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Economía plateada es ese término que está de moda como ChatGPT y muchos otros que no sabemos bien qué quieren decir. Es una expresión de un fenómeno social y económico complejo que se viene desarrollando, en forma silenciosa para la mayoría de las personas y muy ruidosamente para quienes seguimos los temas de demografía y población.
Todo comenzó hace algunas décadas, por los años 70, cuando en todo el mundo comienza a disminuir fuertemente el número de hijos que tiene cada mujer, lo que los demógrafos llaman fecundidad. A nivel global lo que más influyó en este descenso fue la política de natalidad en China, en ese entonces el país más poblado del mundo, resumida en la frase «un chino, un hijo». En la gráfica siguiente vemos ese efecto muy marcado en el promedio mundial, pero en realidad, en forma paulatina, se viene registrando en los países desarrollados desde hace dos siglos.
Fecundidad (hijos por mujer) en distintos agrupamientos de países
Las causas de este fenómeno social son múltiples y entre las más citadas está la urbanización, esto es, cada vez más personas habitamos en ciudades. Cuando comienza el siglo XX, solo el 14% de la población mundial vivía en entornos urbanos. Ya en la primera década de este siglo, pasamos de largo el mojón de 50% y, al presente, se calcula que la tasa de urbanización es de 56%.
Las ciudades permiten, en particular a las mujeres, un mayor acceso a la educación y al trabajo remunerado (porque el otro no ha cambiado mucho). Está estudiado que cuantos más años permanece una mujer en el sistema educativo, menor número de hijos tendrá en promedio a lo largo de su vida. Al recibir educación, aumentan las aspiraciones de las madres respecto a sus hijos; quieren que por lo menos cursen el mismo número de años en el sistema educativo que ellas. Esto lleva a que las mujeres voluntariamente reduzcan el número de hijos para poder dedicarles mayor atención y proveerles un mejor futuro. Lo anterior es un resumen muy breve y simplificado de la situación, por supuesto.
Esperanza de vida al nacer (años) en distintas zonas geográficas
Otro fenómeno, asociado al anterior es la mejora global de la salud y el incremento de la esperanza de vida al nacer. Este indicador describe mucho más profundamente el estado de una sociedad que otros indicadores más «famosos» como el PBI per cápita. Países con baja esperanza de vida son aquellos en los que no hay prioridad en la salud de la población, no hay acceso generalizado a atención médica, tratamientos y medicinas. Un elevado PBI per cápita puede provenir, por ejemplo, de una industria extractiva que genera un gran beneficio al país, pero puede que solo lo perciba un sector privilegiado de la sociedad.
Este incremento de la esperanza de vida en todos los países (el descenso reciente es debido al impacto de la pandemia covid) permite que podamos vivir más años, en buena salud y tener una vida más productiva.
Todos los conceptos anteriores se pueden resumir en una única representación llamada pirámide de población en la que visualizamos la cantidad de personas (hombres y mujeres) que hay por tramo de edad en un cierto país.
Si comparamos la evolución de la población uruguaya desde 1970, la «pirámide» se ha convertido en «columna» al presente y la proyección a 2050 se va pareciendo a una pirámide invertida. Esto último sucede cuando el número de niños y jóvenes es menor que el de personas mayores, lo cual también implica que la población total se reduce. En la zona sombreada de celeste se marcan las personas de más de 60 años en cada una. Multiplicando la población total por los porcentajes de cada tramo etario, resulta que en 1970 había 364 mil personas en esta franja de edad (13% del total), mientras que en 2023 hay 734 mil (21%) y se proyecta que en el 2050 habrá 985 mil (29%). Saquen sus propias conclusiones.
Lo anterior nos pinta el marco demográfico, o sea la estructura de edad de la población: pero ¿qué nos dice de lo económico? En la mayoría de los países ha aumentado el PBI per cápita y al mismo tiempo se han generalizado los servicios de previsión social por avanzada edad, que al presente cubren al 78% de las personas en el mundo (reporte de la Organización Internacional del Trabajo, OIT).
