Cuando durante los 70 y los 80 iba a casa de mi abuela materna ( ver ¿Sabes determinar tus 8 apellidos?) en el Turó de la Peira de Barcelona, la sensación que tenía era que estaba en un barrio viejo, como de una época muy alejada históricamente a los ojos de un niño. Aquellos edificios de interiores oscuros, amarillentos, de arquitectura desfasada y olores característicos, no despertaban en mí una sensación agradable, aunque no llegaba a comprender porqué. La respuesta la obtuve el 11 de noviembre de 1990, cuando las portadas de todos los noticiarios abrían con la noticia de un edificio que, cercano a casa de mi abuela, se había venido abajo matando una vecina. La aluminosis hacía su puesta de largo en los titulares.
Resulta curioso como, a pesar de tener pocos años, la apariencia de aquel barrio ya me ponía en alerta de forma inconsciente. Y es que, en absoluto aquel barrio tenía la apariencia de los poco más de 20 años que en realidad llevaba construido: parecía que tenía 50 o 60 años. Estaba enfermo, enfermo de aluminosis, y todo él lo reflejaba. Lo peor fue saber que miles de edificios de Barcelona padecían el mismo mal, y que el peligro lo teníamos en nuestras propias casas. Pero... ¿qué es la aluminosis? ¿Porqué se produce? Si tiene un ratillo, miro de explicárselo de forma fácil.
Durante el franquismo, Barcelona fue el centro de recepción de una gran cantidad de gente que, procedente del campo español, veía en la capital catalana una tierra de oportunidades donde poder prosperar. Este gran flujo de inmigración, hizo que la demanda de vivienda se multiplicara enormemente, hasta el punto que las constructoras no daban abasto a tanta demanda, por lo que construir rápido se convirtió en objetivo prioritario. ¿Y qué mejor que utilizar un cemento que fragua en pocas horas? Ese era el caso del llamado cemento aluminoso, un cemento especial al cual se le añadía mineral de aluminio ( bauxita básicamente) para aumentarle la resistencia y reducirle el tiempo de secado, y... ¡ahí que empezaron a utilizarlo como si no hubiese un mañana!.
Al contrario de lo que pueda parecer, el cemento aluminoso no era un mal producto. A las características de fraguado rápido -en 24h casi alcanzaba su máxima resistencia-, se le tenía que añadir que era capaz de aguantar hasta 1500 ºC (lo que lo hacía idóneo para la construcción de hornos) y, debido a que al fraguar provocaba una reacción que alcanzaba los 35ºC de temperatura, era muy utilizado para construir en zonas frías donde la congelación del cemento podría ser un problema. Todas estas ventajas hacían que fuera muy útil en la construcción de vigas y piezas prefabricadas, donde servir rápido era vital. Hasta aquí, el cemento aluminoso era una auténtica maravilla, pero pronto empezó a enseñar cual era su tendón de Aquiles: la humedad.
Efectivamente, si bien el cemento no tenía ningún inconveniente en sí mismo, en situaciones de temperatura elevada y humedad aún más elevada, como es el caso de Barcelona y zonas costeras ( ver Ande yo fresquete y quéjese el dirigente), la estructura mineralógica del cemento aluminoso cambiaba peligrosamente.
En el momento de fraguado del hormigón, la mezcla de cemento y agua, hace que se combinen generando una serie de cristales de mineral (en el caso del cemento aluminoso, de ) que creciendo entre la arena de la mezcla es lo que le da rigidez. Estos cristales tienen forma hexagonal (seis lados), pero en condiciones de alta humedad ambiental, el absorbe el agua y se convierte en , pasando de tener una forma hexagonal a una forma cúbica, que si bien es más estable que la anterior, produce una reducción del volumen del cemento de hasta un 40%. Reducción que se convierte en desastroso en tanto que, cualquier cosa que esté hecha con ese cemento, se resquebraja, desmenuza y, en el caso de hormigones armados, pierde la adherencia a las viguetas de hierro de su estructura, perdiendo hasta el 75% de su resistencia. Y cuanta más humedad, peor. Es lo que se llama aluminosis.
En estas circunstancias, cualquier estructura hecha con cemento aluminoso -sobre todo en el caso de vigas y cubiertas- que esté sometida a altas humedades relativas, ya sea medioambientales o por causa de actividad humana (por ejemplo en baños, cocinas, fregaderos...), se convierte en un peligro, tanto más probable cuanto menos cuidado esté el inmueble y más filtraciones duraderas haya. De hecho, en un ambiente seco como Madrid, los casos de aluminosis son escasos (excepto el caso del estadio Vicente Calderón, por su proximidad al río Manzanares), mientras que en Barcelona es una auténtica plaga.
En el Turó de la Peira, el problema no fue solo la aluminosis, sino que el ahorro ilícito de todo tipo de materiales por parte de la inmobiliaria Sanahuja -la promotora del barrio- junto al haber utilizado arenas graníticas -que se desintegran con el tiempo- para hacer el cemento, hicieron que se tuvieran que derribar 54 edificios y se tuvieran que rehabilitar 100 más, entre ellos el de mi abuela. No en vano, cuando nos juntábamos la familia, nos decía que no nos acumulásemos en un punto, ya que el riesgo de venirnos abajo era, por desgracia, real. La aluminosis tenía parte de culpa, pero la corrupción institucionalizada durante el franquismo, tuvo un peso aún mayor.
La cosa era tanto más sangrante en cuanto que se conocía el punto débil del cemento aluminoso desde mucho tiempo antes. Por ejemplo, Francia prohibió este tipo de cemento en 1943, el estado alemán de Baviera hizo lo propio en 1960, mientras que en España, no fue prohibido hasta el 1977, tras haber sido utilizado de forma masiva entre 1950 y 1970. No obstante...¿qué hacer con los más de 300.000 edificios que fueron construidos con ese cemento durante esa época? ¿Cómo solucionar el problema?
Para empezar, hay que decir que no todas las construcciones efectuadas con cemento aluminoso desarrollan aluminosis, ya que tan solo las condiciones de humedad sostenidas durante largos periodos de tiempo son los que provocan el desarrollo de la "enfermedad". De hecho, este problema se puede producir incluso en vigas construidas con cemento no aluminoso (cemento Portland, por ejemplo) la cual cosa da una idea de la gravedad del asunto.
Cambiar las vigas afectadas o reforzarlas convenientemente mediante perfiles en acero inoxidable que soporten la estructura, o inyección de cemento epoxi en las zonas afectadas, es la única opción para eliminar el riesgo de colapso de las estructuras. En algunos casos graves, esto no es viable, y tan solo queda el derribo total del edificio. Una salida que, por su alto coste, no siempre está al alcance de los afectados, a pesar de que la Administración ofrece hasta un 65% de subvención de la obra de reparación de aluminosis en el caso de propietarios con rentas bajas, y un 25% en obras de rehabilitación (solo para propietarios, no a la comunidad, claro).
Por suerte, que se repitan casos como lo del Turó de la Peira, a pesar de tener los edificios construidos total o en parte con cemento aluminoso, es muy difícil. La concienciación al respecto de la problemática ha hecho que la Administración haya puesto énfasis en el control de este tipo de edificios, convirtiendo el problema de la aluminosis más que en un problema de seguridad de los bloques, en un problema económico para sus propietarios.
Un problema que no es culpa directa de los propietarios (excepto si es fruto de un mal mantenimiento), pero a los cuales, como siempre, son a los que le toca pagar el pato.