El fascismo es una ideología, movimiento político y sistema de gobierno totalitario de extrema derecha que se opone a la democracia, el comunismo, el liberalismo y la internacionalización. Defiende la superioridad de la raza y la patria, y la necesidad de emplear la violencia contra los que considera enemigos de la nación. Los regímenes fascistas han tenido rasgos personalistas, militaristas y corporativistas.
El concepto proviene de la palabra latina fasces, nombre de las insignias que portaban los magistrados de la antigua Roma como símbolo de autoridad. Aunque no existe un único tipo de fascismo, en líneas generales cuando llegan al poder los líderes fascistas crean un Estado nacionalista, totalitario y de partido único, al frente del cual se presentan como salvadores. El partido moviliza a la sociedad mediante un discurso demagogo y la organiza de forma corporativa en unidades sociales —familia, sindicato, patronal, partido y asociaciones—, controladas por el Estado.
Los regímenes fascistas se implantaron en Europa durante la primera mitad del siglo XX y desde entonces numerosos Gobiernos han adoptado algunas de sus formas. El primer régimen fascista fue la Italia de Benito Mussolini, quien acuñó el término en 1919, y le siguieron la Alemania de Adolf Hitler (1933-1945) y la España de Francisco Franco durante su primer decenio (1939-1949). Algunos dictadores en América Latina, contemporáneos y posteriores, emularon parte del modelo.
Regímenes excluyentes que se aprovechan del miedo
El fascismo surgió tras la Primera Guerra Mundial y la crisis económica que la siguió. La burguesía, empobrecida, veía con temor el auge del movimiento obrero, especialmente tras el triunfo de la revolución bolchevique en Rusia en 1917. Frente a ello, el fascismo se presentó como enemigo visceral de la ideología marxista y sus variantes, incluyendo anarquismo, comunismo, socialismo o socialdemocracia, lo que le granjeó el apoyo de grandes empresarios, aristócratas y conservadores.
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La ideología fascista se aprovechó de ese miedo, pero también del fracaso de las democracias durante el periodo de entreguerras. De ahí que los fascistas rechacen el constitucionalismo y parlamentarismo, a los que tachan de inservibles, y al liberalismo y al capitalismo desregulado, a los que consideran culpables de crear una sociedad individualista, materialista y enfrentada, incapaz de crear un sentimiento de colectividad nacional.
En lo económico, el régimen fascista interviene en el mercado para favorecer ciertas industrias y controlar el movimiento obrero a través de un sindicato vertical. Es también un sistema proteccionista que pretende convertir al país en una economía autosuficiente. No obstante, permite la propiedad privada. De hecho, algunos grandes industriales colaboraron con los regímenes fascistas europeos: por ejemplo, Opel, Ford o Porsche fabricaron vehículos para Alemania durante el Tercer Reich.
Sobre lo social, el fascismo glorifica el ultranacionalismo y ultraconservadurismo. La patria es la entidad superior a la que hay que rendir culto. Esta exaltación nacional desemboca en el deseo de expandir las fronteras reclamando territorios a costa de otros países, por la fuerza si es necesario. Son ejemplos de ello la Alemania nazi en Europa y la Italia fascista con su invasión de Etiopía en 1935. La consecuencia última de este ultranacionalismo es la marginación, violencia e incluso exterminio de quienes se consideran enemigos de la patria, incluidos minorías étnicas, opositores políticos o intelectuales.
Ya no hay regímenes fascistas, pero sí movimientos que se inspiran en ellos
Con la derrota de Alemania y sus aliados en la Segunda Guerra Mundial, el fascismo quedó relegado. Sin embargo, en los años noventa la sombra fascista resurgió en Europa con la limpieza étnica en los Balcanes, la violencia de los cabezas rapadas o skinheads contra inmigrantes en el Reino Unido, Alemania, Italia y países escandinavos, o la entrada de partidos neonazis en Gobiernos nacionales. Ello no ha derivado en el establecimiento de nuevos regímenes totalitarios, y existe consenso académico en que el fascismo como sistema político ya no tiene cabida porque no se cumplen las condiciones sociales, económicas y culturales del periodo de entreguerras.
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Sin embargo, el fascismo como ideología sí está presente entre la población, también en países democráticos. Este neofascismo tiene los mismos enemigos de antaño, pero también otros nuevos fruto de su racismo violento y nacionalista. Por ejemplo, el supremacismo blanco de Estados Unidos ataca a los afroamericanos; en Europa central los grupos y partidos políticos de extrema derecha apuntan a musulmanes, inmigrantes y miembros de la comunidad LGTBIQ, y en Europa del Este y Rusia los señalados son judíos, eslavos y occidentales.
¿Qué es el fascismo y por qué se opone al marxismo y la democracia? fue publicado en El Orden Mundial - EOM.