Revista Infancia

Qué es el “saboreo”, por qué nos ayuda y cómo practicarlo con nuestros hijos

Por Mamapsicologain @mamapsicologain

En el torbellino de la vida familiar

Muchas veces las familias nos sentimos atrapadas entre lo urgente y lo pendiente.
Vamos de aquí para allá apagando fuegos, resolviendo lo inmediato, sin tiempo para detenernos a disfrutar de los pequeños instantes de felicidad, de conexión o, simplemente, de vida.

Ese vivir deprisa, con la sensación constante de no llegar a todo, nos desgasta emocionalmente.
Nos vuelve más irascibles, más cansadas, menos presentes.
Y, casi sin darnos cuenta, empezamos a vivir en modo supervivencia: cumpliendo tareas, pero sin disfrutar de lo que realmente importa.

Sin embargo, la ciencia ha demostrado que existen prácticas sencillas capaces de aumentar significativamente nuestro bienestar.
Una de ellas es el saboreo: una forma consciente de detenernos y apreciar lo que sí está bien, lo que nos sostiene en medio del ruido.

Hoy quiero explicarte qué es, por qué funciona y cómo puedes integrarlo en tu día a día como madre o padre, para aprender a disfrutar más de lo que ya tienes.

¿Qué es el saboreo?

El saboreo (savoring, en inglés) es una estrategia emocional positiva que nos ayuda a amplificar, prolongar o intensificar una experiencia agradable, ya sea en el momento presente, al recordarla o al anticiparla.

A diferencia del placer efímero o del simple disfrute, el saboreo requiere una actitud activa y consciente: parar, notar, registrar y valorar lo que está ocurriendo.

Es una práctica que entrena nuestra atención hacia lo que sí funciona, hacia esos instantes que a menudo pasan desapercibidos entre el cansancio y las prisas.

Y no, saborear no significa ignorar lo difícil ni negar el malestar.


Significa dar espacio también a lo bueno, permitirse sentir satisfacción, ternura o calma cuando aparecen.

Aprender a estar presentes cuando algo sí está bien, aunque dure solo unos segundos, es una forma poderosa de autocuidado emocional.

¿Por qué es importante? ¿Qué dice la ciencia?

Saborear la vida no es una moda ni un capricho emocional, sino una práctica respaldada por la investigación científica.

La investigadora Laurie Santos, profesora de Psicología en la Universidad de Yale, destaca que las personas felices no necesariamente tienen una vida más fácil: simplemente entrenan su mente para saborear más a menudo las pequeñas cosas.

La ciencia del bienestar ha demostrado que nuestra atención es un recurso limitado, y que lo que elegimos enfocar influye directamente en cómo nos sentimos. Cuando nos entrenamos para detenernos en lo que sí funciona —un gesto amable, una mirada cómplice, un instante de calma—, nuestro cerebro refuerza las redes de gratitud, conexión y satisfacción.

Diversos estudios muestran que practicar el saboreo de forma regular puede:

  • Incrementar el bienestar emocional y la satisfacción vital
  • Reducir los niveles de estrés y los síntomas de ansiedad
  • Mejorar las relaciones sociales, porque estar presentes mejora la conexión con los demás
  • Reforzar el recuerdo positivo de las experiencias pasadas, ayudando a construir una narrativa vital más equilibrada.

En otras palabras, saborear es una forma de cultivar una felicidad más sostenible, más consciente y más en sintonía con lo que sí funciona en nuestra vida.

Una felicidad que no depende de grandes cambios, sino de aprender a mirar de otra forma lo que ya está ahí.

¿Y qué tiene que ver con la crianza?

Muchísimo.

Criar, educar, acompañar a nuestros hijos nos enfrenta, a menudo, a la exigencia constante: las rutinas, las discusiones, el cansancio, la culpa…

Vivimos tan pendientes de lo que falta o de lo que no sale bien que acabamos pasando por alto los pequeños momentos en los que sí hay conexión, ternura o calma. Esos instantes luminosos, fugaces, sencillos, a veces casi invisibles, que debemos aprender a reconocerlos.

Saborear con nuestros hijos es decidir conscientemente:Este momento me lo quedo.

Y puede ser cualquier cosa:

  • Escuchar cómo inventan una historia absurda.
  • Sentir su piel cálida en un abrazo.
  • Observar su forma de dormir.
  • Reírnos juntos sin motivo.
  • O simplemente notar cómo nos miran cuando sí nos sienten cerca.

Cada una de esas escenas es una oportunidad para fortalecer el vínculo y cuidar también de nosotras mismas, recordándonos que la felicidad no siempre está en los grandes gestos, sino en la manera de mirar lo cotidiano.

¿Cómo se practica el saboreo?

El saboreo no requiere grandes esfuerzos ni mucho tiempo, sino intención y presencia.
Podemos practicarlo en cualquier momento del día, incluso en medio del caos familiar.
Se trata de aprender a detenernos y a prestar atención cuando algo nos hace sentir bien, aunque sea un instante breve.

Aquí tienes algunas estrategias, validadas científicamente, que puedes incorporar poco a poco a tu rutina familiar:

Detente.

Haz una pausa cuando notes que algo bonito, tierno o especial está ocurriendo.
Tal vez tu hijo te ha abrazado sin motivo, o simplemente el silencio de casa te regala un respiro.
Quédate ahí, sin hacer nada más.

Nómbralo.

Ponte palabras —internas o en voz alta—:

  • “Esto me gusta.”
  • “Esto me hace bien.”
  • “Quiero recordar esto.”

Nombrar lo que sentimos ayuda a fijar la experiencia en la memoria emocional, transformando un instante cualquiera en algo significativo.

Prolonga la sensación.

Quédate un poco más en el momento.
Respira hondo. Míralo bien. Escúchalo.
A veces, solo unos segundos más bastan para que el bienestar se asiente y no se disuelva tan rápido.

Compártelo.

Contar o compartir el momento con otra persona —tu pareja, una amiga, incluso tu propio hijo— multiplica el efecto positivo.
El bienestar, cuando se comparte, se refuerza.

Recuerda o anticipa.

Revivir una escena agradable o ilusionarte con algo que vendrá también forma parte del saboreo.
No es escapismo: es cultivar la esperanza y la gratitud, dos emociones profundamente protectoras.

Saborear es, en definitiva, una práctica de autocuidado emocional y conexión relacional, una manera de volver al presente sin exigencias ni juicios.

Para terminar: saborear también es cuidarse

Saborear no es un lujo, ni una forma ingenua de mirar la vida.
Tampoco implica negar lo difícil o fingir que todo va bien.
Si me conoces, sabrás que no soy nada partidaria de las idealizaciones; al contrario, sé bien que idealizar la maternidad o la paternidad suele generar más culpa y frustración que bienestar.

Por eso, saborear no tiene que ver con endulzar la realidad, sino con cuidarla.
Con reconocer que, incluso en medio del cansancio o la incertidumbre, hay instantes que merecen ser habitados con presencia.


Una manera de decirte a ti misma:

“Estoy aquí. Esto está pasando. Y me permito disfrutarlo.”

Si te gustaría empezar a practicarlo pero no sabes cómo, he preparado un pequeño recurso gratuito para ti:

Mini diario descargable: “3 preguntas para saborear tu día” Te ayudará a entrenar esta mirada poco a poco, con intención y amabilidad.

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Imagen cortesía https://www.freepik.es


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