Producto bruto per cápita, en paridad de poder adquisitivo en dólares constantes (2017)
Si bien hace años podía «estigmatizarse» al sector de la sociedad de 60 años o más como reducido en número, de bajo poder adquisitivo y de relativamente baja formación educativa, los factores anteriores hacen que este modelo deje de tener sentido.
Sabemos hoy que en muchos países este sector de la sociedad tiene menor incidencia de pobreza que los sectores jóvenes que reciben menor protección social. De acuerdo con las estadísticas mundiales de la OIT, reciben asistencia social el 26% de los niños, el 19% de las personas sin trabajo (predominantemente jóvenes) y el 45% de las madres con hijos pequeños.
Lo anterior, junto con la posibilidad de tener ahorros a lo largo de la vida, genera un nuevo paradigma sobre estas generaciones, cada vez más numerosas, que tienen mejor salud que sus padres y abuelos y una actitud bien distinta.
En los años 90 se empieza a introducir el término «cuarta edad» que caracteriza la etapa de la vida a partir de los 80 años. Previamente no tenía sentido esta categorización porque era muy reducido el número de personas que llegaba a vivir tanto tiempo. Con la reducción del número de hijos y la mayor independencia económica, las personas mayores empezaron a vivir solas, no ya en el marco de una familia extendida como era usual antiguamente. Esto trajo beneficios, pero también desafíos cuando las personas llegan a edades en las que se vuelven dependientes y tienen pocos familiares directos a quienes recurrir.
Dentro de la tercera edad, muchos adultos quieren seguir sintiéndose activos y útiles para la sociedad, si bien no necesariamente realizando las mismas tareas que desempeñaron la mayor parte de sus vidas. Allí se encuentran con barreras y prejuicios para hacerlo: discriminación laboral o de acceso por ejemplo a la educación, a las tecnologías digitales o incluso al crédito. Muchos tienen experiencia en relaciones humanas y una sólida ética laboral, por lo que cada vez más se les dan oportunidades laborales que antes estaban reservadas a los jóvenes.
Modelo de campaña de Zara.
Todos hemos visto que las marcas de consumo masivo están prestando más atención a este sector social: la publicidad que antes mostraba exclusivamente personas jóvenes, ahora incluye personas de la tercera edad ya sea lavando ropa, cuidando su piel o con vestimenta a la moda.
Gobiernos en todo el mundo e instituciones como el BID en la región, promueven que haya mayor inclusión a través de ampliar y mejorar la oferta de bienes y servicios a estos grupos etarios. La oferta es diferente tal vez para uno y otro, pero todas son necesarias. Un ejemplo local de lo anterior es el emprendimiento Nudaprop que permite a los propietarios vender su vivienda, pero manteniendo el derecho a uso de por vida. Pero por supuesto hay mucho más por hacer y vivenciar…
Para resumir, muchos son los cambios sociales que nos trajeron hasta aquí; la sociedad uruguaya tal vez está sesgada a procesar cambios lentamente, pero las tendencias demográficas tienen su propia agenda y no esperan. Las consecuencias de la transición demográfica (menos hijos por mujer y mayor esperanza de vida) ya nos están impactando, así como el flujo de emigración neta que mantiene el país desde los años 70.
Muchos políticos y líderes sociales reniegan de esta tendencia y abogan por un incremento del número de hijos por mujer. Aquí y a nivel mundial es claro que estas demandas no son puestas en práctica. El enfoque más correcto es encarar este nuevo desafío social entendiéndolo y trabajando para que todos accedamos a una buena calidad de vida.
La conversación sobre la economía plateada intenta poner este fenómeno en el foco de la atención de empresas y otras organizaciones (centros de investigación, educación, ONGs) para que haya inversión y surja una oferta adecuada de bienes y servicios para el sector cada vez más numeroso que peina canas.
Es un enfoque estratégico que intenta reducir el peso económico y la oferta de servicios que tendrá que proveer en última instancia el Estado. ¿Está el sector privado verdaderamente preparado para abordar ese desafío? ¿Podrá proponer soluciones inclusivas, aunque sea en ciertos estratos de la población «plateada»? Es una pregunta a la que los distintos actores sociales, entre ellos los emprendedores tendrán que encontrar respuesta, pero no en un futuro indeterminado, sino en muy breve plazo.
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