En
nuestro blog consideramos que “Calidad Educativa” es un concepto complejo, que
no puede reducirse a una serie de números. Un componente fundamental de la
misma es la de responder a la necesidad de “Aprender a convivir”, lo que nos
lleva a preguntarnos si esto se logra compitiendo o colaborando. En los
siguientes párrafos, el autor hace referencia al intento de naturalización de
la competencia.
La
libre competencia es uno de los argumentos falaces divulgados por el
capitalismo. Está tan imbuido en la conciencia social que hasta los mismos
representantes de la izquierda tradicional europea lo aceptan.
El
imperativo categórico de esta organización social es que la economía debe ser
competitiva, que para tener éxito en la vida hay que competir, ser
competitivos. Sin embargo, la biología evolucionista nos dice que la humanidad
surgió de la cooperación y la solidaridad. La competencia, la lucha por el territorio
y el alimento es la ley de la selva, la animalidad. Los homínidos se fueron
desprendiendo de su animalidad y convirtiéndose en seres humanos a medida que
fueron cooperando solidariamente en la conquista de su medio.
Defender
y practicar la competitividad equivale a proclamar la ley de la selva como
principio rector de nuestro comportamiento, a destacar la animalidad frente a
la humanidad. El capitalismo niega así la verdadera naturaleza del ser humano,
su índole solidaria y cooperante. El capitalismo es pues, la negación humana,
la inhumanidad. Carlos Marx, quien dedicó su vida al estudio del capitalismo,
escribió, hace ya más de 150 años, esto sobre la competencia:
La competencia
aísla a los individuos, no sólo a los burgueses, sino más aún a los
proletarios, enfrentándolos a unos con otros, a pesar de que los aglutine. De
aquí que tenga que pasar largo tiempo antes de que estos individuos puedan
agruparse, aparte de que para esta agrupación —si ésta no ha de ser puramente
local— tiene que empezar por ofrecer la gran industria los medios necesarios,
las grandes ciudades industriales y los medios de comunicación rápidos y
baratos,, razón por la cual sólo es posible vencer tras largas luchas a
cualquier poder organizado que se enfrente a estos individuos aislados y que
viven en condiciones que reproducen diariamente su asilamiento. Pedir lo
contrario sería tanto como pedir que la competencia no existiera en esta
determinada época histórica o que los individuos se quitaran de la cabeza
aquellas relaciones sobre las que, como individuos aislados, no tienen el menos
control.
Extraído
de
La
Intoxicación Lingüística
El
uso perverso de la lengua
Vicente
Romano
Colección
TILDE