el suspense
necesario para despertar nuestra intriga en descubrir qué viene a
continuación. Es, por lo tanto, un elemento que crea adicción y motiva
al individuo en la búsqueda de nueva información acerca de lo visto o
leído.
Por poner un ejemplo reciente, entre los cliffhanger más impactantes nos encontramos con el “We have to go back Kate” de Lost en su tercera temporada que, bajo mi punto de vista, proporcionó un push aún mayor a la serie.
El cliffhanger está relacionado con el Efecto Zeigarnik,
que viene a explicar que aquello que todavía está pendiente en nuestra
memoria es más fácil de recordar que aquello que consideramos como
terminado. Por poner un ejemplo cotidiano, cuando nos presentan a un
grupo de personas, posiblemente, a los 20 minutos no recordemos el
nombre de ninguno excepto el de la persona que crea un especial interés
en nosotros, simplemente, por el hecho de considerar que el resto de
personas ya no pueden aportarnos nada más. Sin embargo, el nombre de esa
persona especial sí lo recordamos pues esperamos mantener una relación
más profunda, indagar en quién es y conocerla. ¿Te ves reflejado?
Esto puede ser aplicado a muchísimos ámbitos de la vida pero yo sólo me centraré en su aplicación en la educación.
La educación recibida por todos nosotros es “vomitiva” tal y
como la definía un profesor mío muy acertadamente. Aprendes los
conceptos para el examen y una vez terminados los expulsas fuera de la
cabeza. ¿Por qué sucede esto? Simplemente no nos hacen ver más allá. La
educación está planteada para cumplir con una planificación, aprender
unos conceptos y aprobar un examen pero no inspira al alumno para
continuar más allá. Termina el curso y el aprendizaje se considera
cerrado. ¿Alguien le dice a los alumnos la aplicación que puede tener
una teoría científica en otros ámbitos de su vida? ¿Alguien enseña a los niños de las escuelas a amar lo que estudian? ¿Alguien crea interés para que los alumnos no sólo aprendan aquello que va a entrar en el examen?
Creo que la educación no debería centrarse en explicar todo al
alumno. El profesor debería ser un guía. Enseñarle cómo puede acceder al
bosque, pero no acompañarle en su camino por él. Crear en él la
atención y el interés necesario para que profundice más, para que por sí
solo descubra nuevos conocimientos, tenga su propia visión del
conocimiento y no una visión sesgada por el ambiente que le rodea. Eso
proporciona innovación, da una mayor cantidad de opiniones y contribuye a
la riqueza cultural.
Si ahora os dijese que he descubierto una página en chino que te da 5
mandamientos para la felicidad eterna estoy seguro que muchos de
vosotros la buscaríais, la encontraríais y después buscaríais un
traductor chino para poder comprender lo que dice y si los mandamientos
contienen un cliffhanger continuaríais investigando.
Nada da más energía a una persona que la motivación. Y una manera de alimentar la motivación es a través de la incertidumbre.
Antes que un “FIN” proporcionad a los demás un “CONTINUARÁ“.
Fuente: http://queaprendemoshoy.com/