Al principio, puede parecer que la palabra narratario está sacada de un conjuro élfico, quizá a buen recaudo de un primo hermano de la palabra destinatario. Y no anda mal desencaminado, ya que cierto parentesco sí hay.
Según el Diccionario, el narratario en literatura es un personaje que en una ficción es el destinatario del relato hecho por el narrador, y que justifica la propia existencia de la narración. Pero esto hay que explicarlo un poco, ya que, de entrada, puede ser demasiado amplio. De hecho, el narratario empezó con muchos escritos experimentales. Gerard Genette fue uno de los creadores de la narratología, y acuñó el término con su obra Figures, escrita entre 1966 y 1972. No obstante, Gerald Prince fue quien lo más estudió en su libro Narratología, y en su artículo "Introducción al estudio del narratario".
CARACTERÍSTICAS DEL NARRATARIO
Pensemos. Está claro que toda novela tiene un narrador, por muy extraño que este parezca (desde una piedra hasta un narrador intangible, o que no ha nacido aún, como en la novela Cáscara de nuez, de Ian McEwan, donde el narrador es el feto de la mamá que está embarazada). No obstante, hay veces que ese narrador alude al lector, y eso es lo que no está presente en todas las novelas. Ya lo veíamos en la novela victoriana, donde al principio de la lectura se podía leer: "Querido lector".
EL NARRATARIO
➱ Constituye un producto más de la ficción, pero no es el lector en sí, sino su receptor.
➱ Es la persona a quien se dirige el narrador.
➱ Es el destinatario interno de la narración, que es un personaje más de la narración.
➱ Se dirige el narrador para contar su historia, es su interlocutor.
➱ Todas las alusiones a un lector dentro de una novela se corresponden con el narratario.
Sin embargo, cabría diferenciar entre dos tipos de narratarios. 1) El que no aparece de forma explícita, el ausente o no marcado. Este no se menciona a lo largo de la narración, desconocemos a quién va dirigido. 2) El otro tipo sería el narratario al que se apela directamente. El narrador revela abiertamente quién es el destinatario. Y es lo que ocurre exactamente con la novela epistolar.
NOVELA EPISTOLAR
Este es un claro ejemplo de narratario explícito. En la novela epistolar, se necesita de un alguien al quien dirigir los pensamientos o acciones que sucedieron. Aquí es obligatoria la presencia de un destinatario explícito. Por ejemplo, fuera de la novela epistolar, tenemos la obra teatral de Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes (donde la viuda habla con el difunto Mario), o en la novela epistolar Carta de una desconocida, de Stefan Zweig. En estos casos, se puede pensar que el narratario adquiere más importancia que el narrador. Es más, el desarrollo de la narración depende de cómo responda el narratario, o su falta de correspondencia ante ella.
El narratario, por otro lado, se hace más que evidente, cuando hay memorias, diarios, autobiografías, confesiones, etc. (donde el narrador se convierte, a su vez, en el narratario).
INTERPELA AL LECTOR
Cuando el narrador nos descubre quién es su destinatario, puede pasar que os manipule a la vez con sus palabras, os intente convencer y os engatuse para que penséis de una forma o de otra sobre el asunto que está tratando. Si un escritor lo hace bien, puede crear todo un juego entre el narrador y el narratario para cautivar al lector. Puede representar todo un entramado de complicidad.
En este caso, el narratario se muestra como un recurso retórico que desea, de alguna manera, hacer partícipe al lector desde el control, para saber así qué piensa o marcarle el camino para que conforme una opinión. Esto ocurre con la novela Hablando del asunto, de Julian Barnes (una obra que siempre aconsejo muchísimo), donde los tres personajes de la novela parecen sentarse en un sofá a modo del confesionario de Gran Hermano. Los tres se van intercalando para contarte la historia, y se dirigirán a nosotros con frases como: "Disculpe, no se me dan bien los chistes" o "Usted apenas me conoce, empecemos de nuevo" o "Hola, soy Oliver, Oliver Russell. ¿Un cigarrillo? No, supuse que no lo querría. ¿Le importa que fume yo? Sí, ya sé que está comprobado que es malo para mi salud, por eso me gusta. Dios, acabamos de conocernos y ya se me echa encima como un desenfrenado comedor de cacahuetes. Y además, ¿a usted qué le importa?...".
Esto también ocurre en la novela de Italo Calvino Si una noche de invierno un viajero ya empieza así: "Estás a punto de empezar a leer la nueva novela de Italo Calvino: Si una noche de invierno un viajero. Relájate. Concéntrate. Aleja de ti cualquier otra idea. Deja que el mundo que te rodea se esfume en lo indistinto. La puerta es mejor cerrarla; al otro lado siempre está la televisión encendida...". Y así se tira unos cuantos párrafos, hablando con el lector sobre que adopte una postura cómoda para empezar a leer.
Seguro que ahora leéis desde otro punto de vista, y podéis ponerle nombre a esa otra pared que rompe al narrador y que os interpela directamente; incluso os hace gracia sentiros partícipes de su obra, como un personaje más. Ya lo dijo David Logde: "La novela es presentada como una habitación en la que nosotros, como lectores, estamos encerrados con el narrador". Pues bien, que ese encierro sea placentero, amigos.