El hambre
Nada es tan conocido y a la vez tan desconocido, tan cercano y a la vez tan lejano, tan presente y tan ausente, tan sensible y a la vez tan insensible… como el hambre.
Todos hemos tenido la sensación de hambre alguna vez, pero no nos podemos ni imaginar lo que es estar muriendo de hambre.
“Hemos vaciado el termino, lo hemos malgastado, lo hemos maltratado, hemos perdido su significado.”
“Un niño que pasa hambre es un niño que se come a sí mismo, el cuerpo que pasa hambre se come”
No nos atrevemos a hablar de hambre, es mejor hablar de inseguridad alimentaria, no nos atrevemos a poner nombre propio, preferimos hablar de frías cifras a halar de los niños que mueren de hambre uno a uno, con nombre, con rostro, con Mirada.
Tampoco nos atrevemos a hablar de hambruna.
Lo peor es la desnutrición crónica, cuando ya hemos normalizado que pasan hambre cada día y por tanto no existen ni se dedica ningún esfuerzo a ellos.
El primer objetivo de cualquier persona es comer.
Me puedo dedicar a escribir todo esto porque no tengo que ocupar todo mi día a cubrir mi primera necesidad, buscar comida, comer.
Viven cada día al borde del abismo.
La estrategia del hambre
Morir de hambre para que otros puedan vivir entre lujos y lujuria.
Es la estrategia del hambre, no es un accidente, no es un desastre natural; es una decisión deliberada, a conciencia.
Sí, quiero matar de hambre a Abdulakim, Natsaneth, Wondimu, Aberash y cientos de niños y niñas para que unos poco se ahoguen de caprichos.
Se ha acabado el hambre por sequías, el hambre por desastres naturales, el hambre inevitable…
La hambruna es creada, evitable.
Y todo esto ocurre en un silencio cómplice abrumador.
Por lo que se ha acabado también sencillamente la asistencia nutricional. Tenemos que denunciar, cuestionarnos el sistema, derrotar el gobierno del egoísmo, de la avaricia, y que gobierne el amor y la solidaridad.
Encontrar la felicidad en la felicidad del prójimo