El escudo antimisiles de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es un sistema militar de defensa diseñado para interceptar misiles balísticos enemigos. Estados Unidos impulsó la iniciativa en el marco de la Alianza Atlántica, que aprobó su implantación en Europa en 2010. Con este instrumento, Washington y sus socios en el continente buscaban combatir la creciente amenaza de Corea del Norte e Irán, que Estados Unidos considera “Estados canalla”.
Este mecanismo de defensa consta de una serie de radares y buques destructores que identifican los misiles lanzados y los repelen mediante el uso de cohetes interceptores. Todas las operaciones del escudo se monitorizan desde el centro de control en la base aérea de Ramstein, en Alemania. El radar principal se encuentra en Turquía, mientras que los cohetes interceptores se distribuyen entre las bases de Deveselu (Rumanía), Rezikowo (Polonia) y Rota (España). El municipio gaditano acoge los cuatro destructores estadounidenses desplegados en Europa para garantizar el funcionamiento del sistema.
Una reedición de la “guerra de las galaxias”
La idea del escudo antimisiles surgió en Estados Unidos bajo la presidencia de George W. Bush desde 2001. La nueva Administración republicana quería emular el desarrollo tecnológico y militar que Ronald Reagan había impulsado en los años ochenta con su Iniciativa de Defensa Estratégica, conocida como la “guerra de las galaxias”. Con ese fin, los atentados yihadistas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York sirvieron como pretexto para que Bush retirase al país del Tratado sobre Misiles Antibalísticos de 1972. Este acuerdo, que Estados Unidos y la Unión Soviética habían firmado en plena Guerra Fría, limitaba el desarrollo de defensas antimisiles que el Pentágono quería promover.
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El sistema antimisiles se iba a componer de diferentes eslabones. Para evitar un ataque de Corea del Norte desde el oeste, Estados Unidos pretendía colocar misiles interceptores en sus bases de Alaska y California. En el caso de una ofensiva iraní por el este, desplegaría diez de estos artefactos en Polonia. Esta medida, sin embargo, contó con la firme oposición de Moscú, que veía en estas acciones un peligro para su seguridad nacional.
De la distensión de Obama a la hostilidad de Putin
Las tensiones entre la Casa Blanca y el Kremlin empezaron a disiparse con la llegada de Barack Obama al Despacho Oval en 2009. El nuevo presidente apostó por una retórica menos hostil hacia Rusia y abandonó el proyecto de escudos antimisiles promovido por su predecesor. En su lugar, la Administración demócrata decidió instalar este sistema en Europa bajo el paraguas de la OTAN, con la participación de Rusia en su desarrollo. Sin el veto de Moscú, la organización autorizó el mecanismo de defensa en la Cumbre de Lisboa de 2010.
El reajuste en las relaciones, sin embargo, terminó con el regreso de Vladímir Putin a la presidencia de Rusia después del periodo de Dmitri Medvédev. Putin acusaba a la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, de alentar las protestas internas tras su victoria en las elecciones de 2011. El acercamiento del Kremlin a Irán y al régimen de Bashar al Asad en Siria intensificó el malestar en la Casa Blanca. Sin embargo, la gota que colmó el vaso fue la decisión de Putin de conceder asilo político en 2014 a Edward Snowden, un exempleado de la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense que había huido a Hong Kong tras haber robado documentos clasificados. En ese contexto, Obama optó por anular cualquier encuentro con el mandatario ruso.
Amenaza a la disuasión nuclear
La anexión rusa de la península de Crimea en 2014 asestó un golpe definitivo a las relaciones entre las dos potencias. Debido a las acciones militares de Moscú en Ucrania, la OTAN confirmó la activación del escudo antimisiles en 2016 con la instalación de equipos navales estadounidenses en la base terrestre de Rumanía. Este proceso se desarrolló de manera gradual, comenzando con el despliegue de cruceros lanzamisiles en Rota. Se esperaba que el escudo fuera completamente operativo a finales de 2018, ya con Donald Trump como presidente, con su implementación en Polonia, cerca de la provincia rusa de Kaliningrado. Sin embargo, los problemas en la construcción han postergado su activación hasta 2022, bajo la presidencia de Joe Biden.
La entrada de Ucrania traería más problemas que soluciones a la OTAN
Para Putin, el escudo antimisiles constituye una señal inequívoca del interés de Estados Unidos por expandir su influencia hasta la frontera rusa, pero Washington siempre recalcó que este mecanismo estaba dirigido a combatir los riesgos procedentes de fuera de Europa. Pese a ello, el Kremlin sostiene que su activación carecía de sentido después de firmar el acuerdo nuclear con Irán en 2015. Occidente justificó su posición afirmando que Teherán aún podía fabricar misiles balísticos convencionales.
Hasta ahora, la respuesta de Moscú se ha limitado al desarrollo de misiles hipersónicos. Estas armas dispondrían de una velocidad y de una trayectoria indetectables para el escudo antimisiles. Con el incremento de las hostilidades en Ucrania, los ensayos han generado una especial preocupación en Occidente. Además, la proliferación de estos artefactos, también por los ensayos de China y ante las tensiones sobre Taiwán, podría significar un relanzamiento de la carrera armamentística y el final del proceso de disuasión nuclear que ha imperado a nivel internacional desde la Guerra Fría.
¿Qué es el escudo antimisiles de la OTAN y dónde está? fue publicado en El Orden Mundial - EOM.